viernes, 31 de agosto de 2007

La capitalización de ECOPETROL

Por: Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.
myances@msn.com

El pasado lunes 27 de agosto se inició una nueva etapa en la vida de Ecopetrol: la capitalización de la empresa con recursos de los ciudadanos mediante la emisión de acciones. El proceso promovido desde la presidencia de la República, ha sido dirigido por Javier Gutiérrez, quien ya hizo antes, y con éxito, algo similar en Interconexión Eléctrica S.A. (ISA).

Lo que para algunos –digámoslo: la oposición- es un mal negocio, una privatización más -en esta ocasión de la primera empresa del país- para otros democratizarla es una necesidad que permitiría desligarla del presupuesto nacional y sustraerla de la monitoria del FMI, con el fin de abrirle la posibilidad de endeudarse y emprender nuevos proyectos.

Cómo siempre escasea el pragmatismo, y se tercian en la pelea posiciones ideológicas preconcebidas, y dogmáticas. Los beneficios o perjuicios de la movida económica, antes que anticiparlos recurriendo a la ideología de cada grupo de opinión, habría que esperarlos como resultado de las nuevas actividades en que incursione la compañía, como la exploración, perforación y explotación de nuevos yacimientos de hidrocarburos tanto en el país, como más allá de las fronteras.

Si esos proyectos son exitosos todos ganan, sino la empresa no se va a acabar, pero habrá ganado en experiencia. La idea es convertirla en otra Petrobras, una muestra más de que la globalización va en serio, y de que ésta consiste no solo en abrir nuestros mercados –eso también es importante para abaratar la vida-, sino en buscar afanosamente nuevos mercados en el exterior para nuestros productos y nuestras mejores empresas.

Las expectativas son que una vez convertida en corporación, el flujo de ingresos de la nación aumente al crecer las utilidades, y que los inversionistas obtengan algo más que su costo de oportunidad, tanto en valorización como en dividendos.

Aunque las inversiones en que se comprometerá Ecopetrol –sola o en asocio con otras mas experimentadas- son de alto riesgo (puede no encontrarse nuevos yacimientos) el suscrito y muchos nacionales, al igual que en otras oportunidades, le estamos dando al gobierno un voto de confianza.

El valor de la acción, 1.400 pesos; el mínimo permitido, mil acciones; y la financiación a 12 meses sin intereses del 85% de lo adquirido, le dará a la oferta –sin duda alguna- una gran acogida, y a la acción una gran bursatilidad, lo que asegura su valoración en la bolsa de valores. Por otro lado, la baja rentabilidad de los ahorros colocados en otro tipo de papeles, y el riesgo natural de los negocios, la hacen aún más atractiva.

También es una nueva oportunidad de enseñar a los colombianos en que consiste el nuevo capitalismo: el mundo de las corporaciones.

El riesgo para quienes adquieran las acciones, como ya lo demostramos en una columna anterior, es prácticamente nulo, pues en el peor de los casos los adquirientes estarían recibiendo el 20% de los dividendos del ejercicio, que no tienen porque desaparecer por el simple hecho de hacer una emisión, pero que sería entendible que disminuyeran –hablando siempre en el peor de los casos- ya que le empresa tendrá que recurrir a endeudamiento, y por lo tanto a compromisos financieros.

Vendría a bien que los trabajadores pudieran disponer de parte de sus prestaciones sociales anticipadamente (primas e intereses de cesantías por ejemplo) para convertirnos, como lo quiere el gobierno, en un país de empresarios. Por su lado el gobierno deberá garantizar –asumiendo el riego si fuera necesario- las consecuencias de un indebido manejo corporativo. Por ahora, la figura de Javier Gutiérrez es prenda de garantía, pero ¿mas adelante?

miércoles, 29 de agosto de 2007

La repentina indignación del Polo

Por Jaime Restrepo. Director Sistema Atrabilioso.

Todo comenzó con una declaración del panzón oligarca ‘Raúl Reyes’ al periódico El Clarín de Argentina.

En esa entrevista el vocero de los terroristas señaló: "Exigimos la renuncia del gobierno de Uribe por ilegítimo, por corrupto, por ser el responsable de la narco-parapolítica. Y hemos pensado que debe ser reemplazado por una coalición para conformar un gobierno pluralista, patriótico y democrático, que se comprometa con la verdadera paz. Pensamos que un gobierno de estas características puede servir también en Colombia, como por ejemplo un gobierno del Polo Democrático Alternativo".

Al PDA, por lo menos a Gustavo Petro, no le disgustó la idea. En Clarín Petro sostuvo que “es importante que las FARC vean que a través de la democracia y de un gobierno democrático se puede acabar la guerra. En eso hay una luz de esperanza".

Esto es acoger las palabras de ‘Reyes’, ni más ni menos, aunque Petro las acomoda de manera inteligente para encausarlas a la conquista de electores incautos: “La mejor manera de derrotar a las FARC no es con las armas, algo que se ha demostrado imposible. Y ellos no pueden derrotar al Estado. Entonces está claro que la mejor manera es a través de la política, que pierdan su razón de ser.”

Suena a las mismas promesas que en su momento hizo Andrés Pastrana, solo que esta vez el Senador se aventura a una redefinición de la derrota de las FARC: ya no será con armas sino con política para que pierdan su razón de ser. ¿Realmente el PDA quiere derrotar a las FARC por la vía que digan escoger?

Pero hay que hacer memoria: las FARC pedían en el Caguán que se desmantelara el paramilitarismo y a pesar de los cuestionamientos a la política de sometimiento, muchos de esos sectores violentos y criminales se han desmantelado. Sin embargo, las FARC siguen ahí.

También pedían hace casi dos décadas que se estableciera la elección popular de alcaldes, lo que evidentemente se hizo, y solo sirvió para darles tanques de oxígeno a los violentos tanto de la guerrilla como del paramilitarismo. ¿Por qué con el PDA en el poder sería distinto? Lo cierto es que los terroristas SIEMPRE encontrarán alguna justificación que mostrarán como sustantiva para continuar con la guerra.

No obstante Petro hace una promesa electorera. A la pregunta ¿Entonces con usted en el poder no habría necesidad de un acuerdo de paz?, el Senador afirma: “No, porque estarían dadas todas las condiciones políticas para que asuman la lucha política y porque encararíamos las reformas que esta sociedad necesita. Así, las armas podrían enterrarse.”

Con ese mismo manto fue a misa Andrés Pastrana y ya vimos los resultados. Ese mismo eslogan politiquero ya nos lo comimos enterito los colombianos y tenemos como constancia el ingrato recuerdo de la zona de despeje y la presión política por el intercambio humanitario y los secuestrados.

Pero las declaraciones de Petro fueron solo el segundo capítulo de esta trama. El gobierno Uribe expidió un comunicado en el que “condena enérgicamente la intención de las FARC de combinar las formas de lucha e intervenir en las elecciones democráticas del país, al declarar, en cabeza de Raúl Reyes, la predilección del grupo terrorista por el partido Polo Democrático Alternativo. El Gobierno no permitirá que ningún actor armado ilegal interfiera, a través de las armas, en la libre determinación democrática de los colombianos el próximo 28 de octubre”.

¿Cuál es la mentira? Ninguna. ‘Raúl Reyes’, como lo hizo en el pasado con el mismo Polo, y con Chávez, Correa, con el oscuro Daniel Ortega y con Evo; hizo públicas sus simpatías entre las FARC y el PDA.

Mientras no hubo una reacción del Gobierno, al Senador del PDA Gustavo Petro le parecieron esperanzadoras las declaraciones. Pero luego el Polo, en cabeza de Carlos Gaviria salió airado a desestimar tanto el comunicado del Gobierno como a las FARC… y le salió mal.

Primero señala que rechaza el uso de las armas para llegar al poder, pero curiosamente en ningún párrafo rechaza el guiño que hace el cabecilla terrorista por el PDA, es decir, mutismo total para desestimar el apoyo de las armas para que ellos lleguen al poder, que es la síntesis de lo que dijo el panzón oligarca.

Sin embargo el segundo punto del comunicado del Polo resulta esclarecedor: “Celebraríamos, desde luego, que un triunfo transparente obtenido por ese camino, trajera como consecuencia benéfica, si antes no hubiere ocurrido, el abandono de la lucha armada por parte de grupos insurgentes que persisten en ella, consiguiendo tan sólo producir más dolor y miseria al pueblo colombiano que en su inmensa mayoría repudia los crímenes atroces que en esa empresa absurda se cometen.”

Habla el comunicado de una quimera oportunista al enlazar un hipotético triunfo de ese partido con el abandono de la lucha armada. En ningún momento ‘Raúl Reyes’ habló de renunciar a las armas si el PDA llega al poder, sino de colaboración con ese gobierno y confundir abandono con apoyo es una enorme cortina de humo para ocultar las simpatías de parte y parte.

