lunes, 30 de junio de 2008

¡Constituyentica!

Nada detuvo a los magistrados, el libreto se llevó hasta el final pese a que sólo para los criminales se puede considerar justicia la tarea de perseguir a una señora que anhela autoinculparse siendo evidente que eso sólo sirve como pretexto de una conjura desestabilizadora, pese a que todo el mundo sabe que el intercambio de favores por puestos y prebendas ha sido la forma de relación corriente entre el Ejecutivo y el Legislativo desde que hay Congreso. Cabía la figura jurídica, pues se explotaba, gracias al fervor delator de la acusada: ¿qué pasaría si se evaluaran todos los actos legislativos de los anteriores gobiernos? Habría que encerrar a todos los ex ministros, ex presidentes y ex congresistas. Dudo mucho que quedaran muchos ex magistrados a salvo. Pero para lograrlo haría falta una potencia invencible como la chequera bolivariana, cuyos cañonazos hacen que la prisión domiciliaria resulte tolerable, o la derrota de toda dignidad, pues nadie mirará a la cara a uno de esos magistrados de otro modo que como a un pícaro, y aquel que lo haga de otro modo sólo le despertará lástima. El que la norma sea de ocasión se puede comprobar en el hecho de que si mañana alguien va y denuncia un hecho de ésos puede contar con que nadie le hará caso. Es la justicia de autor.

Los que hacen bueno a Uribe
Definir el uribismo es complejo porque al mismo tiempo es como un despertar conservador, no del difunto partido de ese nombre, sino del tipo de personas que comparten valores tradicionales, y un gran esfuerzo transformador, en el sentido de superar la impotencia de la sociedad ante el crimen. Pero hay una forma de entender por qué hay uribismo y por qué su hegemonía: son sus enemigos. El uribismo es sólo lo opuesto a los enemigos del uribismo: aparece como respuesta a sus acciones durante los gobiernos anteriores. Supongamos que se admite el argumento de que está mal “cambiar las reglas en medio del partido” y reformar la Constitución de modo que sea posible la reelección inmediata del presidente. ¿Cuál es la respuesta de la oposición? Apoyarse en el apetito clientelista de los desaprensivos que ocupan los puestos del Congreso para obstruir esa reforma. ¿A quién representaban esos congresistas? ¿Qué opinaban los dirigentes de sus partidos? ¿Y sus votantes? La oposición apuesta a impedir que gane el candidato que más gusta a la gente gracias a argucias leguleyas.

A la sombra de Chávez
Es decir, ante la realidad de no tener apoyos suficientes para ganar elecciones, intentan que se pase por encima de éstas. Un demócrata habría tratado de derrotar a Uribe en las urnas, es lo único que haría legítima su aspiración. Pero sólo querían mantener el caos a ver si la cocaína y Chávez proveían suficientes recursos para que las FARC forzaran una negociación política con un Estado vencido. De forma tácita o explícita, todos los enemigos del gobierno, tanto en el Congreso como en la prensa como en las aulas, han apostado por la negociación política, por el sometimiento de la gente a las imposiciones de una banda de asesinos. Que me muestren uno solo que haya estado en contra desde cuando se llevaba a la práctica esa negociación, en tiempos de Pastrana hasta cuando este mismo ex presidente, junto con Gaviria y Samper, presionaba al presidente para que despejara territorio en favor de las FARC, sacando jugo a los rehenes porque eran ya la única forma de sobrevivir a la irrelevancia política y burocrática. En últimas hay guerrilla porque los personajes como el difunto Umaña Luna o el superviviente Fals Borda esperan conservar un poder que las urnas les niegan: fracasada la guerrilla, esas castas se apoyan en la arbitrariedad de funcionarios de justicia venales y en el poder de la chequera bolivariana. El objetivo es el mismo, dominar sin tener en cuenta a la gente. Lo mismo ocurrió con el referendo de 2003.

¿De dónde son los cantantes?
Lo que uno lee en la prensa colombiana, sea en forma de noticias, editoriales, columnas o comentarios de lectores, lo pone ante la evidencia de una realidad singular. Pero mucha gente está impedida de verlo porque desconoce otros países. El caso de la Corte desnuda en su cinismo, demorando la investigación contra Piedad Córdoba a pesar de que la prensa extranjera publica los mensajes de correo electrónico en que aconsejaba la prolongación del cautiverio de Íngrid, o procesando a la presidenta del Senado después de que una persona encarcelada recibe la visita de Piedad Córdoba y empieza a “denunciar”, o exhibiendo su indignidad como cuando se quiso investigar al magistrado Velásquez por el caso Tasmania, es un paradigma de esa realidad. El que las personas que hace unos años escribían en los foros burlándose de los secuestrados y pidiendo que se premiara a quienes ponen bombas sean los principales garantes de la decencia de la corte es otro ejemplo: es como una forma de primitivismo, de impudor infinito, exactamente lo que hace que alguna gente pueda dedicarse a delinquir y no sienta ninguna culpa ante las víctimas. La persona que disparó sobre el sindicalista José Raquel Mercado, un hombre indefenso en ese instante, obra en un lugar como Colombia como veedor de la decencia. No hay ningún problema: las palabras son otra cosa, matar a ese señor en esas condiciones hizo que a los del M-19 se los reconociera como “los justicieros del pueblo”, según nos contaba Vera Grabe en un libro al que elogiaron decenas de columnistas de la prensa y al que ciertamente ninguno reprobó.

Indefinición a término indefinido
Pero esa definición por lo que no es y por el sentido práctico de su líder resulta la gran debilidad del uribismo: cuando se creó un partido para agrupar la representación parlamentaria de la gente que apoya al presidente, resultó una entelequia cuyo nombre es paradigma de falta de ideas y de cohesión movida por otra cosa que por los apetitos burocráticos, y en el que resultaron metidos toda clase de políticos desaprensivos. Pese a haber contado con ministros de Economía de primer nivel técnico, el gobierno no ha sido capaz de promover políticas que favorezcan la contratación (salvo la reforma laboral de 2002, que generó más agraviados que resultados visibles) ni ha hecho nada para acabar con los impuestos al empleo. La negociación del TLC se retrasó por la incapacidad del gobierno de imponerse sobre las presiones de los gremios, con el resultado que conocemos ahora. La condición real de los grupos de oposición da legitimidad al gobierno, lo hace representativo de los intereses ciudadanos, pero su orientación parece en exceso “cortoplacista”, lo que redunda en un enorme desperdicio de oportunidades.

¡Constituyente!, ¡Constituyente! ¡Constituyente!
La constitución de 1991 resultó de una alianza entre el Partido Liberal, que repetía mandato, y el M-19, que había conseguido erigirse en representante de las clases altas urbanas (muy probablemente mayoritario entre la población que estuviera a la vez en el primer decil de ingresos, en el de educación y en el de consideración social por su origen). Muchas de sus normas pretenden ante todo asegurar las rentas de la burocracia estatal y el poder de una parte del Estado que no se somete a elección sino que encarna valores superiores: la judicatura, la universidad pública, etc. La sempiterna indigencia intelectual de los políticos y juristas de los partidos tradicionales los llevó a promover una Constitución que declara que la propiedad es una función y que autoriza su abolición a través del asesinato (delito político). Los miembros de esa Constituyente fueron elegidos por menos del 20 % de los ciudadanos y de algún modo su redacción conduce por diferentes vías al dominio de la burocracia sobre la gente. Como cuando se aseguran gastos sobre cuya provisión no se dice nada. ¿Por qué el presidente no ha aprovechado la evidencia de que representa las aspiraciones legítimas de la mayoría para promover una norma diferente? Es verdad que sentirá desprecio por el sueño de mejorar el mundo con un decreto, pero muchos de los atropellos que hoy cometen los jueces serían más difíciles con una norma menos parecida a la venezolana.

La oportunidad
Tanto la derrota estratégica de las FARC como la inestabilidad que resulta de la conjura de los magistrados abren la oportunidad para convocar esa constituyente: las denuncias contra los magistrados tras la petición de aquéllos de que se discuta la legitimidad de la reelección llevan a una situación de mutua deslegitimación, respecto de la cual hay que consultar al constituyente primario, pero ¿por qué no aprovechar para prohibir la negociación política? ¿Y para reemplazar al legislativo y a la cúpula judicial actuales, tan claramente prevaricadores? Sadam Husein provocó cuanto quiso a Occidente porque contaba con el síndrome de Vietnam, los magistrados se han atrevido a ir hasta el final con su despreciable juego porque cuentan con que el presidente razona como un tendero y no hará nada que pueda incomodar a algún sector poderoso. Pero el presidente tiene de su parte el apoyo de la opinión mayoritaria, que determina también la lealtad del estamento militar. Si no aprovecha la ocasión para poner en su sitio a los prevaricadores y echar los cimientos de un país moderno, los colombianos del futuro no se lo perdonarán.

Por Jaime Ruiz. Columnista del Sistema Atrabilioso.

viernes, 27 de junio de 2008

El Poder del 10

El programa concurso del canal RCN, pone a prueba la teoría que dice que es posible predecir con cierto margen de precisión el resultado de las encuestas, ya sea asumiendo que el individuo promedio representa las mayorías, o que la opinión de unos pocos se puede extrapolar al universo.

Esa teoría sustenta la misma cientificidad de las encuestas, y estaría dándole alguna -siempre y cuando no se manipulen- a las encuestas callejeras que hacen los medios masivos de comunicación; a las encuestas virtuales (por Internet) de los canales de TV; y a las opiniones radiales que recogen programas como La W.

