viernes, 29 de febrero de 2008

La quimica de la guerra

Así los actores sean los mismos y se alimenten mutuamente, la insurrección armada y el narcotráfico son dos problemas diferentes: su génesis, su etiología y su dinámica son diferentes; y el enfoque para resolverlos también tiene que ser diferentes.

El plan Colombia y la ayuda económica y militar norteamericana, enfocados inicial y esencialmente, al tráfico de droga así lo entendían, aunque en la estrategia una vez más se equivocara. Fue la gestión del gobierno colombiano, lo que permitió que los recursos se utilizaran para la doble función de combatir a la guerrilla, por terrorista –ese fue el calificativo- y al narcotráfico. Se mezclaron así dos problemas, lo cual dificultaba su comprensión.

Afortunadamente poco a poco se han ido decantando nuevamente, lo cual permite visualizarlos, y asilados, elaborar sendas políticas para combatirlos.

Recién se ha producido una masiva movilización de campesinos cocaleros (mas de cinco mil dicen las noticias) que protestan, ya no solo por la aspersión de cultivos que produce daños en la tierra y en otros cultivos –al decir de sus críticos- sino contra la erradicación manual, que no solo evita tales daños, sino que le proporciona ingresos: Nunca iguales a los del cultivo de coca, pero al menos superiores a los ingresos de cualquier jornalero en cultivos lícitos.

La política de pagar por erradicar plantaciones de coca, parecía hasta este momento inteligente, pero se ignoró que nunca una actividad licita será mejor remunerada que una ilícita y adictiva, y eso la hará fracasar.

Esta probado que la prohibición y la represión, que ha sido la política adoptada hasta ahora para combatir la droga, no ha dado, ni dará nunca resultados. En parte porque la guerrilla protege a los cocaleros, los adoctrina y los organiza: primero, porque gran parte de la ganancia del negocio queda en sus manos, y segundo, porque protegiéndolos atacan al imperialismo y ganan pueblo para su causa.

El resultado ha sido violencia –la genera mas la política antidroga (a ella se atribuyen los atentados dinamiteros) que la misma insurrección- y corrupción. Y mientras los colombianos se matan por acatar el mandato externo de acabar con el tráfico de coca, nos llegan de todo tipo, producidas en laboratorios contra los cuales nada se hace.

El país ha pedido angustiado, con un grito que nadie escucha, que se combata la demanda como lo indica la ley económica y las teorías del marketing, pero los países consumidores saben que reprimirla sería imposible, y equivalente a trasladar a sus países la guerra colombiana. Por lo tanto si no funciona la prohibición y la represión –ni a la oferta ni a la demanda- solo queda la legalización, y la prevención.

El daño social que provoca el consumo, nunca se podrá equiparar con el que produce la prohibición y la represión. Debiendo escoger entre dos males, lo sensato es quedarse con la legalización, que es el menor.

La guerrilla es el otro tema en el crisol, y uno podría preguntarse qué es peor, y cuál habría que acabar primero. Nuevamente lo sensato es acabar primero con lo más fácil. Con las drogas es imposible, pero con los efectos sociales que provoca la política de prohibición y represión, es relativamente sencillo: cambiar la política.

Esa es la ruta a seguir, porque si se sigue el camino más difícil y se lograra acabar con la guerrilla, por ejemplo, las utilidades del tráfico de drogas crearían su propio ejército.

Por otro lado, quitar o reducir la rentabilidad que le da la prohibición y la represión al negocio, golpea duro a la guerrilla, que si bien podría recurrir a otros métodos de financiación, como la ayuda externa, el secuestro, la extorsión y el boleteo, entre otros, son más limitados y mas fáciles de prevenir que el tráfico de drogas.

Por: Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.
myances@msn.com

miércoles, 27 de febrero de 2008

El gran acuerdo nacional

Dentro de dos años Colombia estará metida de nuevo en la decisión de elegir al presidente y por tanto de nuevo en la incertidumbre sobre el futuro, pues, como ocurre en toda la región, siempre hay una masa de votantes dispuestos a seguir a un Chávez, a un Ollanta, a un AMLO... De algún modo la pobreza y el atraso sólo son ese círculo vicioso en que debido a la inseguridad jurídica y a la ineficacia de las instituciones los créditos son más caros y las inversiones más cautelosas.

