Iván Cepeda sostuvo que espera que la confesión de ‘Don Berna’ genere nuevas investigaciones sobre la presunta colaboración de las Autodefensas Unidas de Colombia a la primera campaña presidencial de Uribe.
Esto significa que, según Cepeda, hay que otorgarles crédito a los testimonios de los jefes paramilitares, e investigarse hasta las últimas consecuencias. Más allá de la euforia, comprensible en Cepeda Castro pues ha fracasado estruendosamente en la búsqueda de pruebas o indicios que vinculen a Uribe con el paramilitarismo; ciertamente las declaraciones y testimonios de los paramilitares deben ser evaluados y sobre todo, corroborados con documentos que ratifiquen la versión de los criminales.
En la misma línea, frente a la euforia del postizo defensor de los derechos humanos, es necesario advertir que el supuesto testimonio fue proferido por un individuo extraditado por el gobierno Uribe que estaba a punto de escuchar su condena, como consecuencia de esa determinación. Es decir: si de evaluar se trata, resulta un factor fundamental el deseo de venganza contra quien tuvo la osadía de enviarlo a una prisión extranjera prácticamente por el resto de su vida.
No obstante, si Iván Cepeda es coherente, no solo deberá creerle a ‘Don Berna’ sino a todos los jefes paramilitares, incluyendo a aquellos que estaban confesando sus crímenes y tratando de justificarlos con falacias ideológicas y políticas. En ese orden de ideas, Cepeda Castro debería plantear también una investigación sobre los testimonios de Carlos Castaño (consignados en el libro Mi confesión, Carlos Castaño revela sus secretos, escrito por Mauricio Aranguren Molina) sobre sus acciones criminales:
"El 9 de agosto de 1994 viajé a Bogotá y dirigí el comando que ejecutó al senador Manuel Cepeda Vargas. Ordené su muerte como respuesta a un asesinato cobarde que perpetró las FARC, fuera de combate. Luego envié la siguiente razón al secretariado: “Señores, vamos a matarnos, pero en guerra”.
La guerrilla le colocó una bomba de cien kilos de dinamita al General del Ejército, Carlos Julio Gil Colorado. Su muerte me afectó y mi reacción fue ejecutar a Cepeda. Las FARC sabe que le respondo de igual manera cada vez que plantean guerra sucia. Lo hice porque las FARC saben que yo les contesto cada vez que me hacen algo sucio.
Y dese cuenta cómo es la vida. Hace pocos días, ¡qué ironía y qué deplorable justicia!, la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá me absolvió de toda responsabilidad de ese crimen sin asignar yo un abogado en mi defensa.
Manuel Cepeda pertenecía a las FARC y al que le quede duda alguna, averigüe el nombre del frente urbano de la guerrilla en Bogotá: Frente Manuel Cepeda Vargas. Los hombres que realizaron la ejecución no se encuentran detenidos. Fueron un policía retirado de nombre Pionono Franco y otro muchacho que ejecutó la guerrilla tiempo después.
Me fue posible reaccionar rápido tras la muerte del general Carlos Julio Gil Colorado, porque Manuel Cepeda trabajaba para las FARC en la legalidad. Siempre lo mantuve vigilado. Interceptaba sus llamadas y escuchaba sus conversaciones. Todo el tiempo lo tuve en la mira para responder al juego sucio o para retenerlo y lograr un canje por un secuestrado clave. Manuel Cepeda no ocupaba un cargo dentro de las FARC, pero era uno de sus hombres importantes. Fundó las Juventudes Comunistas y formó los cuadros políticos más relevantes de la guerrilla."
Por Jaime Restrepo. Director de Atrabilioso.
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