En muchas de las escasas oportunidades en que la teoría no se cumple, se habla de “palos”, “sorpresas” y hasta de fraude. Es ni mas ni menos lo que hacen los estudiantes al resolver problemas de la física: los resultados tienen que tener asidero en la realidad, sino, con seguridad, el problema esta mal resuelto; como si la solución de problemas no fuera más, que un juego de conseguir con los números lo que ya la lógica de la realidad nos ha demostrado.

El programa de RCN, es el equivalente a “Quien quiere ser millonario”, que transmite el canal Caracol, (tal vez se inspiró en él) pero más rico en circunstancias. No mide los conocimientos de las personas, algo en desuso desde que aparecieron las enciclopedias, los computadores con Encarta y el Internet, sino la capacidad para percibir y entender el mundo que nos rodea. Lo más cercano a la idea que se tiene en los tiempos modernos de “inteligencia”.

La que uno encuentra mas entre la gente humilde, que entre los letrados, porque se posee sin necesidad de ir a la universidad, y que escasea en algunos partidos políticos.

El concurso funciona mas o menos así: un par de concursantes se enfrentan entre si para ganar el derecho a concursar por mil millones de pesos. La competencia consiste en quién se aproxime más “a lo que dice la gente” respecto a preguntas de mucha actualidad. El que gane tres rondas de preguntas, sale ganador.

Luego el ganador, se enfrentará solo, con la ayuda de un amigo o familiar que él escoge, y la ayuda del público que se muestra gráficamente en una pantalla gigante, al mismo tipo de preguntas. En la primera concursa por 100 mil pesos y se le otorga un margen de error del 40%; en la segunda, por un millón de pesos (se multiplica por diez el premio inicial), y un margen de error del 20%; en la tercera por 10 millones, y el margen de error se reduce al 10%; en la cuarta por 100 millones y el margen al 5%, y en la última por mil millones y el margen de error es del 1%.

En el caso de las encuesta, claro que la teoría funciona cuando está de por medio la honestidad. Si no, frases como, “es que la gente dice” o “todo el mundo piensa”, que mucha gente usa para imponer un criterio, carecen de valides. Como también las estadísticas que divulgan muchas organizaciones, con el fin de obtener recursos o hacer política, sin haber hecho una previa medición, o un estudio de opinión.

Da risa ver cómo organizaciones (o analistas) que no tienen cómo, le colocan cifras a la pobreza, a la iniquidad (índice gini), al déficit habitacional, al desempleo, en fin, a cuanta variable mensurable exista, y a partir de esos valores desarrollan un concepto, una opinión con la que pretende convencer a los demás.

Lo peor es que, igual que el citar autores destacados como si fueran poseedores de toda la verdad le da a quien lo hace un cierto aire de intelectualidad, las cifras estadísticas manejadas con fluidez y naturalidad, aunque sean falsas, terminan descrestando a los denlas.

Y lo peor de lo peor, es que esas cifras (usualmente desligadas de un comportamiento histórico) no sirven para elaborar una propuesta, sino para engañar a un pueblo. He ahí el meollo de la política.

Por Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.
myances@msn.com

miércoles, 25 de junio de 2008

La tierra, el gran debate

“Tierra… ni en los zapatos” reza una antigua frase utilizada por personas que adquirieron una parcela que resultó un pozo sin fondo para sus bolsillos. A ellos también les escuchaba que un propietario de tierra solo tiene dos momentos felices: cuando la compra y cuando la vende.

Sin embargo, la posición anterior es solo de algunos colombianos, muy citadinos ellos, que no alcanzan a vislumbrar las posibilidades de la tierra o que carecen de los conocimientos para volverla productiva.

Hace algunos días el vicepresidente Santos aseguró que “la imposición de impuestos llevaría a la gente a volver productivos” los terrenos improductivos. Como era de esperarse, algunos pusieron el grito en el cielo y pidieron definir qué es un terreno ocioso y cómo se mide la rentabilidad. Los reclamos provienen justamente de los gremios agropecuarios, los que ahora posan de ignorantes frente al tema.

Hago una salvedad: no se casi nada de tierras productivas e improductivas, pero lo que se puede ver es que por ejemplo los floricultores y los caficultores saben exactamente cuál es la rentabilidad de cada metro de tierra cultivada y eso lo demuestra no solo el éxito empresarial que han tenido durante muchos años, sino los reclamos por la actual situación del dólar. Lo mismo ocurre con los ganaderos, quienes tienen una medida (exagerada al parecer) de una hectárea por cabeza, aunque hay propuestas interesantes para aprovechar al máximo cada hectárea y así dejar espacio para cultivar alimentos.

Así las cosas los gremios no pueden salir como unos ignorantes que desconocen la diferencia entre la tierra productiva y la que no lo es. Que a lo largo del debate se defina cuál es el piso y cuál es el techo de la productividad de una hectárea es necesario para que la propuesta de Santos coja vuelo. Pero entrar de plano a descalificarla, pasando por alto que millones de hectáreas de las mejores tierras están en manos del narcotráfico, es una posición mezquina e irresponsable. Mientras que la propuesta Santos habla de impuestos, el ministro de Agricultura apuntó a la compra de grandes extensiones ociosas por el valor registrado en catastro. Ambos hablan de lo mismo y, aunque los enfoques son diferentes, el segundo es simplemente el desarrollo del primero.En el asunto terció el Presidente,
invitando a los empresarios del campo a mejorar la productividad del sector agropecuario: "La política del Gobierno Nacional es estimular al sector productivo, pero no estimular al sector improductivo... y de la misma forma como se estimula la producción, también hay que castigar el ocio".

Más allá de las arengas sobre el problema de la tierra, ciertamente Colombia tiene la obligación de devolverle la tierra a miles de familias que fueron despojadas por algunos poderosos y por sus bandas violentas. Esas familias eran productivas y hacían que sus tierras prosperaran, pero la ambición de unos, la intimidación de otros, el concepto según el cual a mayor cantidad de tierras, mayor el poder; y el manejo tradicionalmente irresponsable que el Estado le ha dado al campo, se han conjugado para consumar el despojo masivo de tierras.

Sin embargo, además de la discusión sobre los terrenos ociosos, el gobierno debería darse la pela desde ya con las miles de hectáreas en poder del narcotráfico. Es que resulta vergonzoso que todavía estén en litigio las tierras de José Gonzalo Rodríguez Gacha, alías ‘El Mexicano’, 18 años después de su muerte.

Evidentemente la legislación en materia de extinción de dominio es engorrosa y beneficia directamente a los delincuentes y a sus familias. En este caso el gobierno debería jugar en el terreno constitucional y ordenar la expropiación por vía administrativa de esos bienes, pagar dicha expropiación y congelar el dinero hasta que se defina la extinción, pues en el solo caso de Rodríguez Gacha han sido 18 años perdidos de miles de hectáreas que el criminal poseía.

Lo de ‘El Mexicano’ es solo un ejemplo de lo que ocurre con los bienes incautados por la Dirección de Estupefacientes. Hay miles y miles de hectáreas que están en el limbo y otras tantas que están en manos de funcionarios corruptos quienes han hecho su agosto con lo que no les pertenece y debería beneficiar a miles de colombianos y al país en general. Además por que esas tierras son las mejores, las más productivas y las que más prosperidad podrían generar.

Es solo cuestión de voluntad política, de destinar algunos recursos para la medida y de establecer programas de cooperación para beneficio de los nuevos poseedores, apoyándolos para que logren la máxima rentabilidad de cada hectárea.

¡Y claro! El tema de los impuestos para las tierras improductivas debe debatirse y aplicarse, pues hay municipios en el Meta (el caso que conozco) que pagan 200 mil pesos anuales de impuesto predial por un terreno de 400 hectáreas en el que pacen cerca de 300 cabezas de ganado… ¿será que un ciudadano que tiene casi 300 millones de pesos en vacas no puede pagar un impuesto razonable por la tierra de la que es propietario?

La caja de Pandora la abrió Santos y el país debe priorizar este debate con miras al futuro y en especial al post conflicto que ya estamos recorriendo.

Por Jaime Restrepo. Director Sistema Atrabilioso.

lunes, 23 de junio de 2008

Frenazo, agárrense

Hace poco más de un año recordaba en este mismo espacio, una vieja propuesta del Banco de la Republica de dividir la moneda por mil que yo veía como una forma de frenar la revaluación. Me sustentaba en la certeza de que el peso nunca estaría por encima del dólar, y que forzando la paridad se detendría el proceso. “El piso es uno” titulé en ese entonces.

Imaginaba que si se llegaba a la paridad sin dividir oportunamente la moneda, el salario mínimo equivaldría a 460 mil dólares al mes, y nuestra capacidad de compra en el exterior llegaría a ser “infinita” aunque las ventas y el empleo nulos, pues no valdría la pena producir nada en el país, salvo servicios personales y productos exóticos al alcance de dos o tres personas en el mundo.

El dólar ha seguido cayendo a nivel mundial, lo que se entiende como una estrategia norteamericana para mejorar la balanza comercial y conservar los empleos nacionales que origina -en parte- los altos precios del petróleo.

En Colombia el fenómeno está enfatizado, y sería ingenuo pensar que si los gringos tienen como política devaluar su moneda, no lo estuvieran haciendo en Colombia vísperas del TLC, que lo que pasa aquí son cosas fortuitas, o una simple burbuja que pronto explotará. Sea como sea, ahí esta la duda. Que las continuas intervenciones en el mercado cambiario no den resultado, podría estar confirmando que quienes están vendiendo dólares tienen mayor capacidad de mercado que el propio Banco.