Finalmente el punto cuarto es revelador: “De llegar al poder, como razonablemente lo esperamos, por medios tan justos e incuestionables como nuestros propósitos, no aceptaríamos – y mucho menos solicitaríamos como sí lo ha hecho el actual Presidente- el respaldo de quienes hubieren llegado a las Corporaciones de representación popular –si tal llegare a ocurrir- con el apoyo de grupos armados signados por el crimen.”

El PDA habla de no aceptar el apoyo de políticos que hayan llegado a corporaciones públicas, pero guarda silencio sobre lo más importante: no aceptar como partido el apoyo violento de lo que llama grupos armados signados por el crimen.

Así las cosas, un no rotundo a políticos apoyados por los violentos, pero un silencio aterrador frente al respaldo, los guiños y los gestos de simpatía de los terroristas.

lunes, 27 de agosto de 2007

La fuente de toda retención

Por Jaime Ruíz. Columnista del Sistema Atrabilioso.



Quien lee los escritos que se publican en Colombia, particularmente los relacionados con política, se encuentra con una constante: el engaño. La mentira interesada. La manipulación de datos y cifras para conducir al lector a conclusiones bien distintas a la realidad pero que interesan a los autores. Un espécimen característico es la columnista María Jimena Duzán, en cuyo mundo Colombia sin Uribe es un país magnífico, tal vez lo sea para ella, tal vez tenga razón en el sentido de que sin Uribe la guerra civil sería una realidad para sus lectores y se terminaría resolviendo con la derrota de uno de los bandos y no se mantendría la situación actual en la que el Estado sigue financiando a los que promueven el asesinato de soldados y policías, como ocurre en la Universidad Nacional. Otro estafador característico es Antonio Caballero, según el cual el conflicto político requiere una solución política, cosa que se traduce en premio de las masacres. Yo también creo que hace falta una solución política, una constituyente que plantee una sociedad liberal y no la entelequia totalitaria de 1991.



Pero las posibilidades y el sentido de ese engaño son todavía más interesantes que el hecho mismo de que se mienta. Desde hace mucho tiempo me llama la atención el hecho de que los innumerables partidarios de la guerrilla pretendan convencer a los colombianos (que conocen a personas secuestradas o ven cada día a los desplazados) de que deben seguir la opinión de los europeos, a quienes todo eso los afecta muy poco. ¿Cómo se atreven? Mejor: ¿por qué se atreven a eso? Yo creo que es porque los demás colombianos desean ante todo coincidir con los europeos, cuya "superioridad" reconocen. Son términos racistas, pero hay algo más llamativo: es sencillamente inimaginable un colombiano o colombiana con estudios en ciencias sociales, literatura, arte, filosofía, etc. que llegue a pensar en las sociedades europeas como decadentes y en la estadounidense como vigorosa y formidable.



¿Cuántas veces no habré leído quejas doloridas por la aparente simpatía de los europeos por las FARC? Con lo agradable que sería que los descendientes de esos admirables ciudadanos que se mataron por decenas de millones dos veces en el siglo XX y participaron en infinitas monstruosidades comprendieran que secuestrar gente no está bien. O reclutar niños, o destruir pueblos con cilindros o imponer un orden a punta de asesinatos... El que crea que Colombia tiene una entraña sana sólo tiene que pensar en esos lamentos para desengañarse.



Ciertamente, la mayoría de los europeos no tienen ningún interés en lo que pase con las guerrillas, los que lo tienen son aquellos que simpatizan con ellas. Por una parte, los criminales de todo tipo despiertan la simpatía de millones de personas, cuyos deseos ocultos llevan a cabo, si aceptamos la idea de los freudianos. Eso explica el éxito de muchas películas de gángsters, piratas, etc. Por otra parte, las corrientes colectivistas-estatistas tienen un enorme arraigo en muchos países, por lo que hay millones de personas que fácilmente encuentran justificable un movimiento comunista que acabe con la "injusticia social" multiplicando la pobreza y sumiendo a la región en el atraso. A esos nostálgicos de la revolución lo que ocurre en Colombia los llena de ilusión: a lo mejor renace la esperanza y llega la hora de vengar todas sus envidias, complejos y resentimientos.



Pero lo decisivo es un tercer factor: el antiamericanismo. La guerra en Colombia se puede representar como un enfrentamiento entre los amigos de EE UU y los que esperan sacudirse ese yugo "imperialista". Ese aspecto es menos ideológico o fantasioso de lo que se cree. Si triunfaran las FARC, cosa que es mucho más probable de lo que la gente cree, los contratos de explotación de yacimientos mineros de todo tipo se harían con empresas europeas y no con las estadounidenses. La "ingenuidad" de los europeos, pongamos de los franceses, no los llevó a defender por "romanticismo" que se exigiera a criminales como Mobutu respeto a los derechos humanos, o a que se investiguen las circunstancias del genocidio de Ruanda, cometidos por una tropa armada y entrenada por funcionarios franceses.



De algún modo la guerra en Colombia se parece mucho a la que tiene lugar en Irak. De una parte un gobierno elegido en las urnas que cuenta con apoyo estadounidense, del otro una "insurgencia" dedicada a masacrar a sus conciudadanos con el aplauso de los antiamericanos de todo el mundo. La circunstancia particular, colombiana de todo eso es que los "ingenuos", "idealistas" y "románticos" colombianos esperan que los europeos, que no tienen nada que perder siendo cómplices de la guerrilla, les resuelvan el problema mientras que ellos miran para otro lado al tiempo que casi todos los columnistas claman por el premio de las masacres, promueven el secuestro humanitario, hacen campaña por los candidatos claramente afines al proyecto de las FARC...



Ese lamento por la complicidad de los europeos se nos presenta como una forma de mirar para otro lado y eludir cualquier responsabilidad: es más fácil condenar o criticar a una gente que vive en países remotos y no vive dedicada a oprimir a los colombianos que hacer frente al pariente, al superior social, al amigo influyente que claramente está colaborando con el proyecto de las FARC.



Pero es peor: en Europa apoyan las "insurgencias" colombiana e iraquí los colectivistas-estatistas antiamericanos, predominantes entre la opinión que se interesa por esas cosas. Toda la desgracia colombiana es precisamente que los colectivistas-estatistas antiamericanos predominan entre la opinión instruida y participativa. La condena de las guerrillas por parte de esas personas es un malentendido o la manifestación de algún prejuicio estúpido. Las guerrillas representan esas corrientes profundas de la sociedad y son la base del proyecto de poder de los diversos grupos comunistas. Fue del poder guerrillero de donde salió la hegemonía comunista en el sindicalismo estatal y de esa hegemonía de donde surgió la clientela que provee votos al PDA. Si no fueran el principal activo del proyecto del PDA hace tiempo que este partido les habría pedido su desmovilización y no estaría bregando por el premio de sus crímenes.



Es fácil demostrar el carácter representativo de las guerrillas. El pasado 17 de agosto apareció en El Tiempo un editorial comentando las masacres cometidas durante esa semana en Irak. Los redactores no ocultan la satisfacción que les produce el fracaso de Bush, el que tenga alguna duda puede leer con atención ese editorial y ver si no se deduce que debido al asesinato de unos centenares de iraquíes los "insurgentes" pueden reclamar una victoria y EE UU ha perdido. ¿Qué ha perdido? El que quiera puede rastrear en las columnas de toda la prensa o en los editoriales de ese periódico el apoyo a los terroristas. Siempre está claro que el régimen que antes mató a un millón de personas en las cárceles y ahora lleva a varias decenas de miles mediante bombas tenía una legitimidad mayor que el que ha salido de las urnas y que esos asesinatos se pueden considerar derrotas estadounidenses, es decir, victorias de quienes pretenden destruir al gobierno elegido.



No sólo ese editorial, casi todos los comentarios iban en la misma dirección. El que los columnistas con ocasión de la masacre de Bojayá pretendieran cobrarla en forma de exigencia de rendición ante las FARC es completamente normal. Quien lea ese editorial y los comentarios podrá entender por qué los europeos sacan conclusiones parecidas sobre Colombia. Bueno, de hecho la mayoría de los columnistas están en la misma tarea: cada vez que los narcoterroristas cometen una atrocidad eso se vuelve prueba de que sí hay conflicto, y como el hecho de que haya "conflicto" exige una solución política, sencillamente las atrocidades de la guerrilla resultan legítimas y recomendables para encontrar esa solución.



Las masacres de esa semana en Irak ante todo evidencian que los terroristas no pueden cometer algo así en las grandes ciudades ni contra un grupo significativo de musulmanes. Tenía que ser en una zona apartada y contra unos primitivos descendientes del zoroastrismo. La tendencia en Irak es al retroceso de la "insurgencia", sin duda porque la población iraquí la rechaza. En Colombia no ocurre nada parecido, es muy probable que el candidato de las FARC llegue a ocupar la alcaldía de Bogotá. Es muy probable incluso que la campaña electoral esté acompañada de atentados terroristas como los de Transmilenio en 2006.