La existencia de una segunda vuelta electoral fuerza la definición de dos bandos que arrastrarán a los diferentes sectores sociales y políticos, y el ganador es el que consiga agrupar una mayoría no tanto de apoyo a su programa cuanto de rechazo al del adversario y de consenso en torno a alguna propuesta específica. Incluir esa figura en la Constitución fue un gran acierto, si hubiera habido segunda vuelta en el Chile de 1970 probablemente no habría ascendido Allende y ese país se habría salvado de la inestabilidad que generó su presidencia y de la dictadura que la siguió.

¿Cuáles serán los “finalistas” en la elección de 2010? Al pensar en eso aparece claro aquello que lleva a tanta gente a anhelar un tercer periodo de Uribe: en realidad no hay en el bando de la “derecha” un programa claro ni líderes a los que se pueda identificar con una propuesta de gobierno definida. La figura del presidente convoca una enorme aprobación gracias a su acierto de oponerse al proceso del Caguán y de hacer retroceder a las bandas narcoterroristas, pero más allá de eso ni siquiera hay entre los grupos que lo apoyan ningún consenso respecto a minucias tales como la negociación política. Bueno, ni siquiera en el presidente hay una posición clara, que probablemente tendría que ceder en caso de que las FARC mostraran el menor interés en desmovilizarse a cambio de una Constituyente negociada. Si no lo hacen es porque cuentan con la posibilidad de tener un presidente complaciente en 2010 o 2014 y porque entre tanto cuentan con protección en los países amigos.

Antes de seguir conviene hacer una advertencia: los gobiernos y los partidos surgen de la sociedad y no al revés. Cuando se alude a los errores o a las mezquindades de unos políticos la inquietud debería llevar siempre a la cuestión de la sociedad que les permite obrar así. Soñar que unos señores preocupados sobre todo por su carrera y por sus ingresos van a curar a la sociedad de su confusión es empezar a formar parte de las filas totalitarias. La ausencia de un programa claro para orientar al país hacia el desarrollo no es algo que permita cuestionar sólo al gobierno y a los partidos, sino que llega a la responsabilidad de todos los ciudadanos, al menos de los que se interesan por la política.

La propuesta de una segunda reelección encuentra su campo abonado en esa orfandad programática de la “derecha” pero hay algo en lo que conviene reparar, más allá de lo que eso signifique como amenaza para la democracia (y para entender la peculiaridad colombiana basta con ver a todos los partidarios de la negociación política y panegiristas de Chávez convertidos en veedores de la más estricta observancia de las normas democráticas: ya no es que el diablo haga hostias, sino que parece el único autorizado para hacerlas): que tal vez un Uribe candidato resulte más conveniente para los diversos sectores de la oposición, todos ellos notoriamente afines al eje Chávez-FARC, que otro representante de la “derecha”. Ya han aparecido propuestas, por ejemplo del ex gobernador del Valle Angelino Garzón, de unir esfuerzos para lanzar a un candidato de unidad. En todo caso, un caudillo triunfante en 2010 sólo sería el anticipo de un triunfo chavista en 2014, por no hablar de las dificultades de mantenerse en el gobierno durante tanto tiempo.

El desgaste del gobierno se adivina por la mezquindad que exhiben los políticos que lo apoyan, no sólo en la incapacidad de lanzar en las regiones candidatos sin vínculos con el paramilitarismo, sino en su falta de iniciativa y su estrechez de miras. El formidable respaldo ciudadano que ocasionaron las infamias de las FARC en los meses precedentes sólo les sirvió para buscar primero la segunda reelección y después la subida de aranceles que aseguraría las rentas de grupos próximos al gobierno. ¿Alguien recuerda por ejemplo la propuesta de un referendo que prohibiera la negociación política y los despejes de territorios? Parece que por ahí no se ven ni negocios ni modo de asegurar puestos, aunque viéndolo bien estos últimos dependerán en última instancia del acierto en política.

Esa unidad que despierta la adhesión a un caudillo cuyas intenciones resultan misteriosas y cuyas ejecutorias son cuestionables desde muchos ángulos podría ceder fácilmente ante la unidad de sus adversarios, generosamente engrasada por los recursos de Chávez y Santodomingo y por el poder de los medios de comunicación y las redes clientelistas que tanto poder alcanzaron durante los gobiernos de Gaviria, Samper y Pastrana. Mientras que el único activo convincente de Uribe serían sus logros en materia de seguridad y crecimiento económico, la unidad alternativa podría ofrecer la paz, garantizada por algún compromiso de las FARC y el ELN, amén de la siempre anhelada redistribución y de la siempre comprendida protesta contra la corrupción reinante.

Es en ese contexto donde debe entenderse la obstinada campaña del columnista Eduardo Posada Carbó por un “gran acuerdo nacional” del gobierno con la oposición. ¿Qué sentido tendría para un gobierno muy popular y exitoso ofrecer reconocimiento a quienes han hecho de lobby del Secretariado de las FARC presionando por un despeje de territorios, como los tres ex presidentes citados? ¿O al PDA, que ciertamente no pretende que las guerrillas se desmovilicen, como reconocen muchos de sus miembros? El columnista no es tonto, sino que está buscando ese consenso que permitiría presentar una mayoría alternativa a Uribe o a cualquier candidato de “derecha”. Es decir, formar una mayoría de políticos y comentaristas conocidos en torno a esa propuesta, la cual se presentaría a los ciudadanos como expresión de sus anhelos.

Es en resumen, lo mismo de Angelino Garzón, lo mismo que en la elección de 2006 propuso Rafael Pardo: el “Toconur”, pero disfrazado de consenso contra la guerrilla. Bueno, ese disfraz en el caso de Posada Carbó es grotesco. En una de sus
columnas recientes se entusiasmaba con la carta de William Ospina a Chávez pese a reconocer que el gran intelectual colombiano aboga por la negociación política (por lo difícil que es derrotar a las guerrillas, claro, como si no quedara abierta la veda para cualquier asesino que pretendiera adueñarse del país a punta de masacres). ¿Qué haría el gobierno buscando un acuerdo con semejantes personajes? Nada, el acuerdo del gobierno con la oposición es un pretexto para hacer presentable la alianza con personajes que declaran que admiran y respetan a Chávez y que quieren que se premie a las guerrillas pese a que las llenen de reproches.

En otros escritos Posada Carbó da muestras de la misma inclinación al cinismo. Con ocasión del comunicado del PDA en que declara no sumarse a la marcha del 4 de febrero
escribe:

Uno de los 12 puntos de la declaración con que el Polo justificó su distanciamiento de la marcha merece también destacarse, en el propósito de propiciar ese encuentro: "Condenamos sin vacilación" -dice el numeral 2- "el secuestro y los demás crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos por las Farc". Ya lo había hecho en ocasiones anteriores. Pero es importante subrayar esa nueva y expresa condena, por si quedasen dudas.



En lo que tampoco hay vacilación es en admitir tácitamente los demás actos de guerra “lícitos” de las FARC, como cuando alguien critica a los violadores por llevar las uñas sucias y morder a las víctimas. ¿A qué viene mostrar reconocimiento frente a semejantes promotores de asesinatos? Como ya he explicado, nadie espera que el gobierno sacrifique sus esfuerzos y el apoyo ciudadano para favorecer a los socios del narcoterrorismo, lo que pasa es que para Posada es una forma de brindar reconocimiento a un aliado necesario en el frente con el que pretenden formar una mayoría para 2010.

El nivel de mentira a que se llega en la prensa colombiana es difícil de comparar con nada, pero da la impresión de que la gente no lo percibe, de que a fin de cuentas la mayoría de los lectores se aburrirían si las cosas fueran simplemente ciertas y no contuvieran halago y aun promesas de ascenso social. Sin el menor pudor, Posada sale en otro
escrito evocando el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo que firmaron los partidos españoles en 2000. ¿Habrá quien se figure que ese pacto excluía a quienes no exigen el fin de las organizaciones terroristas? El Gran Acuerdo Nacional por el que aboga Posada Carbó no los excluye sino que en realidad sólo tiene la función de integrarlos en un consenso que desactiva la exigencia del 4 de febrero (“no más FARC”) y prepara el “Frente Popular” con el que aspiran a poner presidente en 2010.

En ésas estamos, por una parte un gobierno sin más ideas que la lealtad a su jefe y el apego a los cargos y por la otra una oposición capaz de mentir y deformar las cosas hasta convertir el clamor contra las FARC en reconocimiento para quienes quieren que se las premie. ¿Cuándo habrá un verdadero clamor contra el cinismo de los poderosos que han hecho de la mentira un oficio virtuoso? Sin el menor pudor el ex guerrillero
León Valencia aparece llamando a marchar el 6 de marzo ¡con una derecha civilista para salvar la democracia! A muchos los escandaliza que uno diga que Colombia es un muladar, pero ¿dónde puede figurar un personaje así como defensor de la democracia? Los comentaristas que han desaprobado esa marcha, Fernando Londoño, Plinio A. Mendoza y José Obdulio Gaviria resultan acusados por este asesino pensionado de ¡meterle violencia a la política! ¿No es evidente que algo deforme tiene que haber en el público que lee esas cosas sin inmutarse?

Mientras que la marcha del 4 de febrero, que obtuvo tan clamoroso respaldo ciudadano, no servirá para nada, la del 6 de marzo, claramente minoritaria, servirá para presentar a los protagonistas del Gran Acuerdo Nacional y el pretexto del paramilitarismo y de los crímenes de Estado les vendrá de perlas. A fin de cuentas en el bando de la “derecha” lo que no abundan son las ideas ni menos las audacias. Hay voces que desaprueban la segunda reelección pero nadie que se postule, como si hacerlo o hacer propuestas no autorizadas por el caudillo y su sanedrín fuera faltar a la lealtad que deben a esas personas. Y a ese paso la catástrofe parece difícil de revertir.
Por Jaime Ruíz. Columnista del Sistema Atrabilioso.

lunes, 25 de febrero de 2008

Anuncios peligrosos

¿Qué sentido tiene difundir una información de inteligencia sobre la ubicación de los secuestrados que supuestamente están próximos a ser liberados por las FARC? Pareciera un mensaje del Gobierno, algo así como “hemos ubicado su escondite, pero no los vamos a cazar porque somos considerados con los que están próximos a recuperar la libertad que NADIE les debió quitar”.

El anuncio que hizo Juan Manuel Santos parece una de las tantas salidas en falso que tienen los gobiernos en Colombia y en el mundo… pero no. Es una cuidadosa jugada que busca confrontar varias situaciones. La primera: limpiar la imagen según la cual al gobierno Uribe no le importan los secuestrados, pues resulta evidente que si saben la ubicación de los políticos plagiados y no han efectuado ninguna operación de rescate, es porque importa la vida y la seguridad de las víctimas.

En este sentido también deja sin piso la constante retahíla de que Uribe solo quiere el rescate militar, pues si fuera cierto, los cuatro secuestrados ya estarían libres o asesinados por las FARC en el intento.

También es una advertencia a las FARC, pues la agrupación terrorista siempre ha contado con la clandestinidad como una de sus mayores fortalezas. Sin embargo, que el Gobierno sepa la ubicación de algunos de sus campamentos, al igual que los movimientos de sus unidades combatientes, es un golpe para esa clandestinidad.

Otro hecho importante es que con la información anunciada por el ministro de Defensa, las FARC tendrán la incertidumbre a cuestas, pues como lo han reconocido los mismos desmovilizados del grupo terrorista, hay un temor enorme por las acciones de las Fuerzas Armadas y perder la condición clandestina, ser seguidos y perseguidos, desconfiar de todo el que pase al lado, temer la mirada que se adivina en la ventana de una humilde casa campesina al pie de la selva; son situaciones a las que no están acostumbrados los terroristas que hasta hace cinco años eran “indestructibles y dueños de santuarios a lo largo y ancho del país”: Cae el mito y se derrumba la moral en sus tropas de palurdos.

No obstante este anuncio resulta una amenaza latente contra los propios secuestrados, pues el conocimiento de la ubicación se debe, en buena medida, a las acciones de la inteligencia del Estado que han seguido los pasos que han dado las FARC y los mediadores en este circo en el que han convertido la liberación de los plagiados. Esto significa que las FARC podrían reconsiderar la liberación (valga la redundancia) de los secuestrados al darse cuenta de que el proceso les genera una gran debilidad estratégica en el plano militar.

Claro está que lo que pierden en el campo de combate lo ganan en lo político, terreno en el que aún mantienen fortaleza, pues esas liberaciones aclimatan las exigencias del tirano de Miraflores y le ofrecen, en bandeja de plata, algunos argumentos para la cruzada pro-FARC: Dirá que son humanitarios porque liberan a sus víctimas, que son una organización que busca afanosamente la paz y, por supuesto, que no mienten. Recordemos que ya dijo, y fue desmentido por los mismos hechos, que las FARC nunca le habían mentido, cuando de hecho lo tenían dando vueltas para liberar a un niño que ya estaba en poder del Estado. Sin embargo el tirano no ha reconocido que le mintieron y, sobra decirlo, jamás lo hará.

Otro asunto sustantivo es el del uso que le darán las FARC a esa información: Ya vimos la capacidad de destrozar la “mercancía humana” que tienen en su poder… hay once tumbas con igual número de diputados que demuestran que los terroristas solo quieren un motivo para golpear la imagen del Gobierno y en el todo vale de las FARC, la vida de los secuestrados puede ser sacrificable.

