Esta complicada e intraducible palabra alemana se emplea en la jerga del ajedrez para aludir a la situación en que un jugador pierde por tener que jugar, en la que cualquier jugada que haga tendrá consecuencias funestas para él. Es lo que le pasa al PDA una vez que supera electoralmente al "liberalismo" y cuenta con el respaldo obsesivo de la prensa, de las clases altas, de la internacional "progre" y del chavismo que gobierna en la mayor parte de Hispanoamérica. Ya es el paradigma de la oposición pero no puede ni soñar con competir por el poder con el uribismo, pues ni puede plantear la desmovilización de las bandas terroristas ni conseguir que éstas recuperen el dominio perdido y le abran el camino hacia el poder. Cada gesto que hacen en una dirección, de apoyo o de rechazo a los crímenes de la tropa, les hace perder coherencia y respaldo, bien de la militancia que sigue soñando con la revolución o con la negociación política que proveería los ministerios y embajadas sin riesgos, bien de las clientelas externas y de los ciudadanos proclives a dejarse seducir por el canto de sirena del fracasado socialismo, que no quieren verse arrastrados a una guerra civil muy difícil de ganar.
Los tres clanes
En la autocomplaciente visión de Gustavo Petro, en el PDA hay tres facciones: una de "izquierda tradicional", dirigida por Robledo y Gaviria, otra clientelista, dirigida por el actual alcalde de Bogotá, y otra razonable y moderna, encarnada en el mismo Petro y en Luis E. Garzón. No faltan quienes atribuyen las diferencias a las ambiciones personales de sus dirigentes y aun quienes creen que se trata de una actitud diferente ante las guerrillas. A mi modo de ver ambas visiones son equivocadas, las ambiciones personales corresponden a la realidad más prosaica e inmediata, los que sólo piensan en su protagonismo sin atender a las posibilidades reales tampoco llegan a dirigir nada. Cualquier ambicioso preferiría un ministerio vitalicio a una presidencia incierta, y el origen de las desavenencias, tanto de ambiciones como de estrategia, procede del tremendo retroceso de las guerrillas en los últimos años: con un apego tan cerrado a los presupuestos ideológicos totalitarios como el de la "izquierda tradicional" no hay esperanzas de ganar votos, y Petro espera que los militantes lo entiendan y abandonen a la actual dirección, y lo apoyen a él, claro.
Ni contigo ni sin ti
Pero abandonar a su suerte a las guerrillas es imposible: ¿de dónde procede la popularidad de Uribe? De su firme combate contra esas bandas. Quien apoya ese combate deja de estar en la oposición y de ser solidario con las fuerzas presentes en el PDA, por mucho que comparta el programa estalinista o chavista más rígido. Nunca lo ha hecho nadie del PDA: Navarro las considera necesarias, pues afirma que no habrá solución al "conflicto" sin previa reforma agraria (es sólo invertir los términos: la guerrilla es un síntoma de la falta de reforma agraria y un agente de esa noble aspiración); Garzón considera necesaria la negociación política, pues no es cosa de andarse matando por la cantidad de cámaras o de miembros de éstas (a tal punto llega el ingenio de estos sofistas al servicio de la industria del crimen). De hecho, cualquiera que respalde vagamente la labor del gobierno impidiendo masacres y secuestros es señalado como "uribista" por las huestes del PDA. No es el gobierno quien crea esa dicotomía uribismo-guerrillas. Eso lo hace ante todo el PDA. Pero nadie abandona a las guerrillas en el PDA porque tendría en contra al partido, y sin embargo la ambigüedad respecto a esas bandas echa a perder todas sus posibilidades electorales. Es lo malo de esta democracia electoral...
Tercero, como consecuencia, la política de paz del Partido nace de reconocer que la paz es un derecho de los ciudadanos, vulnerado por los actores del conflicto armado. Por tal razón, defiende el proceso de paz como un derecho de la ciudadanía, que hace del ciudadano, y no del sujeto armado, el protagonista central de dicho proceso. La Paz se alcanzará entonces de un Acuerdo Nacional de los ciudadanos, a través de sus fuerzas sociales y políticas, que concierte profundas reformas democráticas para quitarle oxígeno a la violencia, efectuadas ellas por un gobierno de amplia convergencia democrática. Por esta vía, los actores armados ilegales se debilitarán y penderán de su aceptación de negociaciones serias y cortas para salir definitivamente de la guerra, o de su derrota militar.
La guerra y la política
Militancia y clientela
Bueno, ya que se habla de las rarezas de Colombia no está de más señalar esa combinación de fanatismo y cleptocracia que ha sido la izquierda urbana. Cualquier persona de otra parte que se enterara de la coexistencia en una misma persona del sueño leninista ("de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad") con los privilegios más escandalosos (Luis Eduardo Garzón se ganaba en los noventa, como presidente de la CUT, el equivalente a unos 50 salarios mínimos) se sorprendería. Los colombianos no: durante siglos los poderosos, los antepasados de los pensadores, profesores y juristas de la izquierda democrática, sometían a los indígenas a trabajo forzado y sin paga en aras de su salvación, dentro del contexto de la religión del amor. Los robos increíbles de la "izquierda democrática", su coincidencia absoluta con la banda de Ernesto Samper y con muchas otras redes de ladrones, son sólo la continuación de la forma de vida de los poderosos tradicionales. Por eso no hay verdaderamente ningún contraste entre clientelistas y comunistas antediluvianos, ni entre socialistas respetuosos de la democracia y terroristas: fue el poder de las bandas de asesinos lo que permitió crear la clientela y apropiarse de toda clase de entidades públicas, asegurarse sueldos y pensiones escandalosos en comparación con los de los demás colombianos y hasta imponer una Constitución totalitaria. ¿Que ambas, clientela y guerrilla, servían para tomarse el poder? Claro. Pero ¿qué mejor negocio?
El veranillo de San Miguel
Resistencia
Pero es un poco lo mismo: llámese como se llame, socialismo, populismo, cleptocracia, guerrilla, la llamada izquierda y su partido no son más que un ejercicio de resistencia de la vieja sociedad, de la sociedad preburguesa, de castas, que ha imperado durante casi toda la historia de Hispanoamérica. El PDA agrupa los restos del peor populismo y de la peor cleptocracia para integrar a Colombia en el "chavisferio", cuyo declive derivado de la baja de los precios de las materias primas y del empeoramiento de las condiciones de vida en los países que lo sufren se da por descontado. Bueno, como se da por descontado el fracaso de las guerrillas, pues ¿qué ocurriría si la gente eligiera un candidato del PDA en 2010? ¿Alguien cree que podrían hacer lo de Venezuela sin una resistencia resuelta de las víctimas? Soñar no cuesta nada, y a algunos, como los dirigentes del PDA, los sueños de los arribistas ilusos les generan rentas. Pero ahí se acaba todo.
0 comentarios:
Publicar un comentario