Afortunadamente para reducir la revaluación del peso, hay otras estrategias, entre ellas fijar el tipo de cambio por Decreto; reducir la oferta de dólares, acaparándolos (compras masivas en el mercado) o dificultando su ingreso al país; reducir aranceles para aumentar las importaciones, o dolarizar la economía.

La primera, propicia un retroceso y un nuevo foco de enriquecimiento ilícito y corrupción; la segunda insostenible; y la tercera, impacta negativamente la producción nacional y el empleo; pero la cuarta, la dolarización, pude ser la menos dañina de todas.

Dolarizar es acabar de tajo con el tipo de cambio y por lo tanto con la revaluación y sus efectos nocivos sobre la economía, aunque conlleva el riesgo de la desmonetización. Salvado ese riesgo (siempre se podrá volver a crear una moneda nacional) todo lo demás es ganancia y estabilidad.

La moneda única (antes era el oro) es una condición indispensable del comercio libre entre las naciones, porque la libre flotación del tipo de cambio en el mercado, a la que se le atribuía un alto grado de objetividad, no está exenta de manipulación. La Unión Europea lo discutió durante muchos años hasta que llegó a la creación del euro.

Por otro lado, los países suramericanos están tan enfrascados en luchas de caudillismos regionales, culto a la personalidad, inestabilidades ideológicas, e inmadures económica y política, que dificultan la creación de una moneda común. De manera que se llegó el momento, ya no de dividir por mil la moneda, sino de dolarizar la economía.

No obstante para dolarizar la economía, hay que fijar “por decreto” el tipo de cambio que se utilizará en la conversión, porque algunos no estarían de acuerdo en que fuera el último previo a la decisión, y porque la sola intención, desestabilizará el mercado cambiario.

Por: Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.
myances@msn.com

viernes, 20 de junio de 2008

Pegados al techo

Los aranceles, cuando no la prohibición, ha sido el mecanismo ideado por los países para proteger la producción y el empleo nacional ante la posibilidad de que otros puedan producir lo mismo, mejor o más barato. También han sido una fuente de financiación de los gobiernos.

Con el precio de importación, ya castigado con los costos de transportes, seguros y otros, y los aranceles, se garantiza un precio techo al productor nacional, y como saben los comerciantes, el techo es el precio al público cuando no hay un mercado competitivo nacional que lo fije. Si suben mas, le competirán los importadores.

Prueba de que están pegados al techo artificial que le fijan los costos y gravámenes de las importaciones, y de que si se puede producir más barato, es que cuando los precios internos de los productos básicos de la canasta familiar se disparan, el gobierno amenaza con reducir los aranceles y enseguida los precios bajan; y si los sube, para mejorar la protección, los precios suben.

Ahora imaginemos un escenario en el que los proveedores en su afán de conquistar la preferencia de los consumidores, compiten. Es de esperarse que los precios bajen, hasta que el interno sea el mismo que el externo, (sin incluir los costos de transporte, seguros y aranceles que paga quien hace la importación) y que será su piso: si los precios internos bajaran más, preferirán exportar.

De esa manera el precio interno debería moverse entre piso y techo, en respuesta a que tan real y fiera sea la competencia nacional. ¿Por qué entonces –se preguntan los consumidores- el gobierno, en ausencia de un mercado interno, pretende fijar en el techo mediante una formula, el precio de la gasolina (no en el piso, como debe ser para un insumo básico de la economía); y por qué asume que evitarlo sea subsidiar el combustible? ¿Será que .el gobierno pone la diferencia?

Si lo que ha habido es un compromiso con inversionistas –reales o hipotéticos, nacionales o extranjeros- para atraerlos, el anzuelo no tiene porque ser el mercado interno con precios pegados al techo, y pagados cual si fuera un impuesto por los nacionales, sino los mercados globales que se están abriendo con nuestros TLC.

Ahora, si no es posible desarrollar un mercado de combustibles a nivel domestico, estamos hablando de una actividad mono u oligopólica, y como tal debería estar en manos del Estado (o de particulares, ojalá nacionales) con precios regulados mediante una formula que refleje el beneficio de lo local, es decir, sin sumarle los costos de una hipotética importación.

Pegarlos al techo es equivalente a eliminar la formula, y aceptar que no somos autosuficientes. Ese sería el peor de los mundos, y el único que justificaría establecer subsidios (no desmontarlos) bajo el presupuesto que subsidiar los combustibles produce un fuerte apalancamiento al conjunto de la economía.

Para resumir: en Colombia no se subsidian los combustibles, se pretenden gravar más con la farsa del desmonte para atraer inversionistas. Los subsidios serán reales, y los justificaría el apalancamiento que produce al crecimiento de la economía (más empleo y recaudos), cuando se sequen nuestros pozos o se cierren las refinerías.


Por: Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.

miércoles, 18 de junio de 2008

El gran acuerdo nacional del “país político”

Desde que el columnista Eduardo Posada Carbó empezó a proclamar la necesidad de un “gran acuerdo nacional” del gobierno con la oposición para acordar políticas deduje que de lo que se trataba era de un programa común de la oposición para cambiar la orientación del gobierno a partir de 2010. ¿Qué sentido tiene buscar acuerdos con políticos desprestigiados cuyo apoyo sumado apenas llega a un tercio de los votantes y de los entrevistados en encuestas de opinión? Sencillamente el columnista trata de salvar de la derrota a esos políticos en apariencia pidiendo que el gobierno les brinde reconocimiento y someta sus políticas a un consenso con ellos, pero en realidad buscando que ese acuerdo llegue a darse contra el gobierno.

País político y país nacional
Esa peculiar diferenciación se presta para muchos malentendidos, y no hay demagogo que no se presente como portavoz del “país nacional” contra el “país político”, término que sirve para aludir a sus rivales. No obstante, ¿es válida esa vieja descripción de Gaitán? El país político es una noción que podríamos aceptar como “conjunto de personas que viven de los cargos públicos”, pues si se tratara de interés por la política el “país nacional” no podría tener voceros ni intérpretes: todos dejarían de pertenecer a él en cuanto se metieran en política. A lo que aludía Gaitán es a las personas cuyos negocios dependen de la política, a los políticos profesionales y a sus cohortes de lagartos, como ya he explicado, a los que viven de empleos estatales o de relaciones con funcionarios públicos.

La Gran Sociedad del Estado y el resto
La definición de “país político” de Gaitán corresponde a una tradición que se remonta a los orígenes mismos de la sociedad colombiana, y que hoy en día se puede reconocer en el gran bando de funcionarios y jubilados estatales, de sectores privilegiados afines a éstos, abogados, periodistas, políticos viudos del poder, etc. Esa parte de la sociedad es casi unánimemente hostil al gobierno actual. Es la base social a la que Posada Carbó llamaba a un “Gran Acuerdo Nacional”. Ese acuerdo ya se concreta en declaraciones como las de Gustavo Petro en una
entrevista en El Espectador: resulta evidente que el ex presidente Gaviria y los ex alcaldes Mockus y Fajardo, junto con el ex magistrado Gaviria y el ex asesino Petro, forman un solo bando con Piedad Córdoba.

La catástrofe del “narcoparauribismo”
Todos los pretextos que se usan para justificar esa alianza son falaces y más bien disparatados. Sencillamente Colombia, como cualquier país de la región, tiene que optar por tomar el rumbo de las democracias occidentales o el de Cuba. Pero el rumbo cubano no es una excepción de ese país, ni menos el resultado de la infiltración de “ideologías foráneas”. La Conquista fue tal vez la primera avanzada del totalitarismo y el Estado en gestación que constituían las tropas de Jiménez de Quesada, por poner un caso, ya pretendía disponer de todo. Los descendientes de esos conquistadores se acostumbraron a vivir de esas rentas y del forcejeo entre ellos siempre sale como resultado el ensanchamiento del Estado, de los puestos y misiones, de los informes y derechos. Una vez los éxitos del gobierno actual le granjean el apoyo más o menos unánime de la opinión prooccidental, los aspirantes a reemplazarlos son cooptados por el “polo” castrista, por Chávez y sus inagotables recursos. El caso de la Anapo es apenas típico, el problema no es que en 1970 fuera víctima de un fraude, sino que en 1974 el “pueblo” descontento se ilusionó con un demagogo más eficaz y el partido pasó a ser irrelevante: el nieto del dictador anticomunista resulta elegido alcalde de Bogotá en 2007 con el apoyo manifiesto de las FARC. La velada justificación de personajes como Posada Carbó de una alianza con los castristas contra la reelección resulta a un tiempo obscena, estúpida, irrisoria y deprimente. Lo mismo que los supuestos nexos de políticos afines al gobierno con paramilitares: ¿dónde está la propuesta que prima el rechazo al terrorismo y a la exportación de la revolución bolivariana sobre cualquier otra consideración?

Todos hacia el centro
El domingo pasado no sólo salió en la prensa la novedosa propuesta de Petro de negociar con las FARC sólo las condiciones de su desmovilización, eco del discurso con el que su jefe, el sátrapa venezolano (todo un líder mundial, según Petro), pretende desentenderse de las evidencias que lo inculpan en el computador de Raúl Reyes. Parece que las FARC son dadas ya por desahuciadas por sus propios socios, y entonces se pide su desmovilización. Negociar las leyes con ellas les resulta ya una aspiración imposible: así, del ahogado el sombrero, los que decían
que las FARC se levantaban contra el gobierno de Uribe porque no era democrático se convierten en los más rigurosos defensores de la democracia. ¿Alguien recuerda que el M-19 formaba parte del Foro de Sao Paulo junto con las FARC y el ELN? ¿Qué pedían durante los años del Caguán? ¿Cuál ha sido la conducta del Polo Democrático durante el gobierno de Uribe? El descaro con que ahora se cambia de política sólo es muestra de la calidad de pretexto del discurso: de lo que se trata es de los intereses de unos grupos sociales parasitarios.

