martes, 20 de enero de 2009

Sobre los hombros

No obstante ser tres cosas diferentes, se quiere confundir la voluntad popular de someter a referéndum la posibilidad de que el presidente pueda aspirar a un tercer periodo consecutivo, con el resultado del referéndum, y con el resultado de las elecciones.

Parece como si, primero; ya supieran que de realizarse, el referéndum obtendría el SI de las mayorías necesarias para ser aprobado; segundo, que dado el caso, el presidente aceptaría postularse; y tercero, que de hacerlo, no habría figura nacional capaz de vencerlo en las urnas.

Responder afirmativamente a todas estas cuestiones es premonitorio (nadie tiene la bola de cristal). Sería mejor, que en lugar de estar colocándole con “leguleyadas” que producen el rechazo popular, palos en las ruedas a la consulta, se le enseñara al país que mas allá de sus ambiciones personales, nuestros políticos, representantes del pueblo en el Congreso, están interpretando transparentemente la voluntad de un grupo significativo de ciudadanos.

Si el deseo de los 3.8 millones de personas que están solicitando que se realice un referéndum, es que se abra la posibilidad de una tercera aspiración del presidente en el 2010, se debería votar respetando ese espíritu, no la semántica, y de triunfar el SI, eliminar el inciso en la Constitución que lo prohíbe: un principio superior establece que la última palabra (o norma) deroga la anterior, y bien es sabido que en la conducta de los hombres, los principios están por encima de las leyes.

Por otro lado, y esto puede sonar a herejía, si el pueblo aprobara la posibilidad de tres mandatos consecutivos, o reelección indefinida como aspira el mandatario de Venezuela, los parlamentarios o la Corte Suprema, o ambos, deberían entender que automáticamente se debe modificar en la Constitución, todo aquello que vulnere el equilibrio de poderes, que son los cimientos de la democracia, y que el votante no tiene porqué conocer.

Además, de aprobarse los tres periodos presidenciales consecutivos, no asegura ni que Uribe se postule, ni que sea reelegido, pero cobijaría a cualquier presidente en el futuro; y posibilitaría la continuidad necesaria para desarrollar políticas públicas, y hacer cambios perdurables sin necesidad de recurrir a dictaduras.

Continuidad es estabilidad y seguridad. Cambio es incertidumbre, así lo interpretan también los inversionistas. Profundizar las contradicciones internas, una de las estrategias de la lucha por derrumbar el sistema político y económico que hemos adoptado, en estos momentos suena perversa (igual que la combinación de todas las formas de lucha) y no produce buenos resultados electorales.

De manera que ante las tensiones propias de nuestro momento histórico, y el estado superior de tranquilidad obtenida después de años de violencia política y estancamiento económico, lo que menos se desea son cambios radicales, y eso cuenta a favor de la reelección. De darse una tercera aspiración presidencial, la forma de vencer al presidente es superándolo, encaramándose en sus hombros, como lo han hecho los hombres que han transformado a la humanidad.

De todas maneras la pregunta hay que cambiarla; no es clara, no es generosa; como tampoco lo es el inciso que habría que eliminar para respetar el mandato popular. En lo personal creo que el pueblo negará el tercer periodo, que de aprobarlo Uribe no se lanzará, y que de hacerlo no ganará: sería el colmo que no hubiera alguien capaz de superarlo.

Por: Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.
myances@msn.com

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