martes, 12 de mayo de 2009

Del tingo al tango

En octubre del 2006 escribí en este mismo espacio, una columna que titulé “Combustibles: escuchar el mercado”:

Lo que no ha querido hacer el gobierno mediante decreto, decía entonces, lo está logrando el mercado presionado por los precios de la gasolina. Muchos vehículos se están pasando a gas natural vehicular (GNV), y cada vez más estaciones prestan el servicio.

Pero automotores a gas, un combustible limpio con muchas reservas en el país, aun no salen de fábrica, a pesar de que los clientes los demandan hasta el punto que corren con los costos y la incomodidad, en lo que a pérdida de espacio se refiere, de su conversión.

Ese gasto es una contundente demostración de que los compradores estarían dispuestos a pagar (y hasta un poco más porque no implicaría un cambio en el diseño original) por la compra de un vehiculo nuevo que viniera dotado de motor de combustión a gas.

La buena noticia es que varias ensambladoras han anunciado que producirán carros que lo utilizarán.

Mas recientemente, junio del 2008 escribí “Los dioses están locos”, “La falacia de los subsidios” y “Pegados al techo”, tres columnas publicadas también en Atrabilioso, en las que cuestioné la fórmula de precios de la gasolina, porque originaba de manera irracional, un precio final al consumidor más alto que el de países con mayor capacidad de compra que el nuestro. El mayor precio era producto de impuestos y costos de importación que no castigaban al productor, y que estaban destinados al presupuesto nacional (gobierno central y municipales), y a mejorar la rentabilidad de las refinerías al punto de hacerla atractiva a los inversionistas extranjeros, y facilitar la expansión de la de Cartagena.

Con la caída de los precios internacionales del petróleo el fenómenos se acentuó porque el gobierno decidió dejar de aplicar la formula, y en la práctica, congelar el precio en un punto muy cercano a su techo histórico, posiblemente insuperable.

Pero ni aún así la señal económica actuó, ni aparentemente fue esa la intención, pues nadie en el gobierno lo ha dicho. Y ahora si, (talvez porque el nuevo presidente de los EUA dijo que “…en el suministro de energéticos dependemos de nuestros peores enemigos” anunciando así una política de sustitutos) tuvo el gobierno que decretar el uso masivo del etanol como combustible automotor. Los precios se treparán hasta el actual de la gasolina, esa es la señal que estimulará nuevos plantíos y destiladoras.

La política es sana, reduce las emisiones de efecto invernadero, dinamiza un nuevo sector de la economía nacional, y lo más importante sigue las directrices del amo. Pero fíjense, no apunta a estimular vía decreto el consumo de gas: un recurso limpio y abundante en el país, al que ya las estaciones distribuidoras de combustible, al igual que las ensambladoras de vehículos, los transportadores, y uno que otro propietario de vehiculo particular, le han hecho inversiones importantes.

Como dice el dicho “del tingo al tango.” ¿Cuál es en últimas la señal, o mejor dicho cuál es la obligación, y qué le aporta la decisión a la competitividad nacional? Lo que se escucha son protestas de todos, menos de los ingenios azucareros por supuesto.

Por Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.
myances@msn.com

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