Y yo creo que para oponerse a eso habría por empezar por considerar inadmisible que el asesinato de ciudadanos indefensos sea una forma tolerable de hacer la guerra, o de legitimar al amigo y émulo de Chávez (cuyo régimen fue de una crueldad difícilmente imaginable para los colombianos, pero en cambio muy probable cuando lleguen al poder las FARC en alianza con la poderosa facción que la representa en el mundo electoral y con el poderoso elemento de presión que representa Chávez). Pero hablar de eso es como arar en el mar: los colombianos esperan por una parte que los odiados estadounidenses los ayuden a combatir a las FARC al tiempo que toleran a sus socios como profesores de sus hijos y votan por ellos.



Y así es previsible no tanto que la guerra dure todo este siglo, sino que sus víctimas serán cientos de veces más que las que han sido. Realmente la mayoría de los colombianos no han resuelto si quieren la derrota de las FARC, sino que fácilmente colaborarían con ellas si encontraran algún provecho. Y entre las clases poderosas el apoyo y aún el estímulo son claros y resueltos, como se ve en ese editorial.

El hormiguero de Cali: Desayuno Cívico el próximo miércoles.

Desenlace sin fin: Las falacias de Carlos Gaviria sobre el delito político

viernes, 24 de agosto de 2007

La gran falacia

Por: Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.
myances@msn.com

Aprendí que una vez que las personas toman partido en una causa, usualmente por consideraciones emotivas u obedeciendo intereses egoístas, es prácticamente imposible por mas contundente que sean los argumentos esgrimidos, hacerle cambiar de posición.

Lo digo porque tratando de presentar ideas y nuevos puntos de vista sobre la problemática nacional, e imaginándome que la izquierda también era democrática, pluralista y tolerante, me tomé el atrevimiento de meterme en un foro de correos electrónicos que replica columnas de opinión que controvierten y atacan al gobierno, y que invadían el mío con mas de 20 correos al día.

La reacción fue inmediata, “que ese era un órgano de oposición y no le daban cabida a mis opiniones”. Ni más ni menos que la información, y la opinión, tomadas como un arma para obtener un fin, y por lo tanto carente de objetividad. Seguí haciéndolo, hasta que el director cayó en cólera y me sacó de su lista de correo (deje de recibir spams) y bloqueó del todo mis opiniones.

Por la beligerancia del director, no me queda ninguna duda que es menos peligroso atacar al gobierno que defenderlo, y mucho menos peligroso que atacar a la izquierda. Esa de por si podría ser una explicación –además del morbo nacional- de que sean más los que a través de la columnas de opinión atacan al gobierno; y de ahí también el temor de nosotros, de que la izquierda beligerante e intolerante –no toda lo es- llegue al poder.

Ha sido una experiencia interesante que me permitió entender que precisamente quienes mas se quejan de la democracia, la falta de pluralismo y la libertad de expresión, sean quienes menos respetan esos principios; y eso denota simplemente que sus posiciones ideológicas son tan frágiles, que tienen que convertirlas en actos de fe.

Lo que ningún jurista podrá explicar (ese era el tema) y nadie podrá entender, es que un mismo hecho delictivo resulte menos grave cuando se usa para derrocar un Estado (delito político) que cuando se hace para defenderlo. Es como si fuera más grave defender la propia vida, la honra y los bienes, que tratar de quitárselo a los demás; o como si fuera menos grave invadir países, que la defensa que de él hagan sus nacionales.

En su columna del sábado 18 de agosto en EL TIEMPO, Carlos Gaviria intenta explicarlo en los siguientes términos: “Esa tradición occidental que tiene en la revolución francesa un hito inocultable -se refiere al delito político- contradijo la mentalidad prevalerte hasta entonces, defensora del derecho divino de los reyes y aun de la naturaleza divina de los gobernantes, que juzgaba el atentar contra lo que ellos encarnaban el más grave hecho pensable. El crimen majestatis (crimen de lesa majestad) fue su producto inevadible.” Lo que a mi entender significa, que acabar con el delito político es volver a la divinidad de los gobernantes.

Absurda tesis en esta época. Más razonable es, que quienes quieran tumbar al gobierno por la vía de las armas, se expongan al riesgo de ser derrotados y juzgados, si no por la rebelión en sí, por los crímenes que cometan. Eso desestimularía los levantamientos armados, mientras que los beneficios del delito político, los está estimulando.

Si los alzados en armas logran tumbar el gobierno, en la práctica ellos serán la nueva ley, pero si ni lo tumban, ni son derrotados, entonces en los diálogos de paz se tienen que crear las nuevas leyes que surgen de los acuerdos.

La rebelión en sí, es consecuencia del derecho a disentir y puede ser tratado con benevolencia, Un buen ejemplo de esta teoría de la rebelión, son los movimientos que fundamentan su accionar en acciones populares de gran espectacularidad, tipo Robin Hood, El Zorro, o el M19 en sus inicios. Pero la lucha armada involucra acciones de guerra en las que inevitablemente, se lesionan el DIH.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Pensando en el 2010

Por Wilfredo Moreno. Columnista Invitado al Sistema Atrabilioso.
Al mismo tiempo que el profesor Moncayo se encargaba de mostrarle al país que el “intercambio” estaba impulsado por motivaciones políticas favorables a la guerrilla y que además los familiares de los secuestrados estaban dispuestos a seguirle el juego a las FARC hasta las ultimas consecuencias, el gobierno Uribe se quitaba una gran presión de encima.

Después de ese episodio lo que menos esperaban los analistas era que Uribe nombrara a Piedad Córdoba como interlocutora para buscar la liberación de los secuestrados que siguen en el poder de la guerrilla de las FARC.

Piedad Córdoba representa junto a Gustavo Petro la parte más dura e inclemente de la oposición que ha tenido que afrontar el gobierno Uribe, sobre todo la señora Córdoba, quien se ha caracterizado por hacer todo lo que ha estado a su alcance para torpedear las políticas de Uribe, dirigiendo todo su arsenal a terrenos internacionales al percibir que internamente era poco lo que podía hacer.

Piedad Córdoba en un exilio parcial y voluntario ha abierto un gigantesco cráter simulado que se ha tragado las instituciones y la democracia colombiana, participando en cuanto foro que se haga en el exterior y que vaya dirigido a coartar libertades y a apoyar cualquier movimiento político o violento que atente contra la democracia política y económica.

Todo eso hace que la movida de Uribe merezca dos signos de interrogación que no cabrían en una valla publicitaria ¿Por qué Uribe querría perder el control con una de sus peores enemigas políticas cuando tenía todos los ases en la mano? ¿Por qué moverse tan rápido después de que una victima del secuestro se encargara de quitarles las vendas a los colombianos sobre el tema? Tal vez las respuestas se encuentren en las Elecciones del 2010.

Como se puede observar, las presiones que puedan surgir por los secuestrados en lo que resta del gobierno Uribe perdieron fuerza, pero en el 2010 podrían avivarse gracias a la fiebre electoral y el tiempo que sumarian los secuestrados en las selvas, ese hecho posiblemente fue el que impulsó al gobierno a tratar de ponerle un punto final al espinoso asunto, que no quiere dejarle como herencia a quien reciba su guiño.

Uribe está depositando un mensaje claro con la designación de Piedad Córdoba: si no son capaces de ablandarse con gentes pares, entonces ¿con quién? La señora Córdoba no sólo ha demostrado compartir creencias con las FARC en foros internacionales en entrevistas y opiniones de prensa sino que el mismo Tirofijo intervino por ella cuando estaba secuestrada por las AUC.

Piedad es quien mejor encarna un supuesto gobierno de las FARC en el exilio y quien mejor puede representar la coalición Chávez FARC-PDA Y una facción grande del Partido Liberal, que al parecer ya se está cansando de seguir con la relación de amantes clandestinos.

La movida de Uribe despeja por completo las tendencias políticas que se disputarán la presidencia en 2010, en una esquina tal vez esté todo el uribismo respetando el guiño del presidente y en la otra una izquierda unida que ve en la señora Córdoba la oportunidad de conseguir que el electorado la vea con “Piedad” después de tener un gesto “Humanitario”.

lunes, 20 de agosto de 2007

Se estrecha el cerco

Por Jaime Restrepo. Director Sistema Atrabilioso

Poco a poco nuestros vecinos estrechan el cerco contra Colombia. De un lado, el paracaidista venezolano mueve todas sus fichas, y su gran chequera, para asegurarse la expansión de su imperio.

Además de recibir a la “hermana” Piedad para mostrar ante todos que son los colombianos los que le ruegan que intervenga en la “solución política y negociada del conflicto”, Chávez también prometió estudiar su participación en la construcción del acueducto de Quibdó.


