martes, 26 de mayo de 2009

La verdad

Dos columnas de opinión Uribe ayer y hoy la primera, y ¿Nos pintan pajaritos de oro? la segunda, escritas por sendos ex ministros de Hacienda: Guillermo Perry (del gobierno del Salto Social) y Rudolf Hommes (del gobierno del Revolcón) respectivamente, presentan un escenario tan aterrador de la economía colombiana, como en el de la salud, por cuenta de la pandemia. No existe ninguna duda de los fines políticos de ambas.

Perry elogia los dos primeros años del Gobierno y se centra en el último para concluir que “por todas estas razones, el Uribe de hoy no debe ser reelegido. Lo más grave ha sido el cambio extremo en el estilo político del régimen. La gobernabilidad no se busca ya mediante el ejercicio del liderazgo, sino mediante la concesión de favores de todo tipo.” Comentarios propios de un político en competencia electoral, pero nada bueno para un ejecutivo del BM.

Es evidente que el ex ministro cree que el país ha olvidado, en apenas siete años, cómo se establecía la gobernabilidad en el pasado. Es bueno recordarlo: espionajes para encontrarle el talón de Aquiles al ordenador del gasto y doblegarlo; presupuestos a ordenes de los congresistas (dietas); instituciones públicas, empresas industriales y comerciales del Estado, sectores enteros de la economía en manos del gamonalismo político regional; y la burocracia que se removía cada dos años para darle cabida a todos. El que eso haya cambiado en algo explica el desespero de los políticos de antaño.

Por su lado Hommes afirma que “el pronóstico de los economistas para el año 2009 sigue siendo malo. El crecimiento esperado para 2009 puede ser negativo. El desempleo seguirá aumentando (ya se acerca al 14 por ciento en las grandes ciudades y en algunas de ellas es más alto). La inversión y las exportaciones caerán y el consumo de hogares crecerá muy poco.

En el sector manufacturero se espera una caída importante así como en el comercio, el transporte y la construcción. El sector agropecuario contribuirá muy poco o nada, y los que amortiguarán la caída serán los sectores de hidrocarburos y minería, el Gobierno y el sector financiero. La contribución de este último no es sostenible porque a largo plazo no le puede ir mejor que a sus clientes y la cartera mala va en ascenso.”

Al decir de Michel Raid, “uno de los problemas que enfrentan las democracias de América Latina (AL) es la persistente negación del progreso por parte de muchos académicos, periodistas y políticos (…) este habito, que contribuye a debilitar la legitimidad de las instituciones democráticas no es nuevo. Enfatizar las características positivas de Colombia es particularmente osado en un país en donde parte de la elite intelectual durante años, sino décadas, se ha dedicado a señalar sus fracasos, su miseria física y humana, y a ridiculizar sus logros. Es tiempo de liberar a AL de algunas de las lecturas mas derrotistas y caprichosas de su propia historia; tiempo de mirar mas hacia el futuro al menos con cauto optimismo.”

Si uno examina los datos estadísticos con un horizonte más amplio, y sin sesgos, puede observar que si bien algunos índices se han deteriorado en los últimos meses, siguen siendo mejores que los de gobiernos anteriores. Un indicador confiable del estado de la economía y su tendencia, es la demanda de energía eléctrica; por dos inobjetables razones: la primera, que la medida es física (electrónica, no de opiniones) y en tiempo real; y la segunda que el sector no está politizado. La demanda, después de una caída abrupta en febrero, regresó en marzo y abril a su promedio anual; falta ver mayo, que ya termina.

No obstante hay tres hechos exógenos que compiten por complacer la visión pesimista de sectores de opinión politizados: el primero, la crisis financiera y económica mundial; el segundo, la proximidad de un proceso electoral y la incertidumbre que conlleva; y el tercero, la mora en la aprobación del TLC, que podría enfriar el interés de los inversionistas.

Por Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.

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