jueves, 26 de febrero de 2009

Uno más del servicio doméstico de las Farc

Presurosa salió la ONG Human Rights Watch a defender al periodista Hollman Morris, quien estaba en un campamento de secuestrados, hacienda juicioso unas entrevistas que él, como cualquier persona con dos dedos de frente, sabía que eran manipuladas y cuyo contenido era fruto de la coacción.

La ONG, muy
indignada por los señalamientos contra Morris, le envió una carta al Presidente en la que expresan sus “objeciones a las acusaciones que usted y otros altos funcionarios de su gobierno formularon esta semana vinculando al periodista colombiano Hollman Morris al grupo de las Farc”.

Efectivamente HRW se indigna por los señalamientos contra el periodista y dice que ponen en peligro la vida de Morris y la libertad de prensa en el país. Sin embargo, no se encuentra por ninguna parte del comunicado, ni siquiera un leve llamado de atención al dichoso periodista quien, con su servilismo, puso en peligro la vida de los secuestrados.

¿Qué hubiera pasado si los entrevistados se niegan a conceder las declaraciones? ¿Estarían hoy en libertad los tres policías y el soldado profesional? Y, siguiendo con el hilo de la hipótesis, si los uniformados se hubiesen negado y por esa razón siguieran en cautiverio, ¿Morris y HRW habrían podido garantizar la vida y seguridad de los uniformados?

Morris fue convocado a un lugar en la selva, con coordenadas y todo, para entrevistar a un grupo de secuestrados. Esta es una vieja práctica de las Farc, que invita a los periodistas que supone afines a su causa a visitar los campamentos y hacer un “trabajo profesional periodístico” con las víctimas… ¿o es que William Parra, el flamante jefe de prensa de Ernesto Samper y hoy ficha clave de Chávez y de Telesur, no hizo lo mismo que Hollman Morris? ¿Y Jorge Enrique Botero?

El periodista, cualquiera que sea, tiene unas expectativas definidas cuando va a realizar una entrevista. ¿Qué expectativas podía tener Hollman Morris? Ni ingenuo que fuera para pensar que obtendría declaraciones explosivas contra los infames secuestradores. Tampoco es posible que pensara que en la entrevista conseguiría algo distinto a un discurso que las Farc habían preparado con anticipación. Lo único sensato era esperar que los secuestrados repitieran un libreto y nada más.

En este orden de ideas, Hollman Morris se escondió detrás de la fachada de periodista para servir de puente propagandístico de las Farc, pues sabía de antemano que las respuestas de sus entrevistados solo serían palabras programadas y pronunciadas bajo amenaza y que además, solo servirían a los intereses del terrorismo.

De igual forma, se evidencia un irrespeto a principios éticos mínimos como el derecho que tiene un entrevistado a responder o negarse a contestar una pregunta… ¿Acaso los secuestrados tenían ese derecho? Morris sabe que no. Y este solo hecho amerita una fuerte condena moral contra Morris.

Frente a todo lo anterior surge entonces una pregunta: ¿Por qué HRW se preocupa tanto por Morris y no musita palabra por la aberración que cometió el periodista contra un grupo de secuestrados a quienes se les violaron TODOS sus derechos humanos durante varios años?

Pero no. Lo importante para HRW es hablar de violación a la libertad de prensa, cuando lo cierto es que esa costumbre de invitar a los afines a los campos de concentración en los que las Farc mantienen a los secuestrados, es la primera violación a dicha libertad.

Es más: si el periodista sabe que las respuestas son coaccionadas, que las declaraciones tienen claros propósitos propagandísticos de un grupo terrorista, que sus entrevistados no dirán nada distinto de lo que sus verdugos les impongan, ¿a qué libertad de prensa se está acogiendo el comunicador?

Ahora Morris y sus escuderos de HRW aseguran que el periodista estaba en Caquetá y que allá fue contactado por guerrilleros que le ofrecieron la entrevista… ¿Acaso, en su libertad de prensa, no podía negarse a semejante abuso a los derechos humanos? Ciertamente un profesional serio, responsable y con ética, se hubiera negado a semejante atrocidad.

Al aceptar la invitación, Morris no solo quedó con su ética en duda: sus calidades humanas, su dignidad y su moral son cuestionables y reprochables, pues su servilismo profariano lo llevó a prestarse una vez más para el juego mediático del terrorismo.

Por Jaime Restrepo. Director de Atrabilioso.

0 comentarios: