miércoles, 1 de abril de 2009

Exuberancia y cretinismo

El origen del tráfico de drogas

Sólo la prolífica fantasía religiosa de India se puede comparar con la exuberancia y creatividad de los colombianos a la hora de encontrar explicaciones sobre las causas del tráfico de drogas ilícitas. Tratándose de ese tema no hay límites para la audacia, no basta el célebre señor Caballero, que afirma sin inmutarse que la prohibición es una estratagema de los bancos y del gobierno estadounidense para debilitar a los demás países y concentrar grandes recursos especulativos, siempre hay alguien que va todavía más lejos. El fundador de la revista El Malpensante,
Andrés Hoyos encontró una explicación todavía más chusca: la causa de la prohibición en EE UU es el afán de los wasp de excluir a los demás sectores de la sociedad. No faltan quienes señalan la prohibición como la base de la prosperidad estadounidense. Así, todo el mundo tiene que haber oído versiones semejantes.

La raíz de los problemas colombianos
En términos generales los colombianos de clases altas suscriben un mito según el cual la historia de Colombia en las últimas décadas es sólo el efecto de la prohibición y la guerra contra las drogas en EE UU y los problemas cesarán en cuanto cambie esa política. Recordarles que eso no va a ocurrir es motivo de toda clase de arrebatos, amenazas, etc. Es como si alguien describiera a su familia como la víctima de un avaricioso que puso una joyería en su ciudad y tentó a sus hijos a asaltarla. Lo que asoma en esas condenas de satisfecha impotencia es el desinterés por enfrentarse a unas mafias que a fin de cuentas son el producto más típico de la cultura nacional. En cuanto se puede señalar a un culpable ya es posible entregarse al ensueño de que se vive otra vida en otro mundo, aunque siempre dentro del estrato bueno. Pero sobre eso ya he publicado muchos artículos (1, 2, 3, 4). Lo menciono porque forma parte tangencial de la discusión actual.

El enredo de la dosis personal

Últimamente los creadores de opinión del bando de Piedad Córdoba andan muy alebrestados con la propuesta de ley del gobierno para prohibir la dosis personal. Y no es para menos, no pueden dejar de aprovechar semejante regalo: de repente el ventilador que se encendió con las declaraciones de Olivo Saldaña desaparece de los medios, en los que apenas asomaba, y sólo importa la arremetida "goda" contra las libertades. La veta de votos resulta muy productiva, por no hablar del triunfo arrollador que representa para ellos poderse presentar como liberales que resisten a un régimen troglodita. Lo mismo se puede decir de la "Farcpolítica", de la división del PDA, de la persecución política en Venezuela... La batalla por las libertades narcotizó al país y los pingües negocios de tantos pensadores que colaboran con las causas de las FARC quedaron a salvo: sólo se trata de la resistencia de gente abierta y moderna a una dictadura retrógrada.

Cálculos mezquinos

Resultaría muy sorprendente que el gobierno les hiciera semejante regalo de no ser porque la forma de obrar del señor Uribe siempre está guiada por esa cautela: necesita apoyos para no correr riesgos. Por eso fracasó la negociación del TLC, pues la desafección de los gremios podría haber afectado la reelección de 2006, por eso tiene de ministro del Interior a un señor que en su día firmó una alianza con las FARC para suprimir la democracia colombiana y de ministro de Defensa a otro que se reunió con los guerrilleros para crear una alianza en tiempos de inestabilidad bajo la presidencia de Ernesto Samper. Ambos tienen poder sobre grupos importantes y sobre los congresistas que podrían echar a perder los esfuerzos gubernamentales. Al parecer hay un sector de votantes firmes que apoyarían en todo al gobierno si éste se comprometiera a perseguir el consumo de drogas. Entonces no importa que los castristas y nostálgicos de Sadam Husein resulten convertidos en defensores de las libertades. Ni que en ese papel sigan cabildeando a favor de las FARC (uno por uno, los opositores defensores de la dosis personal han mostrado en algún momento su apoyo a Piedad Córdoba).

