jueves, 21 de mayo de 2009

Periodismo de "opinión" a la colombiana

A veces resulta inevitable señalar con el dedo acusador (ese que apunta contra alguien mientras tres lo señalan a uno mismo) la deformidad de los llamados columnistas de opinión y los engaños y demás especies que pueden dejar en sus lectores.

Sin embargo, después de leer las diferentes columnas de los últimos días, algunos personajes revestidos con el aura de líderes de opinión hacen pensar que todavía no han dado lo peor de sí y que nos seguirán sorprendiendo con sus formas particulares de ejercer el periodismo. Aquí algunos ejemplos:

Periodismo mezquino: Hay columnistas que sienten que cualquier síntoma de honestidad y reconocimiento de los logros del objeto de su inquina, será una debilidad inadmisible.

“Sobre todo, tendrán que demostrar que son capaces de capitalizar el legado que en materia de seguridad ha construido el país, corregirlo y agregarle valor”.

Claudia López es una profesional del odio. Semanalmente sus escritos tienen el veneno de la imprecisión y del engaño, solo para cumplir con su cuota de odio contra Uribe y los suyos. Sin embargo, cuando inevitablemente tiene que tocar algún punto que pueda ser considerado como logro del Gobierno, la señora López se va por las ramas y suelta una generalización que, por supuesto, la incluye.

Periodismo pseudointelectual: Se ha vuelto común encontrar escritos que se convierten en trincheras de combate ideológico. Sin embargo, algunos pseudointelectuales esconden sus verdaderos propósitos detrás de un discurso aparentemente elaborado. Los protagonistas de esta modalidad cuentan con la ignorancia de la mayoría de sus lectores para hacer afirmaciones que se convierten en objeto de culto de aquellos que los llaman maestros:

”Don Quijote se alza a luchar sólo por sus convicciones, no está sometido a nadie, se enfrenta con el mundo para tratar de imponer una visión de la realidad que contraría a los otros.

¿Imponente Don Quijote? Veamos: “Eso que a ti te parece bacía de barbero me parece a mí el yelmo de Mambrino y a otro le parecerá otra cosa…” “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos. (…) Por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida.”

Dice el columnista más adelante:

Para lo que han servido los libros en esta fábula es para fortalecer la voluntad, la idea de que el ser humano puede enfrentarse a sus costumbres y sus tradiciones, y tratar de imponer en el mundo otros sueños: de justicia, de heroísmo, de desprendimiento”.

Al margen de la interpretación particular sobre el contenido de Don Quijote, llama la atención el uso del concepto imponer en dos apartes del escrito. No parece ingenuidad ni accidente: es la aceptación de que todas aquellas aspiraciones personales y egoístas del escritor, deben ser impuestas a los demás.

No obstante, esa es la mejor descripción de la indigencia intelectual colombiana: imponen con la mira puesta en sus intereses y alianzas. Ojalá los que han convertido al periodismo en una militancia de pseudointelectuales, recordaran algunas palabras de
Jorge Luis Borges:

"¿La misión de ustedes? Bueno, es simplemente la de salvar al mundo… Yo les aconsejaría el ejercicio de la ética y el hábito de la lectura. (…) Creo que la definición de la palabra ética es innecesaria, ya que uno, por un instinto misterioso, sabe a cada momento si está obrando bien o mal. Creo que ese instinto es esencial y más importante que las definiciones o que los adjetivos".

¿Cómo imponerle la salvación a un individuo o a una sociedad? La imposición de la que habla el columnista de El Espectador es la que está operando en Venezuela y la que se ha enraizado en Cuba… Poner a Don Quijote como escudo para dejar al descubierto el propósito de imponer es solo un recurso de vanidad que se puede excluir para desnudar los anhelos totalitarios, los mismos que con las armas han querido imponernos las FARC durante casi medio siglo.

En todo caso, resulta incompatible la imposición personal de un sueño con la libertad de los individuos a los que se pretente someter…

Periodismo cínico: Seguramente en unos lustros, los exponentes de este tipo de periodismo serán objeto de análisis sobre lo que no es periodismo de opinión, es decir, deberán ser guía de aprendizaje sobre los vicios que no se pueden plasmar en una columna.

“Faltaba más que los colombianos permitamos que este delito de las interceptaciones acabe en la condena de unos funcionarios de tercera línea, cuando está claro que los determinadores trabajan en la Presidencia de la, otrora, respetable República de Colombia”.

Confieso que leí varias veces este párrafo, sencillamente porque no podía creer que alguien se atreviera a decir que Colombia era más respetable hace unos años que ahora. Recordaba la cancelación de la visa de un Presidente que incluso dejó firmado un documento en el que declaraba a Colombia como Estado fallido. ¿Cómo olvidar que Pablo Escobar se fugó de una lujosísima cárcel en la otrora respetable República de Colombia?

Vino a mi mente la Copa América de 2001, cuando Argentina no quiso venir a jugar a Colombia por motivos de seguridad. Y cuando los cantantes y artistas se negaban a presentarse en la “prestigiosa" Colombia.

Resulta difícil olvidar la salida masiva de colombianos a otros países, buscando refugio de lo que ocurría en esta “respetable” República: más de 3 mil secuestros en un año, pescas “milagrosas”, ataques a poblaciones y capitales de departamento, miles de desapariciones, secuestros de aeronaves que obligaban a aterrizar en carreteras o potreros… eso llenaba de “prestigio” a Colombia y, según este especimen que escribe algo que llaman columna de opinión, era todo mucho más respetable que ahora. Sin embargo uno se pregunta: ¿Si Colombia era más respetable antes, porqué el que escribió el texto tuvo que salir huyendo del país en aquellas “anheladas” épocas y justamente ahora pudo volver?

Mutantes del complejo Münzenberg: ¿Qué se puede decir? Hay personajes que son dignos representantes del espacio que ocupan y del medio en el que escriben. El complejo sembrado por Willi Münzenberg en los entusiastas duros de entendederas, surge en todo su esplendor cuando uno abre las páginas de El Espectador.

Decía
Münzenberg que “cualquier crítica o reproche al sistema soviético sólo podía provenir de personas fanáticas, fascistas o sencillamente estúpidas; mientras que los partidarios del comunismo eran, por el contrario, gente con una mente avanzada, partidarios del progreso de la humanidad y tocados por un halo especial de refinamiento intelectual”.

Dice el expositor del complejo Münzenberg:

"Pero como la razón nos empuja, perseveramos. Nos congratulamos por nuestra valentía, afilamos los lápices aburridos de escribir siempre lo mismo, y con la creatividad de quien piensa que la repetición finalmente vencerá a la estulticia, volvemos con más saña a “seguir dando el debate”.

Empecemos por aprovechar la idea de que los uribistas son brutos. Nuestras razones no calarán nunca, por más que nos rasguemos las vestiduras. Pero si somos tan inteligentes, imposible que seamos incapaces de inventarnos una alternativa para descrestar uribistas".

¿Insuperable? No. Para nada. El que escribió lo anterior es solo la cara más burda de esa “clase superior” de ospinas, duzanes, molanos, bejaranos, lleras, caballeros, lópez y otras plagas que pululan en el muladar mediático nacional. Escribir descalificaciones, ya sea por imagen narcisista o por el poder que se ostenta, no debe ser difícil. Lo cierto es que ninguno de ellos ha sido capaz de hacer el tránsito hacia las ideas y confunden sin recato, la inteligencia con la osadía.

¡Qué bueno que estos personajes leyeran a Don Quijote: “la alabanza propia envilece”!

Por Jaime Restrepo. Director de Atrabilioso.

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