Izquierda y derecha
En términos generales la izquierda es el altruismo de los maestros que se niegan a ir a determinados barrios y a someterse a cualquier evaluación, de los profesores universitarios que, generosamente pagados por el Estado, predican el asesinato de policías y soldados, de los políticos que reclaman privilegios inicuos como “derechos adquiridos”, de los profesionales de la tutela y de la protesta: izquierda es la virtud de dejar el trabajo a los demás. Pero la vaga idea igualitaria, colectivista, etc. sirve para justificar cualquier desmán. Por ejemplo, el concejal de Bogotá
Roberto Sáenz se declara distanciado de los miembros de su partido que siguen pensando en la dictadura del proletariado y el régimen de partido único. ¡Qué curioso! ¿Cómo es que está con ellos? ¿En qué son mayores sus diferencias con los concejales y votantes peñalosistas que con los amigos de las FARC, que nadie niega que haya en su partido? De hecho, ¿alguien recuerda alguna vez que algún dirigente de ese partido haya dirigido algún reproche al régimen cubano? Claro: no se les puede pedir, es que son de izquierda, tienen principios. Ya se entiende.

Bipartidismo forzoso
Todos los que han lanzado su candidatura presidencial para 2010 (Pardo, Garzón, Petro) y los que probablemente lo harán (Fajardo, Gaviria Trujillo, Mockus), buscan la aprobación de Chávez y Piedad Córdoba por una parte y de la opinión por la otra para ser adversarios del candidato uribista. De la entrevista de Petro se infiere que Fajardo y los “visionarios” comparten esa visión “frentista” (de otro modo, ya habrían mostrado su discrepancia), lo cual hace pensar que el Gran Acuerdo Nacional ya es un hecho. Sólo queda comprobar hasta qué punto los medios y toda la poderosa facción estatal consiguen arrastrar votos, naturalmente de personas descontentas con las FARC pero a las que se puede engatusar con diversos pretextos. Al respecto, se debe recordar que la adhesión al castrismo y a su modelo de sociedad es mucho mayor que el apoyo a la guerrilla o a sus socios políticos: el castrismo es genuina expresión de una tradición regional, las ideas liberales son las propiamente foráneas. Al respecto no hay que engañarse. Y esa afinidad con Piedad Córdoba y su mentor la tratarán de ocultar de muy diversos modos, siempre tratando de crear la percepción de que hay algún valor o dato más importante que esa afinidad (como la patética petición de renuncia de Mockus). Triste papel el de un ex alcalde cuyo sucesor afín fue apoyado con entusiasmo por el entorno del presidente.
Por Jaime Ruiz. Columnista del Sistema Atrabilioso.

lunes, 16 de junio de 2008

Corte Sin Justicia

Pensé en titular este post como “La Corte: una mafia de sinvergüenzas”, porque los hechos que se han producido en el máximo organismo judicial colombiano generan repudio, animadversión, desconcierto y temor por las actuaciones tendenciosas, sesgadas e irresponsables de los miembros de la Corte Suprema.

Los magistrados conforman una
mafia en la que priman intereses, amiguismos, relaciones turbias, malquerencias y acciones tendenciosas para tomar sus decisiones. En cualquier caso, los “honorables” demuestran que quieren desconocer la motivación fundamental, que además es su razón de ser: la justicia.

Dice la Real Academia que
justicia es derecho, razón, equidad. Al analizar las actuaciones de la CSJ, surge de inmediato la indignación por el cinismo y el desconcierto por el futuro del país en manos de los intocables miembros de esa mafia que opera como Corte Suprema.

No tiene una explicación jurídica válida la última decisión de los mafiosos que encarnan lo “mejor” de la justicia colombiana. ¿Qué bases legales y de equidad pueden justificar que la Corte no haya pedido certificación para el contenido de los computadores de ‘Jorge 40’ y ahora lo pretenda hacer con los aparatos de ‘Raúl Reyes’? Tanto los de ‘Jorge 40’ como los de ‘Raúl Reyes’ son pruebas semejantes y los primeros han servido como fundamento para los procesos de la parapolítica.

Los aparatos del paramilitar no requirieron certificación, ni la Corte se molestó en solicitar una valoración ni de un técnico a domicilio. ¡Claro! Esos computadores eran útiles para la causa contra Uribe y por tal motivo bastaba con que tuvieran documentos en contra de políticos de la coalición de gobierno para darles validez procesal y no dudar del contenido.

Ahora con los computadores de ‘Reyes’, a la Corte le parece necesaria una segunda certificación que ellos
pedirían a Scotland Yard. Si solo existieran los computadores del terrorista de las FARC, pues esa decisión debería ser respaldada por todo el país. Sin embargo, la existencia previa de una prueba similar y un tratamiento diferencial para los aparatos de la farc-política que, según la Corte, no necesitan una sino dos certificaciones, demuestra la ausencia de equidad en los procesos que se adelantan en esa corporación judicial.

Esto, sin duda, tiene la intención de retrasar los procesos contra los implicados en la farc-política, pues seguramente Scotland Yard no incurrirá en desconocer el peritaje
adelantado por INTERPOL y en una respuesta radical a la solicitud de los “honorables”, los europeos pronunciarán no rotundo.

Sin embargo, de repente Scotland Yard dice que si. No cabe duda de que el resultado final será el mismo de INTERPOL, ya no solo por razones técnicas sino políticas e internacionales, pues a los británicos no les interesa ganarse un problema de sudacas y entrar en controversia con un organismo internacional al que ellos mismos pertenecen y apoyan financieramente. Pero esto podría demorarse semanas, lo que alarga el proceso y acerca el vencimiento de términos.

No obstante el punto central de esta situación es el tratamiento inequitativo de los procesos de la parapolítica y de la farc-política: para los implicados en la parapolítica no se requieren dobles certificaciones, bastan las primeras letras de sus nombres y apellidos en un papel que tampoco requiere validación grafológica; la velocidad de los procesos es vertiginosa y los resultados se asemejan más a los obtenidos por Torquemada hace unos siglos, que a los esperados de una justicia que decide en derecho, razón y equidad.

Contrasta lo anterior con la minuciosidad con la que los magistrados están abordando la farc-política, pues cada prueba debe ser certificada, cualquier documento va a requerir que quien lo escribió confirme la autoría y además, que un técnico en grafología certifique que está diciendo la verdad porque esa es su letra. En el caso de la farc-política hay que esperar que a los magistrados les de por llamar a ‘Raúl Reyes’ para que certifique que él escribió o recibió la información que compromete a los aliados de la Corte y del terrorismo… perdón por la redundancia.

Ni hablar de la velocidad de los procesos, pues estamos ante la patética muestra de la mafia instaurada en la Corte Sin Justicia: los colombianos no estamos viendo una pronta justicia en el caso de la farc-política, ni una acción eficaz y eficiente de los magistrados en los procesos que se relacionan con opositores al gobierno. Hace un año fue instaurada la denuncia contra Piedad Córdoba por sus arengas contra el país en un foro realizado en México. Hasta la fecha, Córdoba no ha sido llamada a versión libre.

Sin embargo si el asunto es promovido desde la oposición, ahí si los magistrados trabajan a todo vapor: el escándalo de Yidis estalló el 15 de abril y hoy, dos meses después, ella está esperando condena, Teodolindo e Iván Díaz Mateus están en la cárcel respondiendo por las acusaciones de la señora Medina… ¡Qué agilidad y prontitud de justicia! Incomparable con la lentitud y acomodamiento de la mafia de magistrados con respecto a Piedad Córdoba, Wilson Borja y Gloria Inés Ramírez (los primeros implicados pero no los últimos, salvo que la Corte Sin Justicia decida que su sesgo tiene que profundizarse mucho más y descarte los computadores de ‘Raúl Reyes’)

Pero los magistrados no han explicado sus relaciones con
Giorgio Sale, ni con ‘Macaco’, ni los viajes (¿cohecho?) pagados por personas cercanas a negocios ilícitos, y seguramente tampoco tendrán que responder por las condenas a la Nación que surgirán de la cacería de brujas vivida en los últimos tiempos.

Por Jaime Restrepo. Director Sistema Atrabilioso.

viernes, 13 de junio de 2008

La falacia de los subsidios

Detrás de la política de precio de la gasolina, como se infiere de la columna del viernes 30 de mayo, se esconde la pretensión de llegar finalmente a un escenario de libertad, en el cuál, a falta de competidores nacionales, el precio lo colocaría un hipotético importador que tuviera que pagar fletes, seguros y aranceles, que no están impactando al productor nacional.

Aquí hay un error conceptual, inducido muy posiblemente por inversionistas extranjeros avispados, que quieren libertad de precios en un mercado restringido que exige ser regulado.

Es muy sutil la diferencia, pero no es lo mismo permitir que los precios internacionales regulen los mercados internos ineficientes, o sobrevalorados por la acción de acaparadores y especuladores nacionales, ejemplo el arroz en el pasado, que permitir que los precios internos sean fijados por los mercados globales cuando los acaparadores y especuladores son internacionales, ejemplos: el petróleo y el arroz hoy. No obstante, la globalización expone la economía a los dos fenómenos.

El dilema es ¿cómo evitar que los precios internos sigan esos movimientos externos y carguen además con los costos de importación, en una economía de mercado y globalizada, cuya esencia es precisamente la libertad? En parte bajando o eliminando los aranceles de importación, pero es desarrollando mercados competitivos -local e internacionalmente- como se pueden controlar las alzas.