Es que en este momento las FARC pueden decidir golpear a Uribe asesinando a los cuatro secuestrados que supuestamente están a punto de liberar, argumentando que la cercanía del Ejército los llevó a ejecutarlos. ¿Quién podría confirmar o desmentir esa acusación? Claro que ese sería el menor de los problemas, pues la situación sería aprovechada al máximo por las cajitas de resonancia de las FARC en Colombia y en el mundo.

Es más: De ocurrir semejante monstruosidad, el tirano de Miraflores renovaría sus arengas (esta vez con la ayuda del patán y recién casado europeo) asegurando que fueron asesinados por la intransigencia del Gobierno de darles estatus político y por la negativa de entregarles dos municipios y más de 100 mil esclavos en el Valle. Total, no importaría quién disparó, ni mucho menos quién dio la orden… lo fundamental sería que las FARC no tendrían culpa alguna, pues serían unos más de los muchos asesinatos “altruistas” que han cometido.

Todo lo anterior es preocupante: En unas pocas semanas reiniciarán los asesinatos selectivos en la región –ya ocurrieron por la información que obtuvo el Estado durante la liberación de Clara Rojas y Consuelo González-, pues el miedo que tienen las FARC será respondido, como es su costumbre, con la siembra del terror y el reguero de sangre que suelen dejar como advertencia para los “sapos” que han alimentado con información a los servicios de inteligencia.

¿Vale la pena poner en peligro la vida de los secuestrados que no están en la lista de los que serán liberados prontamente? ¿Fue prudente entregarles a las FARC un argumento para asesinar a algunos plagiados? ¿Era necesario poner en riesgo la vida de los informantes? Parece una apuesta altísima y de enorme peligrosidad, pues se sigue jugando con los secuestrados como fichas políticas en un ajedrez enredado y de liderazgos intermitentes: La vida es sagrada.

AL CIERRE (1): Ya quedó en evidencia la nueva estrategia de las FARC y sus socios: liberar a los secuestrados civiles de renombre y dejar en la selva a los militares y policías. Durante la misa que conmemoró el secuestro de Ingrid Betancourt, Carlos Gaviria dijo: “Nosotros queremos la liberación de todos los secuestrados civiles”, es decir, dejarán secuestrados a los uniformados para cumplir el sueño del intercambio.

AL CIERRE (2): Hoy cumplimos tres años de labor y nunca será suficiente el reconocimiento y la gratitud para todos los que han apoyado este proyecto con generosidad: La lista es enorme y sería injusto dejar de nombrar a uno solo de los usuarios y columnistas que han pasado por el Sistema… a todos mil gracias.


Por Jaime Restrepo. Director Sistema Atrabilioso.

viernes, 22 de febrero de 2008

Paranoia infernal

Es más fructífero desarrollar empatías con quienes comparten la misma ideología y objetivos de vida, que con los contrarios: en el caso de Venezuela, con la guerrilla que con el gobierno colombiano.

Pero complicado el asunto, porque un gobierno no debe simpatizar, ni mucho menos apoyar, a grupos fuera de la ley -que secuestran, trafican con drogas y cometen actos de terrorismo- en un país que tiene un gobierno elegido y reelegido democráticamente, y goza de un amplio apoyo ciudadano. No se debe, a menos que quien lo haga se declare enemigo de los regimenes democráticos.

No obstante en ningún caso le está permitido a los gobiernos extranjeros interferir en los asuntos internos de otro país, y si lo hicieran violando el derecho de los países a la libre autodeterminación, tendría que permitir que otros se inmiscuyeran también en los propios.

Que no es el caso de Chávez y Venezuela: ha metido las narices en varios países sur y centroamericanos, pero protesta cuando la paranoia que ha desarrollado le hace temer que otros, las quieran en meter en Venezuela. El castigo para quien así actúa, es el infierno que le hace creer que los demás también tratan de hacer con él, lo mismo que él hace con los demás.

¿No denuncia Chávez –por ejemplo- que desde Colombia o desde los EUA, se respalda y se apoya a los grupos de la oposición que quieren derrocarlo? Lo mismo que está haciendo él abiertamente con los grupos guerrilleros en Colombia. La misma paranoia –dado lo axiomático del enunciado colocado en cursillas en el párrafo anterior- debería ser prueba suficiente –para los escépticos- de que está haciendo, lo que teme que le hagan.

