martes, 10 de marzo de 2009

Sobre la CNTV

Sin lugar a duda en el país no existe institución más cuestionada, después del Congreso de la República, que la CNTV. Las razones son varias, pero sobresalen la contratación, las luchas burocráticas y electorales, y la calidad de las decisiones que le ha tocado tomar.

La CNTV debe su existencia a una norma constitucional (Art. 76 y 77) que pretendió arrebatar al poder ejecutivo, la capacidad de adjudicar espacios en la televisión que para la época era pública y utilizada para devolver favores y comprar lealtades; con lo cual los gobiernos anulaban –al decir de quienes la defienden– la objetividad informativa y la posibilidad crítica del medio.

Y en eso tenían razón, pero el constituyente equivocó la fórmula, porque ignoró de lo que son capaces los mercados. Hoy en día, con la globalización, y con tantos y tan variados canales en la TV por suscripción (cable, satelital y ahora IP), ese riesgo ya no existe. Compiten con bastante libertad y muy bajas barreras de entrada en la televisión local, nacional e internacional (ya no hay distinción) programas deportivos, educativos, culturales, artísticos, noticiosos y de opinión, entre otros; con una cobertura que pronto superará a la de la energía eléctrica, y una sintonía en progresivo aumento, porque los costos y precios son bajos.

Por tener una CNTV que no supo nunca a qué dedicarse, si a acrecentar su poder, proveer empleo a burócratas, hacer respetar los derechos de propiedad de la televisión internacional, proteger el oligopolio, gravar, administrar el espectro electromagnético y la red pública, escoger tecnologías futuristas, regular el mercado, vigilar la emisión de pautas y contenidos, sancionar (un súper poder), entre otras; terminó corrompiéndose, haciéndolo todo mal y de paso frenando el desarrollo tecnológico.

Una crítica que cada vez toma más fuerza, es que la escogencia del sistema europeo de TV digital fue un error; otra, el escandaloso proceso de las prórrogas y el nuevo canal, en el que la transparencia no pasó de ser una función teatral con pésimos actores.

Una cosa está clara, el poder político de los medios va en continuo descenso, gracias a la competencia y a la proliferación (la TV se metió en la PC y pronto a los celulares) que hizo entender a sus propietarios que son maquinas de hacer dinero, para lo cual la fórmula no es la manipulación política de la información, sino la neutralidad, la objetividad, la pluralidad, la calidad y la diversidad.

Varios gobiernos han intentado acabar con la CNTV, pero todos se han encontrado primero, con una estrecha alianza entre comisionados y congresistas que lo ha impedido; y segundo, por tratarse de una norma constitucional, con las trabas propias del procedimiento.

Sin embargo es necesario rediseñar la institución (en eso es experto el gobierno) y modificar la norma, que ya cayó en desuso porque el espectro electromagnético, que antes se consideraba un recurso nacional finito, y se utilizó para proteger privilegios, hoy en día tiene, gracias a la digitalización, la fibra y el cable, tanta capacidad de utilización que dejó de ser importante.

Lo cierto es que las telecomunicaciones –también la televisión– son finalmente datos digitalizados y convertidos en impulsos eléctricos transportables por portadora, que mientras más desreguladas mejor.

Por Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.

myances@msn.com

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