Hasta hace poco parecía que los mercados de futuros, que cubren riesgos de volatilidad en los precios de comodities, acciones, monedas y otros valores según su especialidad, eran perfectos. Pero en la medida en que el capital se ha concentrado y la economía se ha globalizado, estos han terminado fijando -en lugar de reflejar- los precios en el mercado real.

No obstante, por obvias razones, la producción, refinación y distribución nacional de hidrocarburos, es un servicio público (Ley 39 de 1987) monopolístico, y sus precios están regulados por fórmulas, que si bien deben reflejar las fluctuaciones externas, para no desincentivar la inversión, no tendrían porque incorporar los costos de una inexistente importación.

Los técnicos del Ministerio, llaman subsidios al mecanismo que impide que los costos de importación, no habiéndola, impacten el precio nacional. Y desmontar los subsidios, según ellos, es agregar esos costos.

Creo que el gobierno nacional, en cabeza del ministro del ramo, y los medios masivos de comunicación, deberían promover un debate nacional que le quite el misterio al asunto, y ponga en evidencia estas falacias y fundamentalismos que soportaron la apertura sin corresponsabilidad de los años 90.

Lo otro, lo de la especulación de agentes con gran poder de mercado (market makers) en las bolsas de valores internacionales, y la de los países productores que ponen al mundo en jaque, son los tirantes propios del sistema económico mundial, que tiene que producir como consecuencia lógica, sustitutos que obligue a reducir los precios.

La señal de precios es cada día más fuerte, y el momento es propicio: la fuerte competencia exige productos nuevos y diferenciación. El gobierno no debería desincentivarlos con políticas como las de aplicarles a los sustitutos el mismo concepto que encarece la gasolina.

Por Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.
myances@msn.com

miércoles, 11 de junio de 2008

ONU, paz y democracia

Se ocupa Moisés Naim de la idea de crear una organización internacional de democracias que supliera los graves déficit de la ONU, y la desaprueba por inviable y hasta contraproducente. Tal vez lo más defendible de lo que dice es la ingenuidad de atribuir al sistema político de un país un contenido que tal vez no tiene. La Venezuela de 2001 era formalmente una democracia y eso no impedía a su presidente reunirse con Sadam Husein para acordar políticas comunes.

Esa idea puede no ser buena, pero lo cierto es que a la hora de impedir la fabricación de bombas atómicas por regímenes criminales o el apoyo de ciertos Estados al terrorismo la ONU es del todo ineficaz, y aun funesta. Nadie debe olvidar que los representantes de esa organización internacional en Colombia, Mengeland y Demoyne, y muchos otros, eran abiertos promotores de las FARC, ni que a los camboyanos los representaba el régimen del jemer rojo lo mismo que a los kurdos iraquíes los representaba un agente del monstruo que los gaseaba.

En esencia la ONU es una organización obsoleta y completamente inepta. Surgió de la segunda guerra mundial y estableció una legalidad que poco tiene que ver con el mundo de hoy, en el que no hay modo de explicar que Francia tenga derecho de veto mientras que India, con casi 20 veces más población, sólo sea miembro del Consejo de Seguridad, el verdadero poder, con las mismas posibilidades que países pequeñísimos.

Tanto el texto de Naim como toda la retórica europea abundan en el reproche al “unilateralismo” estadounidense, como si los genocidios que han tenido lugar en tiempos de la ONU hubieran sido evitados por instancias multilaterales. Muy al contrario, en el caso de la antigua Yugoslavia las mismas naciones europeas “hacían la guerra con los hijos ajenos” promoviendo el fascismo que más conviniera a sus intereses, bien el de los ustacha croatas, leales a un antiguo bloque pangermanista, bien el de Milosevich, que pretendía hacer fracasar la independencia croata reconocida a toda prisa por Alemania. El papel de Francia en el genocidio de Ruanda también es conocido, así como la pasividad general ante las atrocidades de tantas guerras africanas, como la del antiguo Zaire, en la que han muerto ya varios millones de personas.

La orgía de crímenes en Yugoslavia se contuvo tardíamente y sólo por la determinación unilateral estadounidense, y también así se puso fin al amenazante régimen de Sadam Husein. Ante la escalada de crímenes del terrorismo islamista o el interés del régimen iraní de hacerse con bombas atómicas, así como de clamar por la destrucción de Israel, la actitud de quienes se quejan del “unilateralismo” estadounidense recuerda la disposición de casi todos los periodistas influyentes en Colombia para que se premie a las FARC: el “multilateralismo” sólo se entendería como una victoria y un reconocimiento que obtendrían los terroristas.

La ONU es la organización multilateral que correspondía a la guerra fría, los cinco países con derecho a veto correspondían a los vencedores de la segunda guerra y eran tres de un bloque y dos del otro. Al caer el muro de Berlín y disolverse la Unión Soviética, muchos creyeron que se abriría una etapa de paz y armonía entre las naciones. Bin Laden y compañía se encargaron muy pronto de acabar con ese ensueño: el entusiasmo que los hechos del 11-S produjeron en Europa y Latinoamérica fue el anuncio de una nueva época de rebelión y amenazas a la libertad, casi que la radicalización de Chávez y el ascenso de sus seguidores en toda la región a partir de entonces es en parte resultado de esa atrocidad. El “Nuevo Orden Mundial” no despierta propiamente entusiasmo en las regiones en que el comunismo tuvo un apoyo significativo. La suma del socialismo del siglo XXI con la yihad, el resurgir del nacionalismo ruso y la resuelta euforia con el terrorismo de la “resistencia” iraquí en Europa y Latinoamérica describen una época diferente en la que la paz mundial no depende del “multilateralismo” (en el que las pretensiones del régimen iraní de destruir a Israel reciben reconocimiento y son tan legítimas como el anhelo de sobrevivir de los israelíes) sino del poder que realmente pueda imponerse.

Ese poder basa su legitimidad en la tradición de defensa de la libertad: la nación en que surgió la democracia moderna y el régimen de libertades y derechos hace frente a un entorno hostil, no como muchos creen por culpa del gobierno de Bush (pues el odio que concentraban Nixon o Reagan era aún mayor y en tiempos de Clinton el antiamericanismo sólo era menos ruidoso), sino por su propia esencia. Sólo es la
amenaza que representa su modelo social para el orden imperante en otros sitios.

De modo que la vieja tarea de la segunda guerra mundial no se consumó con la derrota de Hitler ni con la caída de la URSS, pues las amenazas siguen siendo igualmente formidables. Y más allá de que nos guste o no, la tendencia es a que la ONU resulte irrelevante y el bando aliado recupere el papel de liderazgo mundial que tuvo en esos momentos. Ese bando aliado lo forman ante todo Estados Unidos y Gran Bretaña, que desde comienzos del siglo XIX han evitado enfrentarse y en todas las ocasiones importantes se han apoyado.

Pero en el mundo globalizado y recalentado hay dos países de gran extensión que comparten valores, idioma y tradición con esas dos potencias y que tienen enormes perspectivas de crecimiento demográfico y económico: Australia y Canadá. Esos cuatro países, junto con Nueva Zelanda e Israel podrían ser el “núcleo duro” de un nuevo poder global que podría contener las amenazas de los regímenes totalitarios, de los terroristas y de todos esos espíritus ansiosos de defender viejas jerarquías que no vacilan en aplaudir a los genocidas, como se vio con el jemer rojo y con los “insurgentes” iraquíes, como se ve con ETA o las FARC allí donde se las puede defender impunemente. Incluso ese grupo de países podrían llegar a tener estructuras de gobierno comunes, nacionalidad, moneda, mando militar, etc.

En un segundo nivel estarían los países ligados culturalmente al primer grupo: la Commonwealth, India, Sudáfrica, Singapur y países de inequívoca afinidad con Occidente: Japón, Corea del Sur, los de Europa central y oriental que han experimentado la opresión totalitaria y algunos de Europa y Centroamérica. Otro nivel menos fiable lo formarían los miembros de la OTAN que no hayan aparecido antes y países de todos los continentes que se pongan de parte de ese poder.

Como alianza militar, la organización tendría una actitud resueltamente defensiva, basada en la defensa de los valores de la carta de la ONU y en la determinación de garantizar la paz y evitar los genocidios, como el que ahora mismo tiene lugar en Darfur.

Bueno: es lo que creo que ocurrirá. No hay que ser adivinos para pensar que todos los reaccionarios de Latinoamérica y Europa estarán en contra, incluso es probable que gobiernen por largos períodos. Es que la simpatía por Hitler y Stalin (ampliamente mayoritaria en los años treinta del siglo XX en casi toda Europa, sobre todo en los países mediterráneos), por Castro y Chávez, por el Che Guevara y Camilo Torres, por todo el sempiterno antisemitismo y antiliberalismo, por Mohamed Atta y los insurgentes que hacen fracasar a EE UU en Irak como antes en Vietnam, no es en conjunto un hecho casual sino la manifestación de tendencias muy profundas. Y nadie debe dudar de que las sociedades que tomaron ese rumbo lo pagarán en términos de desmoralización, de escasa cohesión social, de baja productividad, de emigración de los más aptos y de amargura y resentimiento. La unidad latinoamericana “antiimperialista” podrá ser muy eficaz a la hora de asegurar el atraso y el despojo de minorías parásitas, pero como amenaza para EE UU y sus aliados sólo será tema de risa.

Por Jaime Ruiz. Columnista del Sistema Atrabilioso.

lunes, 9 de junio de 2008

Mujeres frenteras

Parece que en Colombia, las mujeres son las únicas que tienen el valor de afirmar en público sus convicciones y lealtades. Piedad Córdoba, Rocío Arias, Eleonora Pineda y hasta la misma Yidis Medina son muestras fehacientes de que son ellas las que le ponen el pecho a la brisa y dicen lo que piensan y son sus faldas las que esconden a cobardes como los políticos relacionados con los paramilitares o con el terrorismo, o a opositores y directores de medios que elaboran truculentas estrategias para derrocar al Presidente.