De hecho, la “hermana” Piedad ha contado con Freddy Bernal, quien además asesora a otros políticos colombianos como José Joaquín Camelo, también liberal como la “hermana” Piedad. Bernal es uno de los encargados del plan Hermanados, que busca llevar la revolución bolivariana a los países vecinos. De hecho Bernal es el gran consejero de la ex esposa de Petro.


Chávez quiere apoderarse del país y para eso mueve a sus lacayos colombianos: mientras la esposa de Gustavo Petro lidera la expansión del Movimiento Bolivariano, en Barranquilla un político del Polo se presentó con el diputado José Luis Pireda y con el rector universitario Víctor Hugo Meriño, dos cercanos colaboradores chavistas. La presencia de los dos lacayos del tirano se dio como una forma de mostrar que el entonces precandidato del Polo posee los recursos y el respaldo internacional para hacer una buena gestión.


Claro está que Chávez también recibe la visita de congresistas del Polo, como Gloria Inés Ramírez, la ex presidenta de FECODE que fue despedida a la fuerza de su cargo en el sindicato. Pero ahora comparte en Caracas con Gustavo Petro, con Venus Albeiro Silva y con Gladys Oliveros (parte izquierda de la foto) una militante activa del PCC quien ha señalado que “el PCC apoya la lucha armada, jamás le ha dado la espalda al movimiento armado porque ha sido su fundador”… esas son las visitas que recibe animadamente Chávez en Miraflores y demuestran el "pluralismo" del PDA frente al terrorismo.


Entre tanto Luis Tascón, el de la infame, antidemocrática y delincuencial Lista Tascón, sigue con sus relaciones cercanas con miembros del Polo Democrático Alternativo. Es más: el susodicho participó en el Congreso de ese partido, seguramente compartiendo con los colombianos la forma de instaurar el totalitarismo muy al estilo castrochavista.

Mientras Chávez penetra y se consolida como el poder detrás del poder, Ecuador hace lo suyo. Rafael Correa designó para la Embajada en Colombia a Francisco Suéscum Otatti, un diplomático pendenciero con una “interesante” trayectoria de pleitos en sus 35 años de carrera. De hecho, la Junta Consultiva de Relaciones Exteriores de Ecuador pidió reconsiderar el nombramiento basada en el temperamento del funcionario.

Dice la prensa ecuatoriana que en los años 80, cuando Suéscum era primer secretario en la ex Checoslovaquia, mantuvo diferencias irreconciliables con el también diplomático Horacio Sevilla. El segundo roce fue en el Palacio de Najas. Allí, Suéscum intercambió golpes con el entonces secretario general de la Cancillería, Mario Alemán.

Un tercer episodio fue el 26 de noviembre del 2006, en Caracas. Según una carta de Santiago Chávez, ex cónsul, Suéscum presuntamente interfirió en las elecciones presidenciales. “Presionó a los vocales de las juntas electorales para que validaran sufragios a favor del candidato de su preferencia y, ante el pedido de que mantenga la neutralidad, fui agredido de palabra y obra”.

Pese a la oposición de la Junta Consultiva de Relaciones Exteriores de Ecuador, Rafael Correa mantiene firme su decisión de enviar al belicoso Suéscum a Bogotá. ¿Qué motiva al mandatario ecuatoriano a no revisar su decisión?

Pues que Suéscum es un fervoroso simpatizante del eje La Habana – Caracas –Quito. De hecho Suéscum fue embajador en Cuba desde el 2001 hasta el 2004 y desde el 2005 pasó a Venezuela, donde mantiene buenas relaciones con el gobierno de Hugo Chávez.

De hecho en Cuba, Suéscum fue condecorado por su aporte cultural. La reseña de prensa indica lo siguiente: “Suéscum también es el autor de una destacada selección de poemas de amistad y solidaridad con Cuba, y sobresale por su respeto y admiración hacia la revolución cubana, que lo convierten en uno de los más genuinos defensores de los valores del pueblo cubano”.

No hay que leer las cartas para advertir el propósito de este nombramiento: fortalecer la influencia de los valores del totalitarismo chavista en Colombia, sumando la penetración diplomática a la influencia política que tiene el paracaidista en el Polo Democrático Alternativo.

El gobierno colombiano está a tiempo para negarle el beneplácito a Suéscum y así obligar a Correa a enviar a un diplomático de verdad y no a uno que venga a buscar pleitos y a calentar aún más la difícil relación entre los gobiernos de Bogotá y Quito.

viernes, 17 de agosto de 2007

Desempleo

Por: Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.
Especial para Atrabilioso.
myances@msn.com

El empleo (el trabajo, o los ingresos de sus ciudadanos, quedaría mejor dicho) es en última, el tema más importante en un país. Si todos tuvieran trabajo e ingresos para vivir al menos modestamente, muchos de los males del mundo desaparecerían.

El primer paso para lograrlo es crear riqueza (o tenerla en el suelo como los países del medio oriente) para luego distribuirla a través del empleo, cuando el crecimiento vaya acompañado de mas empleo, y no de mayor productividad o automatización, por ejemplo; o apropiándose de ella a través de la tributación, para redistribuirla en forma de asistencia social.

Pero los países se compiten por atraer puestos de trabajo, y para se exitosos en esa lucha hay que crear estímulos y ganar en competitividad: 1) reduciendo la tributación, pero si mucho, ¿qué se reparte entonces?; 2) desarrollando infraestructura de transporte, comunicaciones y de servicios públicos buenos y eficientes, ¿de dónde sale el dinero? y 3) reduciendo los costos laborales y el poder adquisitivo de la moneda, pero ¿qué se puede comprar entonces con lo que se gana?

Esa es la gran disyuntiva, pero no hay otra formula diferente a la de dosificar todo lo anterior. La otra estrategia -el Estado empleador- conlleva exceso de burocracia, ineficiencia y corrupción.

Pero detrás del fenómeno del desempleo se esconde otro mayor: que la gente no quiere emplearse. Primero porque pierde su libertad, tanto en movilidad como en la capacidad de tomar decisiones; y segundo, porque es poco lo que se gana y mucho lo que se pierde en asistencia social.

Eso lo puedo decir sin temor a equivocarme de nuestra gente Caribe, porque aunque rudimentariamente, uno hace sondeos de opinión. No del resto del país porque son otras idiosincrasias, pero podría explicar por qué tantos puestos de trabajo en la ciudad están siendo ocupados por personas de otras regiones.

Recién hablando con un lanchero que tenia en venta su la lancha, le propuse que se la compraba y el podría seguir trabajándola para mi. Según mi perspectiva ese era un buen negocio para él: recibía una buena suma de dinero con el que podría levantar una modesta casa, y continuaba con su trabajo.

Tal vez no iba a ganar lo mismo, pero ese que podría ser el tema a discutir, ni siquiera fue considerado por él. Me respondió que no aceptaba: “mire, compa –me dijo- yo ahora termino mi trabajo (eran las 2 de la tarde y se había ganado 50 mil pesos) y me voy a festejar el día del padre. Si fuera su empleado no podría hacerlo, tendría que cumplirle un horario, o haber logrado una cuota que usted me exigiría.”

El negocio era entonces –supuse- venderme la lancha mas cara y comprarse otra, con lo cual se ganaba unos pesos extras, mantenía el trabajo, los ingresos y la libertad. Nada de eso podría hacer si fuera empleado.

Lo cierto es que hay tareas que son desagradables de realizar, y otras que aunque sean agradables, repetidas “ene veces” se vuelven monótonas y aburridas: son las que quienes pueden, sistematizan y delegan. Entre las pocas que se salvan están las relaciones sociales, y las artes y los deportes, hasta que se comercializan.

También hay gente para todo, me dirán, y eso es cierto. Hay personas que se sienten mas seguras y útiles haciendo cosas monótonas, y hay muchos grados de monotonía, pero nuestra gente es por naturaleza –sostengo que es culpa del mar- alegre, creativa y amante de la libertad, y por lo tanto muy difícil de encasillar.

Además si los pocos puestos de trabajo que se crean en la ciudad son ocupados por personas de otras regiones, no afectan el censo que sirve de base para calcular el desempleo, y el índice no se afectará. En eso, otras regiones son más celosas que la Costa Caribe.

miércoles, 15 de agosto de 2007

Apuntes sobre el delito político

Por Jaime Ruíz. Columnista invitado al Sistema Atrabilioso.

Todo el que publique algún escrito sabe que lo que más conviene es el halago de los lectores, cuanto más adornado con flores retóricas, mejor. Por eso uno siempre está condenado a despertar un rechazo generalizado en la medida en que lejos del halago busca la verdad, y más si esa verdad consiste en algo tan desagradable como esto: que no hay un problema de violencia o de criminalidad ajeno a los valores predominantes entre los colombianos sino que la guerrilla y el narcotráfico son expresión de esos valores y en cierta medida resultados inevitables.