Las denuncias sobre guerrilleros colombianos en Venezuela vienen de tiempo atrás; lo nuevo podría ser la evidencia de que son protegidos por miembros del ejército venezolano, y por alguno de sus gobernantes, y que el presidente de ese país intercede, utilizando los medios masivos de comunicación (en especial la TV) a favor de ellos, dejando la impresión de que como al actual gobierno no lo ha podido manipular, a un hipotético de la guerrilla si. La integración económica, que es bienvenida con todos los países del mundo, no debería implicar –en aras del pragmatismo- integraciones ideológicas.

En un escenario como ese, no ya mirado desde la visión del paranoico, sino de la del colombiano, uno se pregunta ¿cómo acabar con la guerrilla, si tiene un protector, patrocinador, y alcahuete en el vecino país? Así se desmovilicen todos los guerrilleros aquí en Colombia, sus cabecillas pueden seguir actuando desde el exterior: el terrorismo –como se sabe- se alimenta con dinero, más que con ejércitos.

¿Será verdad que nuevamente hay que sentarse a negociar con ellos, y ahora si darles todo lo que pidan? ¿Darles más aun de lo que el gobierno de Andrés Pastrana ofreció como cuota inicial del tan anhelado premio Nóbel? Pareciera que después del intento fallido ningún otro será posible, pero seria muy productivo conocer que le pidieron y que les otorgó Andrés.

Para quienes aún ven la posibilidad de una negociación, sea de intercambio o de paz, habría que preguntarles ¿qué costo hay que pagar por la paz, y quien garantiza que una vez pagado, ésta se consiga? Siempre se correrá el riesgo que una negociación no justa, no democráticamente aceptada por las mayorías, ni equitativa con lo otorgado a otros grupos desmovilizados, vuelva a desencadenar la guerra: ya ha pasado.

Cómo también se corre el riesgo del populismo barato, que promete lo que sea para lograr el poder político (o las arcas de la nación) y una vez logrado hagan lo mismo que el país ha venido haciendo pero con peores resultados, o que cambien todo –retrocediendo medio siglo o mas- para empeorar.

Por: Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.

miércoles, 20 de febrero de 2008

¿Cambiará Cuba?

Es lo que todo el mundo se pregunta hoy y lo que en medio de la incertidumbre vale la pena evaluar. Yo creo que en el corto plazo no se verán grandes cambios, y trataré de explicar por qué.

El elemento decisivo es la cohesión de la casta dirigente: sobre todo a partir del triunfo de Chávez, los que tienen acceso a los favores del Estado se aferran a ellos exhibiendo el máximo de lealtad al régimen: son funcionarios de una especie de imperio revolucionario. En realidad siempre fue así, pues la participación del régimen en la guerra fría significaba que las ayudas soviéticas resolvían todos los problemas de manutención de esa casta.

En contraste, las mayorías hambrientas están conformadas por negros y mulatos y gente de las provincias, y siempre han tenido muy poca capacidad de organización, participación política, acceso a la información y demás elementos que podrían ofrecer canales a la expresión de su descontento.

Eso lleva sin remedio a la naturaleza del régimen: lejos de lo que se piensa, exactamente igual que en Rusia, el totalitarismo se pudo imponer porque contaba con una amplia tradición. Desde el comienzo del periodo colonial, Cuba siempre fue un país rico que estaba en medio de los flujos comerciales entre Nueva España (el actual México), Centroamérica y España. Fue uno de los destinos preferidos del tráfico de esclavos y entre los países hispánicos de América el último en abolir la esclavitud. Tras la independencia —lograda hace ahora 110 años gracias a la intervención estadounidense—, al igual que ocurrió en el resto del continente, los descendientes de los blancos urbanos se repartieron los puestos en el Estado. El país se vio beneficiado con inversiones gigantescas, como la construcción del malecón y el puerto de La Habana.

El castrismo, tal como ocurre con Chávez, no es la negación de todas esas políticas sino su consumación. El dictador que permanece 49 años en el poder implanta un régimen en el que la jerarquía de la sociedad de siempre queda congelada y en el que el Estado ofrece protección a “todos”, particularmente a los que siempre se han aferrado a los puestos públicos. El régimen disfrutó durante mucho tiempo de una gran popularidad porque aquello que se repartía de lo expropiado a los estadounidenses y a los emigrados, así como los ingentes recursos soviéticos, permitían obtener bienes y rentas sin trabajar, sólo por participar del objetivo de la comunidad de acompañar al líder en su exhibición de dignidad.

