miércoles, 28 de enero de 2009

La aritmética de la Primaria

Experiencias compartidas
Como es bien sabido, para poderse uno comunicar con otras personas es necesario que haya experiencias compartidas. De otro modo se corre el riesgo de que los demás no entiendan lo que uno quiere decir. Por eso espero que el lector de esta entrada recuerde lo mismo que yo y no se encuentre ante algo que desconoce y que tiene que imaginarse. ¿Cuántas veces hemos estado delante de alguien que para criticar al gobierno, o “el sistema”, o “el régimen”, exhibe como prueba el hecho de que el salario mínimo no es suficiente para pagar los gastos básicos de una familia o de una persona? Bueno, cada vez que se piensa en la historia reciente de Colombia se piensa en mafias políticas, bandas criminales, negocios gigantescos e ilegales, etc. Yo creo que los procesos mentales de las personas descritas antes son la verdadera tragedia y el reguero de sangre que ha quedado en las últimas décadas sólo es como un síntoma. Como si alguien se sorprendiera de que criaturas tan minúsculas como las bacterias de la lepra destruyeran de tal modo los tejidos de sus víctimas.

Paradojas rentables
Todo lo que tiene que ver con esos discursos, y con el triste corolario, la superación de la pobreza con un decreto que aumente los sueldos de los pobres, está lleno de increíbles paradojas (3. f. Aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencias de verdadera). Tantas que cuando uno piensa que en Colombia ese discurso es mayoritario en los ámbitos de discusión ya puede describir la vida colombiana, al menos la vida intelectual, como el retrato mismo de la barbarie: la idiotez como compañera increíble de la mala fe. La mentira abyecta y ridícula como recurso de un orden de esclavitud, humillación y despojo.

El amor por los pobres
Es muy extraño (pero visto desde el sentido común todo en Colombia es extraño y se trata de un país inconcebible de tantas cosas extrañas como hay) que los amantes de la justicia que lamentan la insuficiencia del salario mínimo no piensen en la gente que no alcanza a ganarlo: gente con alguna minusvalía o limitación, gente cuya edad ya la excluye de un empleo con el salario mínimo actual. ¡Todos los sufrimientos imaginables se atribuyen al “sistema”, y si aumenta el número de personas que no encuentran empleo porque se sube el salario mínimo más allá de las posibilidades de la economía, tanto mejor, más pruebas de la injusticia social del “sistema”! Los justicieros sólo tienen que mostrarse rebeldes con un “sistema” que no da suficiente, las soluciones son obvias: ¡las contiene la victoria!

El camino del bienestar
Pongamos que el salario mínimo colombiano consista en unos 250 dólares mensuales, y en términos generales lo que se puede comprar con eso es insuficiente para las necesidades de una persona o de una familia. ¿Cuánto sería suficiente? Unos mil dólares ya podrían representar algún bienestar, y cualquier persona sensata aspira a que el ingreso de la mayoría de los colombianos pobres alcance en pocas décadas ese nivel, y lo supere. ¿Están los descontentos habituales pensando en esa clase de crecimiento de la economía? Es lo que se le ocurriría a alguien que no los conociera. ¡Pero son casi unánimemente personas que aspiran a imponer el modelo cubano, personas que reconocen a los grupos políticos de la llamada “izquierda”, grupos que unánimemente proclaman su admiración por un régimen en el que la gente pobre se gana menos de 10 dólares al mes! Tanta rabia porque los 250 dólares no alcanzan, y después resulta que sólo es para tratar de llevar a la gente a ingresos de 10 dólares. ¿Cómo puede llegar alguien a tanta bajeza y falsedad? Es muy fácil de explicar: es en Colombia. La barbarie y el daño moral llegan a tal punto que todos los referentes racionales se pierden: se dice cualquier cosa con tal de... Ya se verá de qué.

I
ntelectuales ateos
Uno detecta todas esas maravillas y se siente terriblemente solo: ¿qué colombianos van a entender que todo eso es absurdo? Las personas que carecen de instrucción bajan la cabeza y reconocen su ignorancia, y las que proclaman eso son las instruidas. ¿Sirve de algo que uno diga que casi todos los que han pasado por una universidad en Colombia dicen eso? Es que ESO es lo que les enseñan. ¿Habrá alguien que se detenga siquiera a pensar si es o no eso lo que les enseñan? Ante la mala fe no vale ninguna argumentación: conozco a varios cientos de personas instruidas en universidades colombianas y TODAS dicen eso. También lo dicen los
columnistas de la prensa y no hay lugar a equívocos: los bienes que aseguran el bienestar emanan de la Constitución. ¡Sólo hay que exigir que se cumpla! Todos estos intelectuales ateos desprecian cualquier cálculo económico, pues basta su buena conciencia y su rango superior a la realidad y a quienes gobiernan para que ellos y sus lectores se sientan bien.

