martes, 24 de febrero de 2009

¿Y cómo sería eso?

El presidente de Brasil le ha propuesto al nuestro olvidar el dólar como patrón en el intercambio comercial, para reducir los costos de conversión, y que el de los dos países se efectúe en sus propias monedas.

A primera vista suena como un acto de rebeldía continental, y cómo todo lo que huela a emancipación, cuenta con el apoyo de los nacionales. Pero entrando en detalles, parece increíble que a alguien se le haya ocurrido proponer algo que se abolió hace muchísimos años por impráctico, y por entorpecer el comercio mundial. Lo más indicado, como lo hizo la UE, es una moneda común y no promover la multiplicidad.

Veamos. Hace muchos años el patrón de intercambio era el oro. Cuando se hizo impráctico, y riesgoso su transporte, se usaron billetes y monedas que representaban cierto peso en oro que guardaban los países como respaldo. El país que acumulaba dinero de otro, podía pedir su valor en oro, para aumentar su riqueza o comerciar con otro del que no poseía billetes, devaluando, al dejarla sin respaldo, la moneda del que entregaba sus reservas.

Después de la segunda Guerra Mundial se impuso el dólar como patrón universal, y fue perdiendo vigencia el concepto de las reservas en oro. El valor de las monedas nacionales, lo determina ahora –salvo excepciones- la oferta y la demanda, que son un indicador del potencial exportador. Un patrón único asegura el comercio con todos los países, aun teniendo con cualquiera en especial, desequilibrio comercial.

La verdad es que la propuesta fue muy ambigua, y no se supo si cada país utilizaría su moneda nacional o la del vecino para importar. Si la primera opción, es decir Brasil nos compra en reales y nosotros le compramos en pesos surgen tres obstáculos: el primero, que la capacidad de compra de cada país dependería de la velocidad de sus maquinitas de fabricar dinero (es más fácil producir papeles que trabajar), de manera que todo el esfuerzo humano desaparecería en las dos naciones.

El segundo, que los bienes y servicios brasileros tienen precios en reales, no en pesos, y viceversa, los colombianos en pesos y no en reales. La única forma de valorarlos en la moneda del otro, tendría que ser adoptando un mecanismo para fijar el tipo de cambio.

Si lo fijaran los gobiernos, el tipo de cambio perdería toda credibilidad y el comercio dejaría de ser transparente. Si fuera en un mercado nacional, binacional o mundial de divisas (Forex), habría tantas divisas como países, pero no podría garantizarse la disponibilidad. Por ejemplo, ¿quien asegura que alguien en el mercado quiera entregar reales a un importador colombiano a cambio de pesos?

El tercero, si el intercambio no es equilibrado (situación típica de todo intercambio) un país, en el caso real, Brasil, estaría acumulando moneda del otro sin ninguna posibilidad de convertirla, pues el país con balanza deficitaria, tendría escasez de la divisa del vecino, y el primero se vería forzado a comprar irracionalmente (sin análisis de precios) del país cuya moneda ha acumulado.

En el segundo caso, (cada país importa en la moneda del otro: es decir Colombia compra a Brasil en reales y Brasil a Colombia en pesos), no se presenta el problema de valoración de los bienes y servicios, pues se hace en la moneda del productor, pero ¿cómo se obtienen las divisas del otro país, si al exportar recibimos pesos y al importar gastamos reales?

Mas bien, lo más probable es que con el tiempo nos toque dolarizar, porque veo poco probable que con tantas vanidades y fundamentalismos de izquierda, y con tan poco pragmatismo, los suramericanos, logremos crear y posicionar en el mundo, como la UE, una moneda única del sub continente.

Por: Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena
myances@msn.com

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