Esa forma de vida, conocida como el “cubaneo” es la verdadera base del régimen, lo que impide un estallido popular, aparte de la represión de todo tipo y de los campos de concentración. Los regímenes totalitarios, exactamente igual que el de Sadam en Irak, dan empleo a mucha gente espiando y torturando a sus compatriotas, el sistema de terror se hace eficaz y la propaganda anula cualquier desavenencia. Pero el éxito económico sólo se da en esos regímenes en condiciones especiales, por ejemplo cuando hay arraigadas costumbres de laboriosidad (como en China). Lo normal es que la gente se acostumbre a las privaciones porque suele acceder a un mínimo y porque no se le exige demasiado esfuerzo.

De modo que ni los opresores aflojarán las cadenas ni los oprimidos se rebelarán en el corto plazo, sobre todo porque medio siglo de adoctrinamiento y aislamiento ha generado una tremenda unanimidad patriótica que amenaza al que discrepa y le exige una determinación sobrehumana (recuerdo a una de las madres de uno de los muchachos condenados a muerte por intentar huir del país secuestrando un barco: pedía que por nada del mundo se fuera a pensar que su hijo era un contrarrevolucionario. Hasta secuestrar gente parece menos grave que ser contrarrevolucionario). Baste pensar que la mayoría de los cubanos atribuye las dificultades que afrontan al embargo estadounidense, como si éste no fuera una medida casi obvia tras el despojo que practicó el régimen: si Castro despoja a los inversores estadounidenses, todo el mundo lo ve como un acto de justicia, dada la desigualdad de ingresos entre los cubanos y sus vecinos del norte. Pero si EE UU prohíbe a sus ciudadanos comerciar con ese régimen, eso es un crimen terrible: lo justo y correcto es dejarse robar y después ir a pedir excusas por haber dado lugar al robo.

Podría darse una apertura limitada del régimen, pero viéndolo bien no es fácil explicarse qué interés tendrían los herederos de Castro en dar oportunidades a sus enemigos siendo que de todos modos la mayoría muestra muy escasa disposición a oponerse. Puede que por un tiempo aumente la presión internacional, pero la expectación generada por la desaparición de Castro les dará un margen de maniobra que sin duda aprovecharán para afianzarse en el poder y buscar recursos entre los regímenes amigos (no sólo Venezuela sino también Irán y aun Rusia).

Algo que no debe considerarse es la posibilidad de que Cuba llegue a ser un régimen comunista cuya economía crece a buen ritmo gracias a que ofrece cierta libertad económica. Eso atentaría contra la base del régimen porque la prosperidad de los pequeños empresarios sería demasiado irresistible para la casta gobernante.

Ahora bien, en el medio plazo la relación con los cubanos exiliados tendrá que aumentar y la población de la isla tendrá que asimilarse al conjunto de la región. Pero para que llegue ese momento hace falta que se acabe el chavismo y que los miembros de la casta gobernante se sientan perdidos. Yo creo que hacen falta décadas, pero ciertamente me gustaría equivocarme.

Por Jaime Ruíz. Columnista del Sistema Atrabilioso.

lunes, 18 de febrero de 2008

La ONU desconoce los mínimos principios de los procesos jurídicos

Después de tanto escándalo, de la seguidilla de bravuconadas del actual presidente ecuatoriano Rafael Correa insistiendo que su gobierno había conseguido las pruebas para demostrar que el glifosato afecta la salud, ahora aparece en el escenario una situación por lo menos insólita.

Hace algunos días la ONU informó que
COLOMBIA DEBE PROBAR ante Ecuador que el glifosato no afecta la salud.

Entendámonos: Yo emprendo una labor en MI CASA, y mi vecino comienza a hacer escándalo diciendo que lo que estoy haciendo lo perjudica asegurando que sus “investigadores” académicos y universitarios tienen las pruebas para demostrar los daños, no tiene presentación que después me exijan que yo compruebe que mi labor no perjudica al vecino, pues el rigor de sus pruebas deberían ser suficientes para sustentar su queja.

Si Rafael Correa comenzó con el escándalo, si dijo que las investigaciones de la universidad Central de Quito eran tan sólidas, ¿por qué entonces Colombia tiene que demostrar lo contrario? Es decir, si las investigaciones realizadas en la misma universidad en la que las FARC tienen asiento son tan serias, pues la ONU debió señalar de plano, y sin ambages, que los resultados investigativos de Ecuador eran concluyentes y por tal motivo, solicitar que Colombia suspendiera la medida.

Pero curiosamente parece que las investigaciones “serias” de los ecuatorianos son una sarta de imprecisiones y de carencias metodológicas, errores detectados por la ONU al punto de pedir que seamos los acusados los que demostremos nuestra inocencia.