En días pasados, Piedad Córdoba
afirmó que "Aquí en Colombia necesitamos muchos Gaitanes vivos, muchas Policarpas Salavarrieta, vivas; muchas Marías Cano, vivas; muchos Camilos Torres, vivos, y muchos hombres que sean capaces de resistir la lucha, así como lo hizo también Manuel Marulanda, luchando contra el establecimiento".

¿Se podía esperar una posición diferente de Piedad Córdoba? Ni el más iluso de los colombianos admitirá que la declaración lo tomó por sorpresa. Sin embargo, mientras algunos se rasgan las vestiduras por la osadía de convertir en héroe al fallecido (¿dado de baja?) cabecilla terrorista, otros intentan desviar la atención para indicar que SOLO al Gobierno le indignó el discurso de la senadora.

Ambas posiciones son hipócritas: Aquellos que le dicen a Piedad Córdoba que
así no se hace son solo cobardes que quieren dejar ocultas las simpatías y vínculos con el proyecto totalitario de las FARC y compañía, porque además de la mala imagen, no resulta conveniente en la actual coyuntura el mostrar cercanía y afinidad con el brazo armado del totalitarismo chavista.

No es, en todo caso, una reprimenda por el fondo del mensaje, sino por la forma y por lo inoportuno que resulta, pues los que han defendido a la senadora liberal se toparon con una mujer que dice lo que piensa y siente, sin guardar apariencias y sin importarle demasiado las consecuencias para aquellos que han salido como perritos falderos a apoyarla.

La lista de los que quedaron “colgados de la brocha” por las declaraciones de Piedad Córdoba es larguísima, comenzando por el Polo Democrático Alternativo, que ha recibido el apoyo entusiasta de Piedad al punto de permitirle que se ubicara en la tarima de los ganadores cuando salieron vencedores en las elecciones para la alcaldía de Bogotá.

Es evidente que Piedad Córdoba siente que sus ideas, simpatías y compromisos están mejor representados en el Polo que en el partido Liberal, incluyendo, por supuesto, la ambivalencia polista con respecto a las FARC… ¿Qué dirá el PDA sobre el llamado de la senadora a convertir en héroe al sobreviviente de Marquetalia? Una mujer dijo en público lo que ellos no son capaces de repetir ni de admitir ante el país: los dejó como a simples cobardes.

Otros que seguramente deben estar pensando cómo salir de semejante embrollo son algunos columnistas que se convirtieron en escuderos de la senadora, como
Ramiro Bejarano: el abogado del magistrado César Julio Valencia Copete es un defensor furibundo de la Senadora, de quien ha dicho que “es un baluarte de la democracia y de la dignidad, duélale a quien le duela”. Es evidente que Bejarano comparte una amplia porción del pensamiento cordobista cuando ella muestra como adalid de la democracia a un terrorista (cosa que desde hace mucho tiempo los colombianos tenemos clara) y él la declara como un baluarte de dicha democracia.

Todo el país conoce de tiempo atrás la simpatía que siente la Córdoba por las FARC y todo lo que representan para el proyecto totalitario de Hugo Chávez. Resulta entonces difícil que un columnista que se pasea en las altas cortes y en los cocteles de lagartos y manzanillos, no supiera la cercanía de la senadora con las FARC y en consecuencia, que su defensa no incluyera el compartir ideales y métodos políticos.

El partido Liberal, al que alguna vez la señora Córdoba llamó
un partido de traquetos, tampoco sale bien librado de las declaraciones, pues una cosa es la tolerancia de posiciones ideológicas y otra muy distinta es el discurso de quien fuera codirectora de ese partido.

En un intento vano por salvar las apariencias, César Gaviria salió a “
regañar” a la señora Córdoba: "Piedad tiene que reflexionar sobre eso y empezar a mirar que con esa actitud le hace daño a nuestra democracia y al propio liberalismo.”

A Gaviria le molesta la actitud, en otras palabras la posición sincera y coherente de Piedad Córdoba, pues eso le hace daño, dice Gaviria, a la democracia y al liberalismo. Es, hasta aquí, solo un llamado de atención por la forma y no por el contenido del discurso cordobista.

Pero al referirse al fondo del mensaje, Gaviria hace unas
declaraciones que intentan deslindar al liberalismo de las formas estilo Piedad, mostrando que la senadora se está quedando aislada en sus pronunciamientos: "Ella no tiene nada que decir de los actos barbáricos de las FARC de las torturas a los secuestrados. Piedad tiene todo el derecho a creer que la única política válida es la política de hablar con a guerrilla, pero ella no puede convertirnos esto en esas voces de elogios sin límites para las FARC porque francamente le está haciendo daño a la democracia (…) No puede ser que no haya nada que decir contra las Farc por parte de Piedad y que eso es una maravilla y que no merezca ni siquiera un reproche. Estoy esperando a que Piedad reflexione, el partido no quiere estar en eso. Ella se está expresando de una manera delirante".

¿Es que el liberalismo no tiene un tribunal de ética? ¿Será que solo se necesita una descalificación de micrófonos contra quien dice lo que piensa y no una actitud cerrada y valiente contra el terrorismo y todas sus formas de lucha? Lo de Gaviria es un saludo a la bandera y nada más.

Mientras unos tratan de limpiar las salpicaduras de Piedad, otros intentan minimizar el discurso a un simple pleito entre ella y el gobierno Uribe. El título de
El Tiempo es elocuente:”Exaltación de 'Marulanda' hecha por Piedad Córdoba genera malestar en el Gobierno”.

Las reacciones de miles de colombianos frente a la Senadora, no por sus
supuestas labores humanitarias sino por sus actitudes, palabras y compromisos CONTRA el país, no pueden desconocerse. Tampoco se debe olvidar la posición de muchos ciudadanos en la abrumadora protesta contra las FARC del pasado 4 de febrero, que incluyó cuestionamientos, críticas e insultos contra Piedad Córdoba.

Es facilista la posición de El Tiempo, pues reducir el tema a un enfrentamiento entre Piedad Córdoba y el Presidente, ignorando las manifestaciones (algunas iracundas) de los ciudadanos frente a la amiga de Chávez, es un sesgo que busca establecer un cuestionamiento timorato sobre las incidencias del discurso cordobista en el país político, sacando de la ecuación a los ciudadanos que rechazamos enfáticamente a las FARC y a todo el mundillo subterráneo y formal que las impulsa.

Que la Senadora pida prácticamente que erijan monumentos conmemorativos de ‘Tirofijo’ no es un asunto de poca monta, ni una pelea exclusiva del Gobierno con la política chavista. Por el contrario, esa exaltación es la representación del ideario sombrío de muchos colombianos, empezando por decenas de columnistas, periodistas y comentaristas de El Tiempo.

Es que hasta Chávez ha guardado silencio, aunque no será por mucho tiempo, pues tendrá que explicar los motivos que tuvo para publicar, en los
panfletos de adoctrinamiento contra el gobierno colombiano, fotos y alabanzas para Piedad Córdoba, la misma que hoy pide canonizar en los altares del totalitarismo a ‘Manuel Marulanda Vélez’, un simple y mediocre terrorista que solo derramó la sangre de otros para satisfacer sus ambiciones y resentimientos. No obstante, así como Chávez concedió la beligerancia, Piedad le dio el estatus de héroe a uno de los peones del brazo armado… están en la misma frecuencia.

Sin embargo, como la Córdoba fue descarnada, entonces sus áulicos le comienzan a dar la espalda para demostrar que rechazan la violencia (cuestiones de forma) pero dejan intacto y respaldan a rabiar el fondo que es el proyecto totalitario de Chávez y compañía.

Por Jaime Restrepo. Director Sistema Atrabilioso.

viernes, 6 de junio de 2008

Iniquidad, al revés

El paradigma está orientado a que los más pudientes (empresarios, empleados e independientes) subsidien a los que menos tienen (desempleados e informales). Una especie de socialismo, que alivia las tensiones sociales propias del capitalismo.

En el caso de la Ley de Servicios Públicos y de Seguridad Social, se crearon los llamados subsidios cruzados, mediante los cuales unos pagan más que otros, sin que ello les afecte la calidad de los servicios que reciben (cero preferencia) al menos en teoría. El sistema ha funcionado bastante bien en su fin de hacer asequible la salud y los servicios públicos a todos, sin intervención directa de la burocracia ni de los políticos.

Pero en algunos casos –específicamente en el de la salud- los que más aportan perciben que el servicio recibido no se comparece con los aportes que hacen, y que con el mismo dinero pondrían obtener mucho más en la consulta particular. Y en odontología, la situación es realmente escandalosa, e intolerable.

El trabajo odontológico es secuencial, se va realizando poco a poco, pero las citas solo es posible conseguirlas de una por semana, y eso con suerte porque el número de profesionales, o de consultorios, es insuficiente, a pesar de cumplir –según el decir de las EPS- con lo establecido por Ley.

El procedimiento indica que la primera cita es de diagnóstico, la segunda de profilaxia (aseo) y solo en la tercera se inicia el trabajo. Las emergencias no resuelven problemas sino que calman dolores.

A los especialistas hay que pagarles, además de la cuota “moderadora”, otro cargo que llaman “copago”. Sumando citas y cuotas, casi no hay diferencia económica con la consulta particular, y los profesionales sabiéndolo, invitan a los pacientes a sus consultorios, donde el tratamiento es mas expedito y por lo menos hay a quien reclamar.