Cuentas sencillas
No hay que complicarse mucho: tener estudios superiores en Colombia comporta olvidar la aritmética de la primaria. Por ejemplo, el
PIB colombiano en 2008 fue de unos 250 millardos de dólares. Unos mil millones de salarios mínimos. Divididos entre 45 millones de habitantes da unos 5.500 dólares. Un trabajador con el salario mínimo obtendría unos 3.500 dólares. Más o menos un 64 % del PIB per cápita. En contraste, el PIB estadounidense es de 14,33 billones, que divididos entre 303 millones de habitantes da cerca de 48.000 dólares anuales. Si se sacara el 64 % y se dividiera entre 14 pagas, daría algo más de 2.100 dólares mensuales. Lo que determina la insuficiencia del salario mínimo colombiano no es su relación con los ingresos de los empresarios, sino la pobreza del país. Sobre eso podría extenderse uno infinitamente: los mitos universitarios son sencillamente grotescos. La venta de Bavaria reportó 9.000 millones de dólares, que repartidos entre todos los colombianos habrían dado 200 dólares para cada uno. ¿Qué es lo que hay para repartir?

El drama de la desigualdad
Las personas instruidas en Colombia son sistemáticamente enemigas de la desigualdad, que les parece la peor tragedia. ¿Realmente preferiría una persona sensata que algún multimillonario no se fuera a Colombia con sus millones porque eso aumentaría la desigualdad? ¿Qué necesitan los pobres, resultar mejor comparados con los más ricos o aumentar sus ingresos? Pero se trataba de paradojas obscenas: se dice, por ejemplo, que el
20% más rico de la población en Colombia obtiene el 61% del ingreso mientras que el 20% más pobre obtiene sólo el 2,5%. ¿A qué grupo pertenecen las personas que viven indignadas con esa desigualdad? Pero ¿alguien recuerda que en Colombia la mitad de los empleados estatales están en el primer decil de ingreso? Los maestros, los abogados de la Procuraduría, los profesionales de la protesta, están entre el 20 % más rico. Propiamente, entre el 10 % más rico. Su clamor contra la desigualdad es contra sí mismos, claro que durante varias décadas su verdadera profesión ha sido la huelga para hacerse subir los sueldos, es decir, para aumentar la ventaja sobre los colombianos pobres, pero eso no los altera: ¿sabe alguien cuántas personas son sencillamente ricas gracias a lo que obtienen clamando contra la injusticia y la desigualdad? Por ejemplo, los magistrados, los funcionarios de agencias gubernamentales especializadas, los autores de informes que pagan generosamente las entidades públicas...

¿Para qué?
La pobreza en Colombia es sobre todo resultado del saqueo inclemente a que han sometido a las arcas públicas los descontentos con el “sistema” gracias al sindicalismo basado en el poder armado, el despilfarro monstruoso de recursos públicos en el incesante adoctrinamiento de asesinos en las universidades públicas, en el pago de prebendas a los beneficiados con la presión de las guerrillas comunistas y sus clientelas (incluso durante el gobierno de Uribe la señora embajadora en España invitó a personajes como Óscar Collazos o María Jimena Duzán a conversar con los intelectuales españoles sobre cómo nos veían a los colombianos). ¿A qué viene pues la obsesión de los beneficiarios de la desigualdad que proclaman que el ingreso es insuficiente? Ellos sólo utilizan esos datos para descalificar al gobierno que ha permitido un crecimiento económico que no se recordaba en varias décadas, una reducción de la pobreza que no se había visto nunca (ver por ejemplo el resumen de la economía colombiana en el World Fact Book, enlazado arriba: “Colombia's sustained growth has helped to reduce poverty by 20% and has cut unemployment by 25% since 2002). Pero ¿por qué tienen tantas ganas de cambiar el gobierno?

Es fácil: porque quieren asegurar su increíble ventaja respecto de los colombianos pobres y sufridos. La queja contra la desigualdad sólo tiene sentido por la voluntad de aumentarla, porque cualquier situación de paz, orden e imperio de la ley amenaza el dominio de esos grupos que viven de la política, de la protesta y en términos generales de la violencia. El cretinismo de sus cuentas sin sentido sólo muestra su absoluta ineptitud: en los países civilizados, la gente deriva sus ingresos del servicio que presta a los demás. En Colombia los poderosos parasitarios dependen del atraco que cometen contra los recursos comunes. Si en sus “universidades” aprendieran algo tal vez no tendrían que vivir de esa despreciable combinación de mentira y violencia.

Por Jaime Ruiz. Columnista de Atrabilioso.

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