Pongamos el caso del delito político. ¿Quién no oyó decenas de veces que un acto atroz como la bomba de El Nogal no se podría considerar delito político? Es una opinión corriente y muy difícil de poner en cuestión que las personas que se alzan en armas por sus ideas y por la justicia que conciben merecen respeto y benevolencia penal. Cada vez que uno trata de explicarle a alguien que ir a matar gente para imponer la voluntad propia sobre la de la mayoría es de por sí un crimen que en los países civilizados multiplica las penas que se aplican a los demás crímenes, uno se siente como predicando el canibalismo ante las reacciones de los colombianos. Es una opinión que casi todos los colombianos comparten y que sirve de estímulo a la violencia política, como bien lo explica Eduardo Posada Carbó .

Lo que parece interesante, una vez se admite que las desgracias colombianas surgen del cúmulo de valores comunes, es analizar el significado profundo de esa opinión, que lógicamente no se tiene en Europa ni en Norteamérica ni en ninguna otra parte, salvo en otros países de Latinoamérica, como acertadamente explica Salomón Kalmanovitz.

Hay una relación de mutua dependencia entre las opiniones corrientes y las expresadas en los códigos legales o por los encargados de aplicarlos. Unas y otras proceden del espíritu tradicional y expresan modos de vida arraigados. Es verdad que la gente se acostumbra a lo que le imponen las leyes, pero también que un régimen legal que contrariara las ideas mayoritarias tendría grandes dificultades para aplicarse.

Pensando en eso, ¿qué puede significar un ordenamiento legal que autoriza el asesinato de sus agentes? ¿Qué Estado o que gobierno pueden conceder ventajas a quienes pretenden destruirlo por la fuerza? Basta ese absurdo que casi nadie cuestiona para entender la profunda deformidad de la sociedad colombiana. Y su explicación está en el origen del Estado.

Es decir, las instituciones republicanas crecieron con base en la sociedad colonial y el ordenamiento que se impuso fue el que correspondía a las clases dominantes de ese orden, exceptuados los peninsulares. Durante varias décadas siguió siendo legal la esclavitud y las viejas costumbres, como la de usar los cargos públicos para enriquecerse, se mantienen todavía. Las instituciones democráticas son elementos superficiales y aparentes en ese orden de apartheid y existen en un continuo forcejeo con las realidades sociales previas. Basta un examen superficial a fenómenos endémicos como la tutela o la parafiscalidad para entender la persistencia de ese viejo orden.

De tal modo, el delito político es un fuero que tenían los poderosos del orden tradicional y que pretenden conservar. En realidad todo lo que representa la llamada izquierda democrática, el conjunto de redes comunistas y pro-guerrilleras que conspira por mil medios para destruir las escasas libertades e instituciones democráticas que hay, es la defensa de esos fueros y privilegios de las castas superiores de esa sociedad de siempre. Respecto al delito político, no está mal prestar atención a un par de párrafos de Kalmanovitz:

En la América española los criollos apropiaron el constitucionalismo católico feudal para rehusar lo que consideraban el mal gobierno, o las leyes que les parecían nocivas, e hicieron del desacato y de la ambigüedad una conducta frecuente. Ni el racionalismo del absolutismo francés ni la idea del contrato social se adaptaron en estos lares durante la construcción de las repúblicas durante el siglo XIX. El constitucionalismo de sucesión, mediante el cual los caudillos se atornillaban al poder o cambiaban las reglas de juego existentes por unas exactamente al contrario, o hacían fraude electoral masivo, le restó legitimidad al ejercicio del poder y justificó la rebeldía de los perdedores en la política.

El sistema de justicia que se fue desarrollando mantuvo algunos de los rasgos corporativos y de casta, con regímenes distintos y favorables para los que ostentaban fueros militares, religiosos y comerciales, mientras que las castas aprendieron la dura lección de que la ley era para los pobres. La desidia, la mala educación de los abogados, la mezcla de modelos de justicia importados y la carencia de un centro de gravedad o de jurisprudencia basado en el estudio riguroso de los fallos del pasado, alejaron la ley del derecho. El sistema colombiano mantuvo unos rasgos de independencia en sus cortes superiores que se manifiestan con fuerza en el presente.


Bueno, yo he hablado antes de deformidad moral de la sociedad, pero es algo que se manifiesta en los individuos, en unos con más energía que en otros. ¿Nadie ha leído que todo eso estaría bien en las democracias pero que Colombia no lo es? Yo he vivido muchos años fuera de Colombia y cada vez que pienso en algo que es a un tiempo intolerablemente tosco, perverso, infantil y estúpido se me atraviesa la idea de Colombia. Ese pensamiento de que las FARC pretenden anular las elecciones para corregir la existencia del fraude electoral sólo se le puede ocurrir a un colombiano. Pero es predominante.

Vale la pena volver a pensar en el atentado de El Nogal: ¿cómo que no es un crimen político? ¿Qué otra cosa va a ser? Según un canallesco profesor de la Universidad Nacional (valga la redundancia), Mauricio García Villegas, Los grupos armados ilegales han tenido en Colombia dos motivaciones: la injusticia social y la ineficacia del Estado. Por la primera se han formado las guerrillas; por la segunda han surgido los 'paras'. En esas frases está expresado el punto de vista predominante entre los colombianos: ¡el comunismo es sinónimo de justicia! Andar diciendo que es el mayor crimen de la historia, que la historia de Colombia resulta casi idílica si se la compara con la de cualquier país en que hayan dominado los comunistas... Uf, eso suena a estar peor que loco.

La comprensión de la mayoría, al menos de la mayoría de las clases medias urbanas, hacia la guerrilla es la principal causa del levantamiento armado y de todos los crímenes que se cometen por su causa. Pero al respecto la opinión generalizada sigue siendo la misma, sólo ha cambiado un poco la claridad con que se aplaudía a las FARC hace unos años. Ahora se presentan como un mal necesario. Como decía un asqueroso personaje en una ocasión, algunos de sus miembros cometen infracciones del DIH y merecen ser castigados, con los demás hay que negociar las leyes.

La anécdota de El otoño del patriarca es irresistible: cuando alguien obedece la orden de matar a los niños que conocían el secreto de la lotería, finalmente a ese alguien se le castiga: «hay órdenes que no se deben cumplir». Lo mismo ocurre con la respetabilidad del levantamiento armado por la justicia social, cuando la escalada de violencia conduce a rellenar de excrementos los cilindros para hacerlos más eficaces, aquellos que ordenaron a los niños y rústicos «tomar las armas para combatir la injusticia social» se desentienden y se escandalizan, aunque no es que les hagan muchos ascos a las rentas de las retenciones (que llegan a través de ONG influyentes en otros países, en los mismos en que se invierten los capitales justicieros).

¿De qué modo pueden entenderse que los jueces defiendan por tradición el derecho a matar soldados y policías, que no otra cosa es el «levantamiento armado contra la injusticia social»? Hay que imaginarse la Colombia del siglo xix. Si en una de tantas guerras civiles resulta vencedor un bando lo primero que hará será decretar penas muy altas para toda rebelión, salvo que cuente con no poder evitarla: que aun en el poder su capacidad de imponerse totalmente sobre cualquier insurrecto será limitada. De modo que tiene que convivir con los potenciales insurrectos y sólo asegurarse de que en caso de una nueva guerra civil su persona y su familia y su grupo no vayan a resultar afectados. Ésa es la clave del delito político: los miembros de las castas superiores están a salvo de la violencia y para eso permiten el asesinato de los miembros de las castas inferiores que trabajan defendiéndolos.

Al respecto conviene recordar a Paul Valéry: «en las guerras se matan entre sí personas que no se conocen para beneficio de personas que sí se conocen y no se matan». El tremendo forcejeo entre las formas de vida coloniales y las que pretenden la asimilación al Occidente civilizado es toda la historia de la Colombia independiente. El núcleo de esas formas de vida es la esclavitud. En una situación de orden e imperio de la ley la presión por la igualdad y por el reconocimiento de aquello formalmente aceptado en las bases constitucionales terminaría siendo lesivo para las castas poderosas. En caso de «conflicto» el terror, el asesinato, el despojo, etc. contra los miembros de las castas inferiores, se legitiman y quienes lo cometen tienen garantías de impunidad, al tiempo que la capacidad de gasto estatal se multiplica. Los acuerdos de paz terminan siendo mutuas concesiones entre las facciones de poderosos que mandaban a su ganado a matarse, siempre en provecho propio y a costa de los que no viven de la política sino que trabajan.

El que tenga alguna duda sólo tiene que fijarse en los resultados de la Constitución del 91: expansión del gasto estatal a favor de los abogados, maestros, médicos y demás (con penosos resultados en productividad), imposición de un método de «justicia» que en la práctica es la supresión del derecho en favor de la discrecionalidad del juez, multiplicación de gasto en entidades como la Universidad Nacional, es decir, de rentas para los promotores de la lucha revolucionaria... La «oligarquía» que decían combatir no resultó tan perjudicada.

