lunes, 15 de junio de 2009

La falsedad de los detractores de la Seguridad Democrática

Ya no sorprende la amnesia y mezquindad que padecen algunos comentaristas de prensa, como Mario Morales, sobre los adelantos que ha tenido el país en materia de seguridad. Eso sí: llama la atención que el mismo Morales hable del fracaso de una política y olvide que solo unos meses antes, en el mismo espacio, reconoció los avances de esa misma política... ¿olvidó lo que significa coherencia?

Algunas cifras sirven para comparar la situación que vivía el país en
2000 y la situación actual. Ese año se registraron 3.706 secuestros, mientras que en 2008 el número de plagios fue de 437. Es más: en mayo pasado se registraron solo cinco secuestros, la cifra más baja en el histórico de las estadísticas que se llevan de ese crimen atroz. Esto significa que de 10 secuestros diarios que se padecían en el año 2000, se ha logrado llegar a solo cinco plagios mensuales… ¿Morales verá alguna diferencia?

De igual forma, en el 2000 el Instituto de Medicina Legal reportó 26.540 homicidios y una tasa de 63 homicidios por cada 100 mil habitantes. El año pasado, la
cifra de homicidios llegó a 16.140 y una tasa de muertes violentas de 33 homicidios por cada 100.000 habitantes. No obstante, hay otras cifras del 2008, publicadas por Medicina Legal, que hablan de 15.250 homicidios contra 16.318 del año 2007, es decir una reducción del 6,5 por ciento.

Sin embargo no se puede olvidar que las cifras del año 2000 no fueron las más altas: en
2002, por ejemplo, se reportaron 28.837 homicidios, un dato muy cercano a los registros de 1991 (28.280), 1992 (28.225) y 1993 (28.048).

Otro referente estadístico que puede servir para la evaluación de la Seguridad Democrática es el número de
víctimas de masacres: en 2002 se registraron 680 muertes, mientras que en 2008 se reportaron 169 víctimas.

Veamos un ejemplo más: En cuanto a la piratería terrestre, encontramos que en el
2001, Colombia tuvo 1.840 casos mientras que en 2008, según el propio detractor de la Seguridad Democrática, la cifra fue de 646.

¿Cuántos municipios del país estaban completamente desprotegidos en 2002? En ese momento,
157 cabeceras municipales carecían de presencia policial e incluso algunos llevaban casi una década sin el servicio. Pero la cosa era más grave: ese año, cerca de 480 alcaldes despachaban fuera de sus municipios. Hoy, salvo algunas amenazas provenientes de las FARC, y algunos intentos político-militares del terrorismo para golpear la gobernabilidad, los alcaldes y concejales permanecen en sus municipios.

Un poco de honestidad les bastaría para reconocer los avances importantes que ha tenido Colombia en materia de seguridad:

Reducción de secuestros: 88% Periodo 2000-2008
Reducción de homicidios: 45% Periodo 2002-2008
Reducción de piratería terrestre: 65% Periodo 2001-2008

Los hechos, más que la propaganda mezquina, demuestran el éxito de la política de Seguridad Democrática. Las cifras hablan por si solas y pese a los esfuerzos desesperados de los comentaristas de El Espectador, resulta sencillo dejar en evidencia la mezquindad y la bajeza a la que pueden llegar para tratar de confundir al público.

Sin embargo, la radicalización desesperada de algunos fanáticos uribofóbicos no puede generar una reacción ciega y proteccionista de dicha política, pues sería una torpeza casi igual a la de Morales, desconocer que una estrategia debe contar con etapas dinámicas que permitan profundizar en ciertos aspectos y atender contingencias que originalmente no estaban previstas.

Los mismos avances de la Seguridad Democrática han planteado nuevos escenarios que deben ser incluidos en la estrategia: el número de desmovilizados es superior a las expectativas que se tenían y eso genera desatención para algunos individuos que no pueden ingresar a los programas de reinserción. Esto implica necesariamente, que un grupo retornará al delito y el Estado debe atender esa grave contingencia criminal.

De igual forma, el Gobierno y la sociedad deben ser conscientes de la particularidad de la coyuntura actual, pues el país vive un conflicto con grupos armados como las FARC, el ELN y las bandas criminales, al tiempo que se está desarrollando una etapa de post-conflicto que implica, además de la reinserción, el incremento de crímenes por cuenta de la reincorporación de algunos individuos a la actividad delincuencial. A medida que se profundice la deserción y se desatienda a combatientes (por temas presupuestales o de otra índole), las cifras de criminalidad marcarán una tendencia al alza, aunque como ya no son estructuras fuertes, ni cuentan con control territorial, son de más fácil neutralización por parte de las autoridades.

Otro hecho evidente es que la impunidad golpea cualquier política de seguridad. Además de la tradicional desidia, fruto de la impotencia y mediocridad del aparato judicial colombiano, la legislación es débil frente a los fenómenos delincuenciales, lo que requiere una revisión profunda para subsanar estas estructuras que dan como resultado la impunidad.

Los candidatos que le apuestan a la Seguridad Democrática deben plantear la nueva generación de esta exitosa política, pues las realidades pueden estarla desbordando en ciertos aspectos que son consecuencia de los buenos resultados. Ahí está el primer reto para los aspirantes: ¿cómo van a mejorar y profundizar la política de Seguridad Democrática?

Por Jaime Restrepo. Director de Atrabilioso.

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