Terapia forzosa

Lo peor es descubrir que el país que sufre a las FARC es exactamente como los amigos de las FARC lo describen: ¿a quién se le va a ocurrir decirles que el Estado no puede decidir lo que alguien ingiere? ¿Y que una sociedad abierta no puede obligar a nadie a "curarse"? ¿Y que el consumidor de drogas no es un "enfermo", como no lo es quien discrepe de una opinión o sea sensual, curioso, adúltero o apasionado, o aficionado al juego, a la pornografía o a la ópera? Eso es inconcebible en Colombia. Mejor dicho, cualquiera que no corresponda a ese molde lamentable sólo encuentra planteamientos razonables en los habituales socios de las FARC. Parece que el "otro" país no quiere parecerse a Suiza o el Reino Unido, sino a Arabia Saudí e Irán. Y basta la envidia por los placeres que se atribuyen al consumidor, y por su audacia, para autorizar a la gente a emitir dictámenes sobre la salud ajena. El triste borracho atarreador que cree que la cocaína es un narcótico y al mismo tiempo un alucinógeno resulta el modelo de virtud que habría debido admirar alguien como Fassbinder.

Las certezas de la chusma

Todo lo descrito en el párrafo anterior parece animar al columnista
Saúl Hernández Bolívar, que publicó un artículo defendiendo la propuesta gubernamental. Los argumentos son falaces desde el principio: si los consumidores de drogas se defienden de la posible persecución, eso le parece al columnista como si los que decidieran sobre el castigo a violadores fueran el monstruo de Mariquita y Alfredo Garavito. Tal sutileza, perdónenme, no encontraría en otros países quien la encontrara posible. Sin ir más lejos, el actual presidente estadounidense reconoce haber tomado drogas en su juventud. ¿Estaba enfermo entonces? ¿Era un criminal de la categoría de Garavito? ¿Falló el sistema que no lo obligó a curarse? ¿Existe en algún país la terapia forzosa para consumidores de droga? ¿Puede una sociedad tan lábil moralmente como la colombiana erigirse en modelo de virtud?

Efectos de la prohibición

La posibilidad de portar cierta dosis de drogas no ha existido siempre en Colombia, con lo que la propuesta de prohibirla sólo es el retorno a una situación anterior. ¿Alguien cree que con eso se va a reducir el consumo o la delincuencia? Lo primero que inquieta es que parece que los policías no tuvieran qué hacer y pudieran dedicarse a vigilar los hábitos de los ciudadanos: ¿o son los recursos inagotables? ¿O realmente la gente se dedica al robo porque toma drogas? Lo que existía antes sencillamente era que los policías tenían una fuente de ingresos extra haciéndose sobornar de los portadores de drogas, o de cualquiera al que pudieran atracar y que no tuviera "palancas" poderosas. No hacía falta que llevaran drogas, los policías siempre las encontraban. Es lo que conseguirán con esos cambios. Bueno, también conseguirán que los jóvenes se pongan espontáneamente del lado de la rebelión "liberadora", pues a las víctimas de abusos es más fácil arrastrarlas a la adhesión ideológica "izquierdista".


Un mundo sin drogas

Después de que la vida resulta simplificada al punto de que todos los no consumidores son virtuosos y todos los consumidores son delincuentes (además de adictos y enfermos), el camino para atribuir a las matas que matan todos los problemas del mundo está abierto. Y de ahí al sueño de un mundo sin drogas. Pero eso no sólo no existirá, sino que tampoco ha existido. Mejor dicho, tal vez sí existió, pero precisamente antes de la humanización. Más bien al contrario, la disposición de la gente a buscar el placer mediante diversas sustancias va en aumento, y la misma oleada de consumo masivo que empezó en los sesenta es producto del aumento del nivel de vida. Y en algún momento se encontrará la forma de acabar con la prohibición tal como la conocemos.

Un remedio posible

Me imagino que el precio será el control médico forzoso a todos los menores de cierta edad y tal vez a los beneficiarios de gasto público en salud, así como a los funcionarios estatales. Puede que incluso las empresas adquieran el derecho a no contratar a personas que consuman drogas. Pero para que se llegue a eso faltan muchas décadas, y la vida colombiana no cambiaría por eso. Entre tanto, los ciudadanos de los países ricos seguirán buscando la forma de mantener a sus hijos alejados de sustancias peligrosas y al mismo tiempo conservar su libertad: las muertes que se ocasionen entre los malhechores que las producen les importarán muy poco, tanto como las mentiras de quienes de muchos modos se han lucrado del negocio sin correr grandes riesgos y se niegan con los pretextos más toscos a colaborar contra las mafias.

Por Jaime Ruiz. Columnista de Atrabilioso.

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