Un caso que ilustra lo anterior, se presentó en Salud Total. Una paciente con un fuerte dolor de muelas fue a la emergencia, donde le calmaron el dolor, e inició el calvario descrito arriba. La tentación de abandonar todo e ir a la consulta particular era cada día mayor, pero pudo más su testarudez. Casi 30 días después y a horas de un viaje al exterior, le tocó humillarse -tiquete en mano- pidiendo caridad frente a profesionales incrédulos, insensibles o maniatados por los procedimientos administrativos.

Por favor, pedir caridad –dice la paciente- si a mi esposo le quitan mensualmente el 12% de su pensión, con lo que no solo se paga el servicio solicitado, sino que se subsidia a los pobres, quienes paradójicamente no padecen esos tratos. En otras palabras, los que no tenían salud sienten que ganaron, pero los que si, que fueron degradados: sucede siempre que se redistribuye.

Podrían ser imperfecciones del sistema, porque al no poder igualar a todos por lo alto, terminan igualados por lo medio, o por lo bajo. Pero a ella nadie le saca de la cabeza, que los galenos creen, que si tiene para viajar al exterior, debe tener también para ir a la consulta privada. Como tampoco, que le degradan el servicio a los más pudientes, para que vayan a sus consultorios particulares.

No obstante lo que se percibe es que el paradigma confunde justicia con iniquidad al revés, como si se tratara de venganza de clases, propiciada por estos profesionales de la salud.

Por: Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.

miércoles, 4 de junio de 2008

Los herederos del fascismo

En condiciones de indigencia intelectual y primitivismo, la confusión de los nombres hace estragos porque la gente termina defendiendo aquello que dice condenar. Caso típico es el del término “fascismo”, que los fascistas han convertido en insulto contra quienes los contradicen. El motivo de ese desprecio fue el fracaso del fascismo histórico en la segunda guerra mundial, y la aparente oposición con el socialismo marxista. En la jerga de esta corriente, a medida que se perdían las ilusiones que había creado tras la Revolución rusa, toda oposición se fue convirtiendo en “fascismo”. Pero el fracaso del comunismo en Rusia y su periferia forzaba a la “izquierda” de los países subdesarrollados a adoptar una retórica amalgamada y brutal que sólo se puede describir con un adjetivo: fascista.

El fascismo de Mussolini es sólo una variante del socialismo, la tradición colectivista-estatista del siglo XIX que surgió de las ideas de Rousseau y Hegel, entre otros. Mientras que el marxismo se proclamaba internacionalista y partidario de la extinción del Estado tras la destrucción de todas las instituciones liberales, algunos socialistas encontraron un terreno perfecto para hacer prosperar sus ambiciones en el patriotismo y en el refuerzo incesante del Estado-nación. Eso es el fascismo. El que coincidiera con los antisemitas alemanes y austriacos era inevitable, lo mismo que el surgimiento de una sucursal española basada en la nostalgia imperial y dedicada a ofrecer un elixir infalible contra la angustia de la disolución que sufría ese país desde la pérdida de las colonias americanas durante las guerras napoleónicas y del resto del imperio en 1898. (Pero hubo tremendos movimientos fascistas en Rumania, Hungría, Croacia y otros sitios, mientras que el nacionalismo árabe de las décadas posteriores era típicamente fascista.)

Las coincidencias entre el fascismo y el comunismo son muchísimas, pero quedaron ocultas por la confrontación de 1939-1945, en que los socios de Hitler en la conquista de Polonia quedaron legitimados por la necesidad que tuvieron los aliados de su aporte para vencer al régimen nazi. Eso permitió a los intelectuales comunistas —también muy parecidos a los fascistas como corruptores del lenguaje, justificadores de atrocidades, miembros de una secta intransigente y propagandistas del culto del Estado y de la personalidad de los líderes— obrar impunemente en muchos países, sobre todo en los del Mediterráneo europeo y en Latinoamérica. La identidad con el fascismo quedaba disfrazada por la oferta de un futuro de armonía entre las naciones y reconocimiento de todos los grupos étnicos. Una vez declarada caduca la utopía comunista, los herederos del comunismo resultan sólo típicos fascistas.

Es lo que ocurre con Chávez, esa lamentable especie de Mussolini tropical: militar golpista, patriotero brutal, abierto antisemita, destructor de la institucionalidad democrática, profesional de la injuria y la amenaza. Hace falta un mundo de extrema ignorancia y deformidad moral para no ver en el siniestro émulo de Sadam Husein (su amigo) a un fascista típico. No es raro que sus seguidores y socios sean personajes como el temible Ollanta Humala, defensor de una versión delirante de nacionalismo racista que sólo se distingue del fascismo en lo remoto y precario del imperio que quieren reivindicar. O los “justicialistas” argentinos, cuyo fundador pretendía ante todo emular a Mussolini. ¿Alguien recuerda que los Kirchner se hayan apartado alguna vez de la herencia de Perón? También el nacionalismo de Evo Morales tiene ingredientes fascistoides.

Otra característica del fascismo es la reivindicación de la violencia política por parte del grupo que encarna el mito nacional: lo que para los discípulos de Mussolini era “violencia caballeresca” para los sicarios que reinan en las universidades y en la judicatura en Colombia es “delito político”, una legitimación del crimen que ciertamente no se acepta en ningún país civilizado. La espantosa intimidación de los fascistas que usufructúan al Estado en sus universidades no es más que aplicación de esa clase de violencia, que en tiempos del fascismo italiano se llamaba “acción directa”.

La misma pasión antiamericana de las clases acomodadas ligadas al Estado en un lugar como Colombia es típica del fascismo: la obsesión con un enemigo al cual siempre derrotar y culpar de todo lo que ocurre es típica del fascismo. Para los nazis eran los judíos, para los fascistas italianos eran los británicos. En Latinoamérica, ya con Perón, el fascismo se obsesiona con EE UU. El fascismo es esa cultura del odio de la chusma contra el enemigo que los gremios de divulgadores de ideología le ofrecen, siguiendo la rutina patriotera.

Pero en definitiva hay algo que caracteriza al fascismo: la corrupción del lenguaje. En tiempos de Franco su régimen se definía como “democracia orgánica”, siendo el apellido el que legitimaba la negación del nombre. Bueno, la Falange Española de las JONS (sigla que significa Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista) surgió como un intento de desarrollar en España un movimiento como el de Mussolini. Del régimen italiano heredaron otra expresión del mismo jaez: Justicia Social. Era el nombre que servía para justificar cualquier atropello del poder estatal, legitimado por eso “social” que sólo define por antonomasia al Estado y que se usaba cuando convenía para soliviantar los sentimientos anticapitalistas que estaban en la base popular del movimiento fascista. Los jesuitas con los que se formó Fidel Castro la transmitieron a los fascistas latinoamericanos. Para reconocer a un fascista hoy en día basta con verlo explotando esa típica expresión fascista. Mejor dicho, “justicialista”.

Por Jaime Ruiz. Columnista del Sistema Atrabilioso.

martes, 3 de junio de 2008

Protestas criminales: a un paso del combate en las calles

Los disturbios que se presentan en las universidades públicas colombianas están llegando a un punto de enorme peligro para la sociedad y para los miles de estudiantes que ni de lejos simpatizan con las manifestaciones violentas.

Hace un par de semanas, en la
universidad Surcolombiana en Neiva, varios encapuchados (por que eso si, de cobardes lo tienen todo) rociaron con gasolina a varios miembros del ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios de la Policía) y luego les prendieron fuego.

El jueves pasado, varios encapuchados que participaban en una protesta en la
universidad Pedagógica de Bogotá, lanzaron envases de vidrio con ácido para quemar a los policías del ESMAD.

La protesta de los estudiantes se originó en un déficit financiero que tiene la Pedagógica por supuestos malos manejos del rector de esa Universidad. ¡Claro que hay que protestar! Ni más faltaba que se presenten manejos irregulares del presupuesto y que los miembros de la comunidad guarden silencio ante los hechos.

Pero de protestar a lanzar piedras y cuanto objeto se les atraviesa, ya hay un abismo que resulta incomprensible, pues uno esperaría de los estudiantes que demostraran las “grandes bondades” de la “academia” y realizaran todas sus acciones en el marco de las ideas, del debate y de los planteamientos argumentados, todo lo que se contrapone a la violencia como método de expresión.

Sin embargo no están satisfechos con las piedras, ni con lanzar papas explosivas, ni incendiar buses incluso con gente adentro como ocurría hace unos años en la Nacional de Bogotá… ahora hay que quemar a los policías, es decir, rociarlos con cualquier cosa para ocasionar el mayor daño posible.

En otras palabras: los hechos de la Surcolombiana en Neiva y de la Pedagógica de Bogotá ponen sobre el tapete el uso de armas letales por parte de los encapuchados manifestantes.

¿Qué puede pasar? Evidentemente las fuerzas del ESMAD quedan en desventaja ante los artefactos que los encapuchados están utilizando en las manifestaciones: contra un rifle para el lanzamiento de granadas de gas lacrimógeno (cuyo propósito es disuadir y no causar daño), los encapuchados optaron por lanzallamas arcaicos pero muy efectivos por el factor sorpresa. Es decir, los pichones de terroristas están utilizando
armas y buscan dañar al adversario.

Así las cosas, la tentación para los uniformados será llevar equipos con armamento a las protestas, situación que surgirá en cualquier momento con las consecuencias fatales que evidentemente genera una confrontación armada. De paso, en algunas situaciones, pagarán justos por pecadores y caerán estudiantes que no tenían nada que ver o que quedaron atrapados en medio de la confrontación.

