jueves, 12 de febrero de 2009

Alerta: una hecatombe irreversible

El país ha incursionado en un debate peligroso y amenazante para el futuro del país: el del referendo para conseguir la segunda reelección del Presidente.

Ahora presenciamos un espectáculo deplorable en el que los colombianos que creemos en las políticas planteadas y ejecutadas por Álvaro Uribe, pero vemos la peligrosidad de la iniciativa no solo en la mecánica sino también en el contenido, somos descalificados y hasta tildados de insensatos, lo que abre un escenario divisionista y abona el terreno para los aliados de las Farc en su búsqueda del poder.

Como están las cosas, el debate resulta estéril pues los hechos, y no el deseo, demuestran que estamos muy lejos de la aprobación de la reelección.

Son por lo menos cinco situaciones que tienen que funcionar para que se pueda llegar al referendo reeleccionista. El primero es que el Congreso cambie la pregunta y apruebe que sea reformulada para una posible reelección para el 2010 y no para el 2014, como fue erradamente planteada por los promotores del referendo.

Posteriormente se tendrá que dar la aprobación de la convocatoria y esto, si las cosas salen bien, solo se conseguirá a principios de julio. Luego, el referendo tendrá que pasar por la revisión del Procurador General de la Nación, quien tiene dos meses para pronunciarse.

De igual forma, la Corte Constitucional tendrá entre dos y ocho meses para emitir un concepto sobre el referendo y los promotores aspiran a que el organismo judicial cambie la filosofía y desconozca el fallo que aprobó la primera reelección. Esto podría demorarse hasta mediados de diciembre, si las cosas salen bien.

Sin embargo si toda la mecánica anterior funciona y sale tal y como lo pretenden, la búsqueda de la aprobación de la segunda reelección coincidirá con las campañas para el Congreso y para la Presidencia. Entonces el ciudadano será sometido a una carga tan alta de mensajes cruzados, que terminará por confundirse y, los psicólogos saben de qué hablo, ante semejante ruido, un porcentaje importante decidirá apartarse del tema y abstenerse.

Esa abstención es sumamente grave si se tiene en cuenta que la aprobación del referendo requiere más de 7 millones de votos (según el censo electoral de 2008) y que justo en enero de 2010, muchos electores carecerán de un documento válido para votar, gracias al vencimiento de las cédulas de ciudadanía.

Es respetable el optimismo de los promotores del referendo, pero el triunfalismo es la antesala de las peores derrotas: ¿Qué pasa si es rechazado el referendo? El panorama en ese escenario es catastrófico. Mientras el referendo esté sobre el tapete, ninguna candidatura uribista despegará.

De igual forma, el referendo consumirá, además de enormes recursos financieros, buena parte de la energía política del Presidente y del verdadero uribismo. Al ser derrotada la iniciativa, el uribismo quedaría sin capacidad de maniobra para rectificar el rumbo y apoyar a un candidato de sus entrañas quien de todas maneras será percibido como un advenedizo que fue escogido a última hora para superar la emergencia.

Como si fuera poco, ese candidato tendría que cargar con el lastre de la derrota en el referendo que será vendida por la oposición como un triunfo contra Uribe y sus políticas. Claro que todo puede ser peor: el aspirante uribista solo tendría en la práctica, dos meses para enfrentar a por lo menos dos candidatos de la oposición que tendrán un activo de medio año de campaña.

Esto significa que el uribismo no tendrá una opción real de conquistar la Presidencia y por cuenta del referendo se le estará entregando el poder a la oposición amiga del intercambio “humanitario”, del despeje y de la claudicación del Estado a favor de las Farc.

Los hechos, y sobre todo el camino tortuoso y lleno de incertidumbre, demuestran que el referendo depende de muchas variables sobre las cuales no existe un control real y efectivo. Es más: dicho mecanismo de consulta está sometido al azar y eso no parece responsable ni con el país, ni con el proyecto político del Presidente.

Por Jaime Restrepo. Director de Atrabilioso.

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