En últimas el delito político es un despropósito legal y moral que en Colombia se mantiene porque la guerra contra las instituciones democráticas es la guerra contra los pobres y sobre todo contra los que trabajan: la defensa del orden de siempre. Lo que pasa es que los colombianos que leen la prensa y escriben en los blogs mayoritariamente están en lo mismo, y resultarían completamente desvalidos e ineptos en una sociedad competitiva.

Son mayoritariamente miembros de las clases parasitarias, es decir, de la clientela del terrorismo y eso es lo que lleva a hacer que su corazón romántico se sienta atraído por conceptos tan amables como «justicia social», «ideales», etc. Lo mismo ocurre con las papilas gustativas que encuentran «dulce» y envían algo que en alguna instancia del cerebro se traduce en «calorías». El apego de los colombianos instruidos al delito político expresa sobre todo el temor y el rechazo a un mundo en el que tendrían que trabajar. Y las masacres y secuestros son la defensa relativamente eficaz que se opone a ese mundo. Esperar que quieran hacerse responsables de ellos ya es entrar en un terreno de infantilismo que no merece que se le dedique tiempo.

lunes, 13 de agosto de 2007

Las fotos: esas pruebas contundentes que no dicen mucho



Por Jaime Restrepo. Director Sistema Informativo Atrabilioso.

Una foto capta un instante en la vida de un ser humano y cuenta, a su manera, una historia grande o pequeña relacionada con el discurrir de esa persona.

La fotografía de Gustavo Moncayo con ‘Tirofijo’ resulta impactante porque captó un instante en el que el “caminante de la paz” está junto al máximo líder del terrorismo colombiano.

También impacta por el gesto de Moncayo, pues muestra tranquilidad y hasta optimismo, pero también se podría decir que evidencia cierta satisfacción por estar en compañía del jefe de los mayores asesinos en la historia colombiana.

De igual forma, la fotografía nos traslada a la tristemente célebre zona de distensión pastranista, en la que los medios de comunicación llenaban tiempo y páginas con sendas entrevistas a los criminales y a todo el que llegara a la ingrata región.

Así mismo, la fotografía recuerda la “reunionitis” de la zona de distensión y las correspondientes ruedas de prensa, pues el micrófono y el hablador con el nombre o el cargo de alguno de los participantes en una de tantísimas reuniones, muestran que Moncayo se encontró con ‘Tirofijo’ a la vista de todo el mundo.

Ciertamente la fotografía fue captada en la zona de despeje y la presencia de Moncayo en esa región ha sido ratificada varias veces por el profesor. También, la búsqueda de la liberación de su hijo, podría explicar ese instante de la foto Moncayo –‘Tirofijo’.

Hasta ahí la foto confirma un hecho conocido por la mayoría del público colombiano. Lo que no está presente en mi memoria es la contundencia de Moncayo frente a ‘Tirofijo’, ni un discurso airado del profesor frente al cabecilla terrorista. Tampoco recuerdo que Moncayo le haya pedido, frente a propios y extraños, que dejara las armas, abandonara el terrorismo y entregara a los secuestrados sin condiciones. No se si mi memoria es tan frágil que olvidó la exigencia de Moncayo a ‘Tirofijo’ para que este último aceptara las imposiciones del Gobierno.

A todas estas, tampoco recuerdo que Moncayo haya salido a protestar contra las FARC, ni contra el interlocutor de la fotografía, por el fraude y la burla que hicieron los terroristas junto al presidente Pastrana, con el famoso intercambio humanitario: ¿Moncayo le preguntó a ‘Tirofijo’ los motivos que tuvo el grupo terrorista para no liberar a TODOS los secuestrados? ¿Será que vale también en esto la comprensión especial por ser un familiar de secuestrado?

¡Qué mala memoria la mía!

viernes, 10 de agosto de 2007

Intimidacion legal

Por: Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.
myances@msn.com

El colombiano promedio no distingue bien entre vocablos como investigar, llamar a declarar, abrir juicio y condenar.

La explicación a esta simbiosis de significados podría ser un reflejo de la poca confianza que se tiene en la justicia. El solo contacto con la rama judicial en calidad de sospechoso o testigo, divulgado por los medios, deja en la ciudadanía la certeza de culpabilidad, porque también existe la creencia generalizada de que sobre los jueces hay tantas presiones, que no puede esperarse objetividad. En otras palabras, que hay mucha impunidad.

Es un fenómeno extraño, porque la ciudadanía condena a priori, no por una especie de morbo o sadismo nacional, como podrían especular algunos, sino precisamente porque la justicia exonera. Ante tanta impunidad, es mejor suponer que todos los sospechosos son culpables, parece decir el ciudadano.

Uno de los indicadores de éxito de la aplicación de justicia, además de la prontitud, debería ser por ejemplo, lograr que la ciudadanía espere, entienda y acepte los fallos, y no condene a partir de los titulares de prensa.

En un escenario como el descrito, es inevitable que la declaración del Fiscal general de la Nación, en el sentido que “Quien difunda ideas o conductas como el genocidio, o que promuevan la rehabilitación de grupos al margen de la ley que hubiesen incurrido en conductas de lesa humanidad, podrán ser investigados por la Fiscalía”, sea interpretada como intimidación que cercena un derecho fundamental: el de formarse y difundir una opinión.

Para la muestra un botón. Casi simultáneamente la CSJ ha sentenciado que "Aceptar que en lugar de concierto para delinquir, el delito ejecutado por los paramilitares constituye sedición, no sólo equivale a suponer que los mismos actuaron con fines altruistas, sino burlar el derecho de las víctimas y de la sociedad a que se haga justicia." Concepto que no se podrá controvertir a la luz de lo expresado por el Fiscal, so riesgo de verse enredado en trámites judiciales, y titulares de prensa.

Pero aun así, la sentencia parece dejar claro que los mismos actos de violencia tuvieran diferente clasificación moral, dependiendo de si provienen de la guerrilla o la contraguerrilla, y que en los casos de sedición no se burla el derecho de las victimas, ni se pone en riesgo la aplicación de la justicia. (¿?).

En mi opinión hubiera sido preferible interceptar todos los teléfonos del país (así al menos habría la prueba) que limitar la libertad de expresión mediante la intimidación legal.

Bajo esta perspectiva, imagino que el libro “Guerra civil, terrorismo, y anomia social” escrito por el sociólogo e investigador alemán Peter Waldmann, en el que se hace un concienzudo análisis de la situación colombiana, y se proponen atrevidas y novedosas formulas para acabar con la violencia, será retirado pronto de las librerías; cuando lo que se requiere es creatividad y la libre participación de todas las mentes del planeta.

En el análisis de la situación colombiana los actores –extrema derecha o extrema izquierda- son lo de menos, de nada sirve estigmatizar a unos y glorificar a otros. Se trata de fenómenos sociales incubados durante larguisimos periodos de luchas armadas por el poder, que deben ser desarmados tanto en lo físico como en lo espiritual, al precio que sea: si se pueden derrotar, muy bien, pero si no, es necesario reconocerles en la legalidad al menos parte del poder que ostentan en la ilegalidad.

El inicio de la derrota, que no tiene que ser militar, puede ser desmembrado sus ejércitos desde abajo, con incentivos a la desmovilización sin negociar con los cabecillas, creando oportunidades de empleo en sus regiones de origen, conformando con ellos ejércitos legales, entre otras; mas que pensar en cómo judicializarlos.

miércoles, 8 de agosto de 2007

¿Solo 45 personas permanecen secuestradas en Colombia?

Por Jaime Restrepo. Director Sistema Atrabilioso

Es increíble la capacidad de propaganda que tienen las FARC, y el servilismo de propios y extraños frente a esa propaganda: Álvaro Uribe, Nicolás Sarkozy, Luis Inacio Lula y los participantes en la reunión del G-8 concentraron su atención en la liberación de 56 secuestrados en poder de las FARC. En ese momento eran 56, pues no habían fusilado a los diputados del Valle.

Esto significa que el objetivo de las FARC de concentrar la atención del mundo en el 5% de los secuestrados que mantienen en su poder, se ha cumplido: ahora el mundo habla de esos secuestrados (los que interesan para extorsionar al Estado) pero nadie, absolutamente nadie dice ni una sola palabra sobre las otras 850 personas que padecen en manos de las FARC.

Qué Sarkozy pelee por su “conciudadana” es entendible, aunque podría reclamársele que el poder que tiene le entrega también una responsabilidad con el mundo y por ende, debería por lo menos aparentar que su lucha es por todos los secuestrados, como se lo recordó Lula en Alemania.

