martes, 31 de marzo de 2009

Los puentecitos

Comenzaré por reconocer que lo estético es subjetivo, ya lo dice el refrán “en cuestiones de gustos no hay disgustos”. También reconoceré que el ejercicio de la democracia participativa es complejo; no sólo porque implica socializar los proyectos (tarea que consume recursos, tiempo y energías) para que sean los demás quienes decidan, cuando lo normal es que quien gobierna desee hacerlo (para eso es el poder, dirá), sino porque algunos pretenderán revestirse de algún tipo de autoridad, académica por ejemplo, para imponerse.

Ese cuento de que “El alcalde somos todos” era bien difícil de creer. La democracia participativa deja a quien dirige en el simple (y aburrido) papel de conseguir los recursos y manejar la logística, más no la decisión. Pareciera –y así debe ser en la democracia participativa- como si se pasara de la posición de autoridad a la de mandadero de la comunidad.

Por eso reconocí y admire tanto el proceso de adquisición de muebles en una pequeña comunidad de barrio. Alguien se tomó el trabajo de hacer una preselección, y colocar a la vista de todos, una por una diferentes propuestas, mientras un tercero recogía comentarios. A la tercera muestra (pudo haber sido mas) se logró consenso entre quienes participaron. No hubo proselitismo, ni acción de grupos o bancadas: cada uno con bastante independencia expresó su opinión (a veces argumentada, a veces no) y listo.

¿Difícil? Claro, agotador. Pero se evitó la tan desagradable crítica de quienes no comparten las decisiones cuando son individuales y afectan a la comunidad.

Ahora pregunto, ¿se puede recurrir a la democracia participativa en todas las decisiones? Creo que no. Hay decisiones que son complejas, requieren formación académica, experiencia y arrojo; pero el que no puedan consensuarlas, deja en cabeza del dirigente (a menos que se sea irresponsable e insensible a la crítica) la enorme responsabilidad de acertar, porque una vez tomada la decisión, vendrán los resultados, y esos los juzgará inevitablemente el ciudadano.

Así las cosas, y después de la respuesta que provocó entre los vecinos del barrio de Manga la falta de información referente a las solicitudes de concesión de dos nuevas marinas en la avenida Miramar (hasta el Consejo Municipal se ocupó del tema) es inaudito que se cambie el diseño de los puentecitos del Paseo Peatonal de la avenida, sin consultar a los vecinos del sector, y a toda la comunidad del barrio. ¿Que pasó?

Que se sepa el Distrito no ha desarrollado aún un mecanismo de consulta que se pueda activar de manera rápida y económica (y eso que el alcalde somos todos), para mostrar un poco de respeto con los gobernados, y dar cumplimiento al slogan de la campaña. Se pudo construir un puente y mirar el resultado, o presentar varias opciones gráficamente, por ejemplo.

Se ha dicho acertadamente que lo que se levante a orillas de los cuerpos de agua debe ser lo mas transparente posible.

En lo personal me gustaban mas los puentecitos anteriores que estos de concreto que tapan la visual y no son compartibles con el ambiente, la madera sí. Otra posibilidad era colocar barandas transparentes como las que se observan en los balcones de los edificios modernos (altísimos y seguros) y en el muelle de La Bodeguita.

Por Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.

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