Más claro: si un contendor escala los métodos violentos, la contraparte necesariamente tiene que asumir lo propio, pues los policías no pueden llegar desprotegidos y en desventaja frente a los “avances criminales” de los encapuchados.

Pero esto sería el preámbulo, pues los enfrentamientos de dos fuerzas armadas son los combates, en este caso en las calles de las diferentes ciudades en donde hace presencia la universidad pública y ante esa situación no quedará otro camino que el cierre definitivo de esas instituciones.

Se hace necesaria la unidad de las comunidades universitarias y la intervención decidida de las directivas para expulsar a aquellos que tienen por misión pensionarse como estudiantes de las universidades públicas, a los encapuchados que se disfrazan de alumnos y a los disque profesores que solo cumplen con labores de adoctrinamiento para el terrorismo. De lo contrario el cierre deberá ser la opción radical para evitar un baño de sangre.

Se hace urgente fomentar la convicción de que lo que llaman “academia”, así sea muy a la colombiana, debe ejercer el derecho a la protesta DESDE la razón y no desde la violencia, pues las pedreas y demás solo demuestran la pobreza formativa de la universidad pública y evidencia que en esas instituciones muchas cosas están fallando para que sus alumnos (esos que supuestamente van a aprender a pensar) escojan el camino de la violencia y no del debate de ideas.

Por su parte las autoridades deben atender esta situación con sumo cuidado, estableciendo canales que les permitan diferenciar entre una protesta y una asonada. Al mismo tiempo se hace necesaria la judicialización de los encapuchados y las acciones de inteligencia que permitan detectar a los elementos que promueven o actúan de manera violenta al interior de las universidades públicas. Ojalá la justicia actúe de verdad y no como ha ocurrido con los detenidos en la Pedagógica, quienes en estos momentos están cómodamente sentados en sus casas, disfrutando de vacaciones hasta mañana.

AL CIERRE: Hay preguntas incómodas, esas que algunos periodistas no hacen por miedo a molestar a sus entrevistados. En el publirreportaje que, en la básica de Caracol, le hizo Gustavo Gómez al liberado Luis Eladio Pérez para promover su libro, el periodista invitó a los lectores de su blog a formular preguntas para su invitado.

Muy juicioso decidí
plantear las siguientes: El despeje y concesión del intercambio humanitario va a generar una espiral de secuestros en el país, pues el mecanismo del secuestro como extorsión política habrá funcionado y mecanismo que funciona se repite. ¿Qué garantías puede dar Luis Eladio Pérez de que al liberar a 30 secuestrados NO SE REPETIRÁ NUNCA MÁS el secuestro? ¿Puede garantizar que 40 millones de colombianos no quedamos a merced de los caprichos del terrorismo por cuenta de la negociación de menos de 30 personas? ¿Es humanitario pensar en solo 30 para poner en riesgo a más de 40 millones?

Pero ¡Oh sorpresa! Mi pregunta ni el tema fueron mencionados, pues lo importante era ofrecerle un espacio a Luis Eladio Pérez para que promocionara el libro que hizo en compañía del jefe de Gustavo Gómez y no para confrontarlo ante la tarea “humanitaria” que el ex secuestrado decidió emprender para liberar a Ingrid Betancourt… y a los demás, aunque solo los mencionan como una masa amorfa. En el publirreportaje hablaron de sexo (eso vende), de comida, de felicidad e infelicidad, pero Gómez y compañía solo optaron por las preguntas políticas más livianas, como para que Pérez no se enfurruñara como lo ha hecho en otras entrevistas.

Es una lástima que Gustavo Gómez entre en el círculo de los periodistas que no hacen preguntas incómodas para congraciarse con su entrevistado y con sus jefes.

Por Jaime Restrepo. Director Sistema Atrabilioso.

lunes, 2 de junio de 2008

Congreso de vagos, sede Capitolio Nacional

Finalmente, después de acalorados debates, de esfuerzos académicos e históricos sin precedentes, en el actual Congreso de la República fue aprobado en primer debate el proyecto de ley que busca cambiar el escudo de Colombia.

Como seguramente la “importante” ley pasará los otros tres debates –difíciles, arduos, sesudos para un tema vital como el escudo nacional- entonces tendremos por fin a San Andrés y Providencia en el escudo de Colombia y borraremos el oprobio de llevar lo que perdimos sin dar la pelea.

Supongo que el día en el que el proyecto se convierta en ley, supuestamente antes del 20 de julio, los congresistas invitarán a todos los medios de comunicación nacionales e internacionales (semejante noticia lo amerita), convocarán a los líderes de opinión para que asistan a tan histórica votación.

Imagino que ese día la máxima jerarquía del clero colombiano convocará un Tedeum y después de la votación, algún obispo, o hasta el mismo cardenal Rubiano, rociarán la naciente ley con agua bendita.

Y no es para menos:
sacar a Panamá del escudo de Colombia será la única ley que podrá mostrar el Congreso de la República en la presente legislatura. Será, por decirlo de alguna manera, la única tarea cumplida durante el último año por los 268 congresistas que ganan, cada uno, casi 19 millones de pesos, lo que equivale a cerca de 5 mil millones de pesos mensuales en solo salarios de los honorables. Esto significa que los contribuyentes colombianos gastamos 60 mil millones de pesos en cambiar el escudo… ¡Qué buena inversión!

Es que los congresistas están tan inmersos en sus propios temores y en la antropofagia de sus pasiones que no tuvieron ni tiempo ni cabeza para gestionar algo más que el cambio del escudo colombiano.

El Congreso de la República, tan desprestigiado por estos días, no tiene interés en mejorar su imagen. Mientras la supuesta bancada uribista se esconde y sus miembros luchan por bajar el perfil –no vaya y sea que llamen la atención y los capturen por parapolítica-, la oposición se dedicó casi por completo al control político que aunque necesario, es solo obstruccionista cuando no va acompañado de iniciativas correctivas. Además, esa misma oposición ha hecho gala de la incoherencia oportunista que hemos denunciado de manera reiterada.

La última perla se dio en los debates de la reforma política: el Polo votó en contra de la reforma en los seis primeros debates y en la discusión de la séptima vuelta del proyecto, el Polo salió a defenderla e incluso Gustavo Petro gritó airado que la iniciativa es fundamental por cuanto busca “sacar a los paramilitares del Congreso”… la pregunta es de Perogrullo: ¿Si es tan importante, por qué el Polo no la votó a favor desde el principio? Cuestión de vanidades y de oposición ciega, pues como antes le gustaba al Gobierno, los opositores tenían que odiarla y negarla. Ahora, cuando el Gobierno dice no quererla, entonces se despierta repentinamente el apoyo a dicha reforma… ¡Qué horror!

Siempre he tenido una mala opinión del Congreso. La mayoría de sus integrantes me parecen sujetos despreciables calcados de la peor caricatura o de la mejor biografía de Yidis Medina. Sin embargo el de ahora se lleva el premio al peor Congreso de la historia por la ineptitud, incoherencia, narcicismo, corrupción e incapacidad de la gran mayoría de sus integrantes.

Durante el último año hemos visto a los congresistas embarcados en pleitos, gritos y aullidos –unos atacando y otros defendiendo- por cuenta de la polarización que padece el país político: mientras la oposición estima que su única tarea es criticar, calumniar y lamentarse, la supuesta coalición de gobierno ni siquiera da la cara y la regla general es el absentismo. Aunque si se tiene el desatino de ver una plenaria del Senado o de la Cámara la desazón es mayor, pues los pocos miembros de la bancada oficialista que asisten a las plenarias carecen de ideas, hablan en voz baja en el mejor de los casos y son arrasados en los discursos por los miembros de la oposición.

Al escándalo de la parapolítica se sumará el de la farc-política, lo que seguramente deslegitimará aún más al actual Congreso. Obviamente serán menos los implicados en la farc-política, pues las matemáticas dicen que la oposición es minoría y por lo tanto se tendrá que ver la situación no desde los números sueltos, sino desde los porcentajes… pero eso es otro tema.

¿Qué hacer? Ninguna solución que surja del Congreso de la República tendrá legitimidad, pues despertará las suspicacias por ser de autoría de gente cuestionada o por cuestionar. Tampoco parece útil la revocatoria, pues la historia reciente demuestra que a un Congreso malo que es revocado, lo sucede otro peor y más corrupto, como ocurrió en 1991.

El gran acuerdo nacional, esa entelequia que hemos escuchado tantas veces en la historia nacional, no tiene ni pies ni cabeza por las vanidades de los líderes de derecha e izquierda y porque en esa pelea hay demasiados resentimientos de vieja data como para presumir que pensarán en algo distinto a sus propios intereses.

La única salida parece ser que el Presidente se juegue su gran popularidad para conseguir la estabilización política del país, convocando una Asamblea Constituyente que permita revocar el actual Congreso y así cruzar el tramo, todavía largo, de las relaciones de políticos con los violentos.

Esa Constituyente debe servir para mucho más: corregir los errores de la Constitución del 91, rectificar las carrileras para evitar el choque de trenes de las altas cortes, poner en cintura a los partidos políticos, garantizar la seguridad democrática como política de Estado y cerrar de tajo la posibilidad de más de dos periodos presidenciales.

Lo que no podemos permitir es que se mantenga la pantomima de un Congreso que además de cuestionado, es inoperante y sólo puede sacar, en un año de gestión, una ley para cambiar el escudo nacional… eso da vergüenza.

Y ¿qué opina usted? ¿Qué reformas se podrían incluir en la Constituyente?

Por Jaime Restrepo. Director Sistema Atrabilioso.