Pero, ¿cuántos son los secuestrados en poder de las FARC? ¿Por cuántos se están haciendo gestos unilaterales y presiones internacionales? La respuesta es dolorosa: por solo 45… ese es el número mágico que el mundo ha asumido como único e irrefutable.

¿Y de los otros 3.134 mil qué? Nada. Sus familias están abandonadas a su suerte, como ocurre con los padres de dos menores de edad que fueron secuestradas por las FARC hace un par de años en Pitalito, Huila, y cuya suerte es un misterio para sus seres queridos: reparten volantes, pegan las fotos de las niñas, ruegan por 15 segundos de televisión en un noticiero importante o, de vez en cuando, agradecen una corta entrevista en algún medio regional.

Esos 3.134 secuestrados no existen ni para el Gobierno, ni para Francia, ni mucho menos para las FARC, que tienen en esos plagiados una reserva financiera que les permitirá, tarde o temprano, comprar armas y munición para seguir matando colombianos.

Lo más grave es la actitud del presidente Uribe frente al tema: en su última visita a Washington habló sobre el tema y dijo que “el gesto unilateral de liberar a algunos guerrilleros presos busca la liberación de todos los secuestrados” y a continuación aseguró que “reclama la liberación de los 56 secuestrados y de Emanuel, el hijo de Clara Rojas”: ¿Cómo así Presidente? ¿Es que no tiene tiempo para mirar las estadísticas del secuestro? ¿No le han dicho que son más de 3 mil secuestrados por los que usted debe hablar?

Es infame, por decir lo menos, que desde el Presidente de la República, pasando por los medios de comunicación y llegando hasta los ciudadanos del común, solo se hable de los secuestrados cuyas familias tienen la posibilidad de aparecer constantemente en los medios de comunicación, presionando y haciendo ruido sobre el drama que viven los secuestrados y sus seres queridos… ¿y de los otros quién habla?

Silencio absoluto: mientras Canal Capital hace una campaña por el “acuerdo humanitario” para liberar a los 45 secuestrados que tienen vitrina, y Caracol reencaucha la triste historia del hijo de Clara Rojas, NINGÚN medio dice una palabra sobre los otros 850 secuestrados que tienen las FARC en su poder.

Sus familias lo saben: están solas y a su suerte, fotocopiando volantes porque el dinero no les alcanza para mandarlos a imprimir y mucho menos tienen la posibilidad de pagar una avioneta para lanzarlos en la selva, como hace cada año el esposo de Ingrid Betancur.

Las familias de los 850 secuestrados de las FARC y de los 3.134 secuestrados que no han podido pagar su rescate, han sido abandonadas por el Estado y por el mundo, en una indolencia que no tiene presentación y que demuestra el grado de manipulación mediática y oportunista que se hace con el drama del secuestro en Colombia.

Y ni hablar de los políticos, comenzando por el Alcalde de Bogotá que presiona desde su curubito, pero contrario a lo que proclama en su eslogan, su gestión está basada en una indiferencia TOTAL por 3.089 personas amarradas y torturadas a diario.

Por esos secuestrados, por los 3.089 seres humanos que están encadenados en algún lugar de Colombia… por los cerca de 900 secuestrados en manos de las FARC, dizque ejército del pueblo… por ellos hay que alzar la voz y es por ellos que hay que exigir la liberación inmediata y sin condiciones.

Pero solo enfocar el asunto al 5% de los secuestrados que tienen las FARC, y en un poco más del 1% del total de personas que permanecen en cautiverio es una afrenta a la dignidad de los colombianos y un mensaje aterrador para la ciudadanía: si lo secuestran y no tiene influencias, usted y su familia estarán solos dando la batalla.

Eso, terroristas de las FARC, señores Uribe y Sarkozy, señor Lula… eso da asco.

lunes, 6 de agosto de 2007

Calmante

Por Jaime Restrepo. Director Sistema Atrabilioso.

Muchas veces se podrá hacer el intento, pero nunca se comprenderán, ni siquiera de manera aproximada, los sentimientos y las expectativas de los familiares de los secuestrados.

El profesor Gustavo Moncayo decidió emprender una manifestación solitaria por la libertad de su hijo. Al principio, cuando salió de Sandoná, Nariño, solo lo acompañaba su hija y supongo que tuvieron que hacer un gran esfuerzo para que los medios de comunicación divulgaran la acción de Moncayo.

Pero en un país que está comenzando a sensibilizarse contra el secuestro, y en el que juegan intereses políticos para apropiarse abusivamente del tema, poco a poco los colombianos fueron despertando, entre otras razones, por la valerosa acción de Moncayo.

Es así de simple: el profesor es un hombre tozudo que se cansó de esperar el retorno de su hijo a casa, y viendo que no avanza la liberación de los secuestrados políticos decidió emprender una caminata de más de mil kilómetros. Desde luego también aprovechó (es un hombre inteligente y más cultivado de lo que muchos se imaginan) la conyuntura política del forcejeo por el canje.

Ciertamente Moncayo quiere (mejor exige) el intercambio humanitario, algo perfectamente lógico y aceptable desde el punto de vista de los familiares de los secuestrados.

Resulta difícil pedirles, en medio de su dolor y angustia, que entiendan que la culpa del secuestro la tienen las FARC y que la liberación de los secuestrados es realmente una decisión exclusiva de los terroristas. Y sería imposible exhortarlos a señalar y encausar sus exigencias contra los criminales que tienen en su poder (para torturarlos, castigarlos o fusilarlos) a sus seres queridos.

Los familiares, y por supuesto Moncayo, no tienen porqué comprender que el asunto del intercambio humanitario es un tema de presión política contra el Estado, pues ellos ya han sacrificado mucho: el dolor de los secuestrados y el sufrimiento de ellos como familia. Total, desde su perspectiva, solo interesa el regreso de los secuestrados y nada más, y no importa cómo, a qué costo o de qué manera se logre ese objetivo.

¡Como no entender la indignación de Moncayo en su encuentro con Uribe! Después de caminar más de mil kilómetros se encontró con la frustración de que su deseo del intercambio humanitario con el despeje de Pradera y Florida en el Valle, no es posible bajo las condiciones que IMPONEN las FARC.

A los familiares de los secuestrados no les importa el ajedrez político y militar que se jugaría en el mencionado despeje, ni mucho menos que en las condiciones impuestas por las FARC, y replicadas por ellos, se pone en riesgo no a centenares sino a miles de colombianos que podrían ser víctimas del secuestro para futuras extorsiones de las FARC al Estado. Tampoco les interesa la opinión de los habitantes de los dos municipios que serían entregados a las FARC: a ellos solo les importa que los suyos vuelvan a casa… y viendo las cosas solo desde la perspectiva del dolor, ellos sienten que tienen la razón.

De Moncayo hay que destacar muchas cosas: su tenacidad, la entereza con la que ha emprendido y defendido su idea, su serenidad y no caer en la tentación de arrendar sus banderas al servicio de intereses politiqueros, más allá de lo que su propias ideas le indican.

Sin embargo, lo que más respeto genera de “el caminante de la paz” es su capacidad de reconocer lo que a su juicio fueron errores: unas horas después del acalorado debate con Uribe, el profesor concedió una rueda de prensa en la que pidió disculpas al Presidente y a los colombianos por su airado enfrentamiento en la Plaza de Bolívar de Bogotá.

Pero no había nada que disculpar, pues una década de martirio le otorga la posibilidad de decir lo que piensa, y de vomitar todo su dolor y frustración, ambos ocasionados SOLO por las FARC.

Obviamente el profesor llegó a Bogotá convencido de lograr una respuesta positiva para el intercambio humanitario, es decir, para el despeje y la liberación sin condiciones de centenares de terroristas de las FARC, pues como él mismo lo dijo, “si no hay un proceso de reinserción no se puede exigir que los guerrilleros se comprometan a abandonar las armas”.

Posiblemente esa es la frase que demuestra claramente la visión de los familiares de los secuestrados políticos: mientras a un amplio sector del país si le importa que los terroristas vuelvan a sus andanzas, a ellos solo les importa que los secuestrados sean liberados al costo que sea.

Más allá de los mensajes ideológicos que ha dado el profesor Gustavo Moncayo; más allá de los intentos corrompidos de sesgar la iniciativa como si fuera un asunto de opositores y uribistas, lo de Moncayo es un esfuerzo SOLITARIO por despertar al país de la apatía frente al secuestro y buscar, desde su perspectiva, una solución rápida al sufrimiento de las familias y de los secuestrados políticos, algo entendible porque ¿quién no busca un calmante cuando siente dolor?

Columna relacionada: El marchante politizado.

viernes, 3 de agosto de 2007

La absurda ley

Por: Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.
myances@msn.com

Los ingenieros y arquitectos están acostumbrados a que ninguna obra humana es perfecta, siempre es factible mejorar los inventos, y las construcciones. También los artistas (escritores, pintores, escultores y compositores entre otros), encuentran aspectos que el común de la gente no percibe, que le permitirían mejorar la creación.

