lunes, 20 de abril de 2009

La euforia pacifista

En medio de mentiras, complacencias y ruido mediático, el brazo político de las FARC quiere empujar, a la brava, un supuesto proceso de paz que solo significa la oxigenación del terrorismo para destrozar, de una vez y para siempre, la débil democracia colombiana.

El último que saltó a la palestra fue el ex asesor de paz
Lázaro Vivero, quien se involucró de lleno en el intercambio epistolar con las FARC. La novedad de la acción de Viveros es que incluyó al Presidente, aunque ese era un paso previsible dentro de la degradación del conflicto que perciben los nostálgicos del Caguán.

¿Previsible? Si. Porque tarde o temprano los Colombianos por la paz, o como se quieran llamar para disfrazar su alineamiento con las FARC, tenían que contar con Uribe para intentar avanzar en el camino de oxigenar al grupo terrorista. No existe ninguna posibilidad de que las FARC tengan descanso, o que el ‘Mono Jojoy’ pueda tratarse tranquilamente su diabetes, o que ‘Alfonso Cano’ pueda curar su brazo; si las fuerzas de seguridad del Estado mantienen la ofensiva contra el terrorismo.

Vivero plantea una suspensión de las acciones violentas en junio, sujeta a verificación internacional. ¿Por qué se requiere verificación internacional para vigilar las acciones legales y constitucionales de las fuerzas de seguridad del Estado?

Una de las mentiras que plantea Vivero Paniza es que esa verificación dará “paso al diálogo que produzca resultados para pacificar el país”. Me encantaría que Vivero explicara qué entiende por pacificar el país, pues él participó activamente en unos supuestos diálogos orientados a buscar una presunta paz que terminó fortaleciendo no solo a las FARC sino a todos los grupos criminales y terroristas que destruyen a Colombia… ¿Acaso Vivero no recuerda el motivo fundamental por el que Uribe llegó a la Presidencia?

La tal verificación internacional abriría las puertas a los amigos de las FARC en el exterior, para que planten evidencia que puedan utilizar más adelante contra militares demasiado incómodos y miembros del actual gobierno. No sería entonces una verificación sino un grupo con la misión de estructurar el montaje de pruebas, recaudar testimonios comprados o coaccionados, y dejar listas las bases para futuros procesos internacionales. En eso son expertos: basta con que tomen nota de las acciones del jesuita Javier Giraldo y de Gloria Cuartas en Apartadó para que estructuren los montajes a lo largo y ancho del país.

De igual forma, Vivero Paniza esboza la desesperación que tiene su combo por la debacle que están sufriendo las FARC en el terreno militar. Dice el ex asesor de paz –actualmente investigado por su relación con ‘Raúl Reyes’- que

"no podemos quedarnos a la espera de que se llegue a una solución solo a través de la guerra, sino que debemos entre todos, buscar una solución que se convierta ella sí, en la solución que todos esperamos y queremos".


La prepotencia de Vivero es tremenda. Que él y los suyos no puedan quedarse sin hacer nada, viendo como llega el día final de los palurdos de las FARC a través de la guerra, no implica que el investigado ex asesor asuma abusivamente la vocería de todos los ciudadanos, inmiscuyéndonos en una supuesta solución que es solo una falacia para ganar tiempo y tratar de recuperar a las tropas del monte.

Si de verdad Vivero Paniza quisiera una solución, les pediría a las FARC que se desmovilizaran y acogieran a Justicia y paz. Además les exigiría que confesaran el genocidio contra decenas de secuestrados y que testificaran contra aquellos que desde la “civilidad” les dieron órdenes y los respaldaron en su intención de refundar la patria.

No obstante, lo que piden los caguaneros de Vivero es que el Estado suspenda las operaciones contra las FARC y que éstas, a su vez, decreten una especie de tregua. Sin embargo, considerando que las FARC aseguran que tienen presencia en todo el territorio nacional, lo que está sobre la mesa es que las Fuerzas Armadas deberán suspender todas las operaciones en el país para atender la solicitud de Vivero y de Colombianos por la paz.

Y ahí está la celada: como el grupo terrorista asegura que tiene control territorial en diversas zonas del país, la solución es… ¡una zona de despeje! ¿Cómo no se les había ocurrido antes? Es que en aras de la “paz” hay que entregarles a las FARC un sector del país para que recuperen fuerzas, puedan reclutar a sus anchas, y sobre todo, puedan mantener o ejecutar a los secuestrados… volver a ver a los máximos cabecillas de las FARC con panzas oligarcas es un viejo anhelo de los caguaneros.

Sin embargo, hay que partir de una premisa: si las FARC aceptan que solo tienen 9 secuestrados por razones económicas y 20 “prisioneros de guerra”, lo que se está diciendo en la práctica es que el país se tendría que volver a someter a la pesadilla de una zona de despeje, y renunciar a los logros que se han obtenido gracias a la Seguridad Democrática, para que 30 personas puedan recuperar la libertad. Vuelve y juega: las cuentas no cuadran. Ateniéndonos a lo que dicen las FARC, se trata de apostar la seguridad de más de un millón de colombianos por cada secuestrado. Eso es, ni más ni menos, lo que piden Vivero, Piedad Córdoba, Alfredo Molano, Daniel Samper y los demás cómplices de la “solución política y negociada al conflicto”.

Ahora bien: ¿qué pasa con las operaciones “civiles” de las FARC? ¿Acaso la propuesta de una tregua incluye también a los actores políticos del grupo terrorista? Nada de eso. En una época electoral como la que estamos viviendo, la hipotética tregua de las FARC serviría para borrar, de la memoria reciente de los colombianos, todas las atrocidades que el grupo terrorista ha cometido.

Si a lo anterior se suma la presencia mediática de los protagonistas y “héroes” del cese temporal de hostilidades, y la lógica escalada del conflicto político por cuenta de los aliados de las FARC en la oposición, el resultado sería que en pocos meses muchos colombianos estarían pensando en otorgarles una zona de despeje y todas las gabelas que en su momento se les entregaron en San Vicente del Caguán.

Por Jaime Restrepo. Director de Atrabilioso.

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