lunes, 1 de junio de 2009

Un tirano majadero

Dice José Obdulio Gaviria que “mientras Bolívar rezuma grandeza, en sus contradictores afloran la pobreza intelectual y la ambición. ¡Que sospechan de su intención de una usurpación tiránica!”

Más que sospechas, la inclinación de Bolívar a la tiranía puede ser establecida en varios episodios de la vida política del Libertador. Por ejemplo, en todo el escrito, José Obdulio Gaviria evita mencionar la Constitución Boliviana de 1826. Y eludirla tiene su razón de ser: arrasa con la defensa que hace el ex asesor de las intenciones del Simón Bolívar político.

Para comenzar es bueno recordar algunos apartes del
discurso del Libertador ante el Congreso Constituyente de Bolivia:

“El presidente de la República viene a ser en nuestra Constitución, como el sol que, firme en su centro, da vida al Universo. Esta suprema Autoridad debe ser perpetua.(…) Dadme un punto fijo, decía un antiguo; y moveré el mundo. Para Bolivia, este punto es el Presidente vitalicio.

Es que la tiranía, en el sentido que se le dio al término en la Grecia antigua, era el régimen de poder absoluto, generalmente unipersonal, que con frecuencia instauraba el tirano, normalmente gracias al apoyo popular. En este sentido, en la Política, Aristóteles dice que “la monarquía o sólo debe tener el nombre sin existir, o necesariamente existe debido a la gran superioridad del que reina; de modo que la tiranía, que es el peor régimen, es el más alejado de una constitución”.

Ni más ni menos: Bolívar aplaude las intenciones tiránicas de la Constitución Boliviana e incluso se adentra en el berenjenal de una forma particular de gobierno monárquico en Bolivia, el que según sus áulicos, se transformaría en el Imperio de los Andes, con Bolívar como emperador:

Siendo la herencia la que perpetúa el régimen monárquico, y lo hace casi general en el mundo: ¿cuanto más útil no es el método que acabo de proponer para la sucesión del Vicepresidente? (…) Considerad, legisladores, que estas grandes ventajas se reúnen en el Presidente vitalicio y Vicepresidente hereditario.

Así las cosas, el Libertador no solo le rinde homenaje a la presidencia vitalicia y a la vicepresidencia hereditaria, sino que prácticamente exhorta a los legisladores a mantener la figura de la tiranía como lo más sano para el país.

Luego Gaviria afirma que “el mensaje a la Convención de Ocaña (febrero de 1828), por ejemplo, sólo tiene parangón en la pluma de algunos de los fundadores de Norteamérica”.

Lo que no dice el ex asesor presidencial es lo que ocurrió después de la disolución de la Convención de Ocaña, cuando Bolívar promulgó el
Decreto Orgánico del 27 de agosto de 1828, el cual serviría de Ley constitucional del Estado hasta 1830. Básicamente lo que hace Bolívar es suplantar una Constitución con un decreto y al no lograrse un consenso en la Convención, recibe unas atribuciones que ningún libertador o demócrata podría aceptar, como es la promulgación unipersonal de un remedo de Constitución.

En el Decreto Orgánico, el Libertador afirma que “el pueblo (…) me ha encargado de la suprema magistratura. Después de una detenida y madura deliberación he resuelto encargarme, como desde hoy me encargo, del poder supremo de la República, que ejerceré con las denominaciones de Libertador, Presidente, que me han dado las leyes y los sufragios públicos”.

Dentro de las atribuciones que se adjudica Simón Bolívar está el “nombrar para todos los empleos de la República, y remover o relevar o los empleados cuando lo estime conveniente; expedir los decretos y reglamentos necesarios de cualquiera naturaleza que sean, y alterar, reformar o derogar las leyes establecidas”.

Al final del Decreto Orgánico, Bolívar concreta la tiranía sobre los ciudadanos:
“Son deberes de los colombianos vivir sometidos al gobierno, y cumplir con las leyes, decretos, reglamentos e instrucciones del poder supremo”…

Si el Libertador era el poder supremo, gobernando, legislando y ejerciendo la superioridad que le otorgaba el sometimiento que él mismo había consignado en el remedo constitucional, no cabe duda de los deslices tiránicos en los que incurrió.

Al tratar de justificar las acciones tiránicas de Bolívar, José Obdulio Gaviria está abriendo espacios para excusar algunas pretensiones totalitarias a partir de la voluntad popular. Ciertamente se puede ser indigente intelectual pero no desagradecido, pues si Uribe incurre en la tentación, no pasará a la historia como uno de los mejores presidentes, sino como uno más de los tiranos bolivarianos… ¡Qué ingratitud!

Por Jaime Restrepo. Director de Atrabilioso.

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