martes, 3 de febrero de 2009

Paradojas de la intervención

Con la caída de los precios del petróleo y la existencia de una formula reguladora del de la gasolina, tenia que caer el de ésta última arrastrando hacia abajo también todos los cargos con que se la grava. Eso es matemático, exacto.

Sin embargo por una maniobra que le restó credibilidad al gobierno, los precios se mantuvieron altos. Todo lo que se dijo y se hizo para justificarlo, fueron falacias que nadie se creyó (no es posible defender una fórmula de precios cuando le conviene al gobierno, e ignorarla unos días más tarde cuando no) pero impotente ante la soberbia gubernamental, el consumidor terminó aceptándolo.

El hombre al fin y al cabo es un animal de costumbre, y a eso le jugó el gobierno para poder desmontar los subsidios que se producían con la aplicación de la fórmula, que no por matemática y exacta es justa, por un lado, y para recaudar dineros extras, construir infraestructura, o crear un fondo de estabilización, por el otro. Qué paradoja, un fondo para que los precios se mantengan en lo que la humanidad, registró como el “techo”.

El precio de los combustibles impacta negativamente la economía, y en especial el transporte de los bienes materiales y de los individuos y con ello también al turismo, sin lograr, como se esperaba, reducir el número de vehículos en las vías municipales.

El propio gobierno –viceministro de transporte- pidió recientemente reducir el costo de los tiquetes aéreos, lo cual no sólo se consigue con una reducción del precio de los combustibles -al cual es muy sensible- si no, con competencia de aerolíneas también en vuelos nacionales, y una reducción significativa de los impuestos aeroportuarios. En esto deben trabajar de mancera coordinada varios ministerios.

La pregunta insoslayable es ¿dónde es más efectivo el dinero, en manos de la gente que al gastar menos en combustibles lo hace más en bienes de consumo e inversiones, o en manos del gobierno al recaudar mas impuestos? La respuesta dependerá de la ideología de quién la responda: en manos de la gente dinamiza la economía, en manos del gobierno focaliza el gasto.

Pero cualquiera sea, lo cierto es que se hizo trampas; y mas que una crisis del sistema capitalista, o del capital especulativo (cómo si fueran diferentes) lo que estamos viviendo es una crisis de honestidad, de confianza, dinamizada por el marketing y el afán de lucro. Lo que tiene que cambiar entonces no es el sistema, sino el individuo, y ya lo hizo, de ahí la crisis.

Toca pues recuperar la desconfianza propia del animal en la selva, porqué en la medida en que el hombre desarrolla su inteligencia, también sofistica la capacidad del engaño, y en reacción contraria la de no dejarse engañar. El resultado de más desconfianza será inevitablemente mayor preocupación por ganársela, que conduce a mayor honestidad. Meterle más regulación (y Estado) a esto, es simplemente seguir engañando a la humanidad.

De manera que, primero, reescribamos la fórmula de la gasolina para que sea justa, y transmita una señal económica positiva para el mercado; y segundo aceptemos el resultado de su aplicación. La intervención ya arroja la gran paradoja que justificó el titulo de la columna, y es equiparar en la práctica, el precio de la gasolina extra (más elaborada) que no tiene fórmula, con la corriente que si.

Por Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.

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