miércoles, 18 de marzo de 2009

¿Se impondrá la mafia unida?

Las mafias de traficantes de drogas ilegales y el comunismo prosperaron en Colombia entreverados y compartieron vivero: las facultades de Derecho. Los profesores marxistas deslegitimaban las instituciones y eso servía para alentar las ambiciones de los educandos, que perdían todo freno moral a su ascenso. La hegemonía del sindicato comunista Asonal Judicial entre los jueces y fiscales ocurría exactamente en la misma época en que la única inquietud de los grandes capos mafiosos era la extradición, la cual fue prohibida por la Constitución de 1991, impuesta en gran medida por el M-19, movimiento al que antes Pablo Escobar había financiado para que diera el golpe en que fueron asesinados los verdaderos juristas para ser reemplazados por quienes convenía.

Los miembros de las altas instancias judiciales forman parte de cofradías o logias en las que participan políticos como Alfonso Gómez Méndez, socio de la Unión Patriótica en el Tolima y defensor habitual de los intereses de personajes de la llamada izquierda democrática, o Ramiro Bejarano, vitriólico enemigo del gobierno y defensor de Piedad Córdoba y del despeje de territorios a favor de las FARC. Ambos personajes forman parte de la red de Ernesto Samper, de infausta memoria.

Durante el gobierno de Samper el rechazo de la mayoría de la sociedad a las corruptelas y a la financiación de su campaña electoral llevó al siniestro personaje a buscar el respaldo de los comunistas, respaldo que compensó poniendo su maquinaria de compra de votos a su servicio en la elección en Bogotá de dos alcaldes pertenecientes al Polo "Democrático". A su vez, durante ese gobierno los favores oficiales a los negocios de Julio Mario Santodomingo le permitieron multiplicar su fortuna.

Hoy en día se puede detectar sin dificultad el contubernio de los terroristas, los prevaricadores, la mafia de Samper, los intelectuales comunistas y el Grupo Santodomingo. La única forma de no verlo es aferrándose al estúpido prejuicio clasista según el cual la labia pomposa hace inmune a la corrupción y los "ideales" son ajenos al afán de enriquecerse. Ese prejuicio, relacionado con la ideología tradicional ("hidalga"), es lo que permite a esos mafiosos ayudarse impúdicamente sin que la gente los rechace con energía.

Un síntoma característico es el apoyo que reciben las actuaciones de la Corte Suprema de Justicia por parte de todos los comentaristas afines al chavismo y a Samper, sean pagados o espontáneos, célebres y anónimos. Estas actuaciones son tan obscenamente sesgadas que tras la certificación por parte de Interpol de los computadores de Raúl Reyes los magistrados todavía dudaban de su autenticidad, que la persecución de la "parapolítica" incluía toda clase de abusos (como unas diligencias previas de las que salían los sumarios pero que seguían abiertas en busca de nuevas víctimas a las cuales perseguir), que todavía se desconoce lo que harán para procesar a los políticos ligados con las FARC y que más bien lo que hacen es defender a esos políticos por mucho que su actuación sea infame.

La reciente decisión del gobierno de excarcelar a Karina ha servido para mostrar la rabia de todo ese contubernio mafioso por ese brillante lance de la esgrima mediática que puede alentar la deserción de muchos miembros de las guerrillas comunistas. El cinismo con que los mismos que promueven el premio de los crímenes terroristas y la negociación de las leyes con ellos ponen el grito en el cielo es muestra de que lamentan esas posibles deserciones. La primera voz que se alzó en defensa de la ley fue la inefable Claudia López, pero después se le añadieron otras, como las que Saúl Hernández reseña:
Dice Ernesto Samper que poner un ex guerrillero de gestor de paz es como poner un pedófilo a cuidar un jardín infantil o un ladrón de carros a cuidar un parqueadero. Piedad Córdoba añade, de su cosecha, que es como poner un vampiro a cuidar un banco de sangre.

Pero Samper va más allá: de su satírica analogía, pasa a proponer una liberación "simultánea" de guerrilleros presos y luego a pedir que se haga un estudio para saber si se están liberando "combatientes o delincuentes". Es decir, para Samper los 'combatientes' que se conviertan en gestores de paz son delincuentes irredimibles -como los pedófilos-, pero los delincuentes -porque eso son- que retornen a la guerrilla son 'combatientes', así como los secuestros son 'retenciones' y las extorsiones, 'impuestos'.
Más entusiasta, una de las decenas de propagandistas del pasquín de Santodomingo, entona el recitativo:
Actualmente es al revés. Los genocidas se convierten en gestores de paz. Los paramilitares que desean hablar viajan inmediatamente a USA donde se les condena al silencio. Los desplazados no tienen derecho a recuperar sus tierras. Es imposible abrir todas las fosas comunes, porque se impide localizarlas. Un mediocre y diminuto ex ministro de Agricultura quiere ser presidente de Macondo. Los ricos del mundo se reúnen en una isla mientras los pobres se dispersan por todo el planeta como hormiguero pisado. Para ser funcionario del Estado sólo se requiere falsificar los papeles. Los cohechos son unilaterales. Los intelectuales son vistos como sospechosos y enemigos del sistema. El Acuerdo Humanitario se convirtió en tema tabú digno de excomunión. Se considera un derecho legítimo invadir fronteras.
Tiene toda la razón Saúl Hernández llamando la atención sobre la necesidad de reclutar combatientes gracias a los secuestrados: de que salgan a matar y no a buscar deserciones. Y el problema es que al parecer mucha gente no lo quiere ver, o quiere vivir soñando que está en otro país. Y esa falta de carácter se convierte en mera complicidad con la mafia. ¿Alguien se ha dado cuenta de que hay un candidato presidencial supuestamente independiente, el señor Fajardo, que guarda sistemático silencio sobre todo eso? ¿Cómo estaría Colombia gobernada por un personaje semejante?

En contraste, el señor Jaime Jaramillo Panesso, uno de cuyos hijos fue presuntamente asesinado por Karina (ella lo niega) resume con gran claridad el sentido de esa excarcelación:
Lo que se está buscando es un efecto de demostración a los demás guerrilleritos, que la tenían como un símbolo de la mujer combatiente. Eso tiene que estimular la deserción, porque a ellos les enseñan que si llegan a caer en manos del Ejército los torturan, los matan, los meten a la cárcel. Esta es una prueba de que el Estado es generoso y la sociedad colombiana también con respecto a ese tipo de combatientes. Ojalá entiendan que no existe ninguna razón para que sigan combatiendo en el monte y disparando y matando gente, porque no tienen posibilidad alguna de triunfar.

Por efecto de demostración, el tratamiento a 'Karina' tiene esa virtud, que sirve como espejo.
Es que hay un contraste claro entre los que quieren más asesinatos y los que quieren que cesen los asesinatos. Entre la intrincada mafia que ha prosperado gracias a la miseria y el sufrimiento de los colombianos y entre quienes desean un futuro de prosperidad y armonía.

Por Jaime Ruiz. Columnista de Atrabilioso.

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