Por lo tanto en la evaluación de tales creaciones, inventos y construcciones, siempre habrá un balance entre el todo y los detalles, que determina finalmente su aceptación o su rechazo.

Con las leyes y su aplicación sucede igual. No son perfectas; los hombres le buscan la “caída” para violarlas. La ley escrita y la correspondiente aplicación de justicia de la que se enorgullecen los países mas civilizados, contrasta con la de los pueblo más atrasados, que sin tenerla (está sobreentendida, o tácitamente pactada entre todos) produce mejores resultados en la cohesión de la organización social.

Algunos autores atribuyen la capacidad de engañar y hacer trampas, no a falencias de las leyes, sino a la mayor evolución del cerebro humano. Según esa teoría, no es que la ley escrita sea menos perfecta que la tácitamente aceptadas por la sociedades menos evolucionadas (pensemos en las tribus, por ejemplo) sino que al ser los hombres de la ciudades mas evolucionados están mejor dotados para burlarla.

Sea como sea, la culpa parece tenerla un principio jurídico que establece que “al ciudadano todo le esta permitido mientas no esté expresamente prohibido por la ley”, principio que excluye la vergüenza y el repudio como reguladores primarios de la conducta; mientras que “al empleado público nada le esta permitido, sino está expresamente permitido en la ley” que limita la iniciativa, que si tienen los particulares.

Esta extraña paradoja (exceso de libertades para unos, prohibición de la iniciativa para otros) encierra una excesiva valoración de lo escrito -que representa lo humano- sobre lo ético y lo moralmente aceptado por la organización social, que es lo divino; y “ahí fue Troya”.

La ley escrita nunca podrá superar la que las organizaciones sociales van creando y aceptando en su cotidianeidad; cuando más se convertirá en un intento de codificarla y registrarla, para enseñarla, difundirla e imponerla. En otras palabras, si bien es necesario escribir las leyes, lo valioso es su espíritu, que es el reflejo de lo que la sociedad considera justo y necesario, y lo que le ha dado origen.

A la luz de estas reflexiones, es incomprensible que quienes violan todas las leyes y los principios que cohesionan la sociedad, sean mejor tratados por la justicia que quienes exponen sus vidas primero, y luego su libertad, en defensa de la de los demás. Son exabruptos que no encajan en la conciencia ciudadana, debilita las instituciones y desestimula a quienes las defienden, aunque se escriba y se acepte que jurídicamente se esté procediendo en derecho.

En la evaluación de las operaciones militares -como lo habíamos dicho para las creaciones, inventos y construcciones- siempre debe haber un balance entre el todo y los detalles, que determine finalmente su aceptación o su rechazo. Seguramente la sociedad toleraría algunos errores, siempre que estén orientados a conseguir el bien común.

En la que recuperó hace 21 años el palacio de Justicia, por ejemplo, muchos fueron asesinados por los guerrilleros, y unos pocos desaparecidos estando en poder de los militares (censurable) pero no tiene sentido que el Estado sea mas benévolo con los asaltantes a quienes se les aplicó el concepto de “perdón y olvido”, que con los militares que están siendo sometidos a juicio. Como tampoco que se indemnice a los familiares de los que murieron en la operación y no a quienes se encuentran desaparecidos.

miércoles, 1 de agosto de 2007

¿Por qué Harper no esta equivocado cuando insiste en Tratados comerciales con Colombia?

Por Mariela Arango. Columnista invitada al Sistema Informativo Atrabilioso.

NOTA DEL DIRECTOR: Hace algunos días salió publicada una columna en la que se cuestiona al Primer Ministro canadiense por impulsar el comercio con Colombia. Básicamente el editorialista señalaba que Harper está equivocado al buscar esos acercamientos con el gobierno Uribe. Esta fue la respuesta valiente de una colombiana, que fue publicada en las últimas horas en The Gazette.


Las Farc, las mal llamadas guerrillas colombianas y yo, nacimos el mismo año y en el mismo país. Crecí mirando como ésta y otras guerrillas secuestraban, extorsionaban, asesinaban y masacraban a lo largo y ancho del país; luego de algunos años anexaron a su lucrativo negocio del secuestro, la siembra y control de cultivos ilícitos para luego incursionar con éxito en la exportación de cocaína a diferentes países, incluyendo, por supuesto a Canadá.
Para proteger sus cultivos y cuidar su cobarde huída, las FARC se dedicaron a sembrar el territorio colombiano de minas quiebrapatas. Total, hoy las FARC, sus cabecillas concretamente, han amasado enormes fortunas exportando cocaína hacia los EEUU, Canadá y Europa, hasta el punto de que hoy son el mayor grupo exportador de cocaína desde Colombia.

Cada dia en Colombia dos personas mueren o pierden las piernas por las minas que siembra la guerrilla en el país.

Hace aproximadamente 6 años las Farc estaban a punto de tomarse el poder en Colombia, derrocar la democracia y establecer la segunda Cuba de Suramérica y nosotros los colombianos que estábamos viviendo en Colombia y que no somos ni guerrilleros ni tampoco paramilitares, mirábamos aterrados como nuestra democracia se venia abajo y todos los demás países Americanos no hacían nada por evitarlo. Es bueno recordar que las FARC dinamitaron la represa que abastece de agua a Bogotá, la Capital, y con esa acción intentaron borrar del mapa poblaciones y ciudades intermedias como Villavicencio.

Pero ni siquiera los columnistas que ahora escriben para criticar a Harper por querer establecer un tratado comercial con Colombia se dignaban en ese entonces escribir un artículo pidiendo al Primer Ministro ayudar a Colombia ante el desastre que se nos avecinaba y que estábamos viviendo: la guerrilla estadísticamente hablando ya tenia sitiadas todas las ciudades y amplias zonas rurales del país.

Pero la mayoría de los colombianos, aquellos que ya aprendimos que la democracia es para elegir al mejor, elegimos a Álvaro Uribe para defender la democracia mortalmente herida en mi país y lo reelegimos para otro periodo de 4 años porque hasta el momento es el que mejor ha entendido el sentimiento de la inmensa mayoría de los colombianos.

Artículos como los del señor Dan Garner, en donde reúne en una sola historia algunos comentarios sin fundamento jurídico, extraídos de diferentes artículos de prensa poco seria, para presentarlos como evidencia de que el presidente de los colombianos es un narco-creador de paramilitares, amiguísimo de Pablo Escobar, solo demuestra lo desesperadas que están las FARC y como están moviendo toda su maquinaria en el exterior para mal-informar y así desacreditar a nuestro Presidente, al único Presidente que hemos tenido que ha logrado quitarles el país de las manos a los terroristas y devolvérnoslo a los colombianos de bien que estamos trabajando para que la democracia algún día funcione como debe ser.

Lo que mas no duele a los colombianos que vivimos en el exterior es ver la forma como usan a terceras personas para hacer lobby en los gobiernos extranjeros y presionar contra la democracia en Colombia. Nunca vemos en los periódicos extranjeros denuncias contra las barbaries cometidas por las narco-guerrillas colombianas: ¿Dónde estaban las ONG y los sindicatos cuando las Farc cometieron la masacre de la Chinita en donde asesinaron a guerrilleros reinsertados del EPL en Apartado? ¡Por qué no se pronunciaron frente a la masacre de más de 30 personas?. Tampoco hablan de Bojayá, ni del fusilamiento de los 11 diputados del Valle, ni de las siete personas incineradas vivas en febrero del año pasado en Caquetá después de desobedecer un paro armado organizado por las Farc.

No hemos logrado superar la revolución comunista, pues aun sus militantes desde diferentes frentes continúan luchando contra la democracia ya establecida. Los ciudadanos del norte deben saber y entender que el pueblo colombiano gusta de la democracia, no apoya a las guerrillas comunistas o socialistas, ni apoya la lucha armada como recurso para construir equidad social.

Los colombianos no logramos entender porque algunos grupos de derechos humanos y personas de otros países insisten en que aislando económicamente a Colombia es como se va a poder sacar el país adelante: ¿cuándo van a entender que la inmensa mayoría de Colombianos que viven allá no son ni paramilitares ni guerrilleros sembradores de coca y la mejor ayuda que podemos recibir para sacar el país adelante es precisamente abriéndonos la puerta de las oportunidades del mundo globalizado?

Así que si en algo no esta errado el Primer Ministro de Canadá es cuando el envía el mensaje de que sin desarrollo económico, Colombia no puede alcanzar la paz. Aislarlo solo ayudara a la narco-guerrilla y a otros grupos delincuenciales que están desangrando y acabando a Colombia. Para escribir sobre Colombia primero hay que conocer la realidad de todos aquellos que sufren desde ambos lados y no sesgarse para beneficio de los comunistas disfrazados de demócratas que pululan por doquier.