El relator especial de la ONU Paul Hunt estimó "injusto" que se exija a Ecuador probar que las aspersiones antidrogas con el herbicida glifosato que Colombia aplica en la frontera afectan la salud.

¿Cómo que injusto? Si ellos están poniendo el grito en el cielo, si dijeron hasta el cansancio que Ecuador tenía la convicción científica de los perjuicios para la salud y hasta exhibieron las dichosas investigaciones, ¿por qué ahora todo eso no vale nada y a Colombia le toca entrar a jugar en el absurdo de la presunción de culpabilidad?

Luego dice Hunt: "Pienso que sería injusto exigir a Ecuador que demuestre que las fumigaciones áreas afectan la salud humana, porque fui informado en Ecuador que ellos no tienen acceso a la información esencial que se requiere para hacer esta valoración". ¿Y entonces qué pasó con las rigurosas investigaciones ecuatorianas? ¿Qué pasó con las pruebas que decían tener?

Simple: los ecuatorianos no tienen nada con rigor científico, y evidenciaron que sus “estudios” son solo una sarta de acusaciones POLÍTICAS para favorecer a los narcotraficantes de las FARC, que son finalmente quienes operan en la frontera entre Colombia y Ecuador. De paso, Correa demuestra que sigue las órdenes de Caracas y solo quiere presionar al gobierno colombiano para que no afecte las rentas del terrorismo.

Es más: los ecuatorianos no saben con precisión los compuestos del glifosato que Colombia utiliza para las fumigaciones de cultivos ilícitos. Pero eso es curioso, pues es el mismo químico que los propios ecuatorianos utilizan para la aspersión manual en los cultivos de banano y flores. Además, las proporciones de mezcla han sido ratificadas incluso por las misiones de observación que envió Ecuador a las zonas de fumigación colombiana… pero ahora no saben nada, ni leer siquiera una etiqueta en una caneca de glifosato.

Todo esto suena más a incapacidad ecuatoriana para sustentar el escándalo que a la comprobación científica de perjuicios reales para la salud de los seres humanos. Mucho se ha dicho sobre el tema, incluso en Francia se determinó que el glifosato podría afectar la salud humana basados en un estudio que la justicia francesa determinó como válido (¿no debería ser la comunidad científica la que valide un estudio?), pero por lo pronto no hay una investigación aceptada por la mayoría de científicos en el mundo, que afirme o niegue esa hipótesis.

Sin embargo lo grave es que la ONU rompa el principio universal de la presunción de inocencia y se lance a la aventura complaciente de avalar los reclamos de un vecino malqueriente que quiere beneficiar a los narcoterroristas de las FARC.

Por Jaime Restrepo. Director Sistema Atrabilioso

viernes, 15 de febrero de 2008

Sobre Bazurto

A finales del año pasado, cuando ya agonizaba la administración anterior, se le presentó a la ciudadanía un ambicioso proyecto urbanístico que buscaba erradicar el mercado de la ciudad; recuperar todo el sector y su vecindario; y propiciar el desarrollo urbanístico en las riberas de la Ciénega de Las Quintas, construyendo allí un centro para la administración publica.

Pero como sucede siempre, las opiniones se dividen, y los afectados –aunque sean minorías- hacen más ruido que los demás (de ejemplo un botón: la Vía al Mar, que una minoría quiere meter por la calle 70 de Crespo).

El esquema de adquisición de tierras ideado, fue la declaratoria de utilidad pública, y con sobradas razones los propietarios se sintieron afectados, pues nadie cometería el error de vender bienes en su valor catastral, menos en Cartagena, con lo cotizada que está la ciudad, y frente a una Cienaga con vista a la Bahía y al sector turístico de Bocagrande.

La tierra ahí no vale nada, pero apenas salga el mercado, su valor se ira a las nubes. Eso lo saben los vecinos que se han aguantado por años la inmundicia y los olores del mercado esperando esa oportunidad.

Se habló entonces de corrupción, y se satanizó el proyecto hasta lograr su sepultura. Como si lo indicado no hubiera sido separar el análisis objetivo del mismo, del procedimiento a seguir para hacerlo realidad. Mirar por ejemplo sus costos y beneficios, y perfeccionar los mecanismos de adquisición, contratación y venta, para evitar por todos los medios posibles, que la corrupción hiciera de las suyas.

Los proyectos (tantos que requiere la ciudad) no se pueden seguir hundiendo por el fantasma de la corrupción, ni peleárselos los políticos, para ver quien los desarrolla y se queda con la tajadita. En este caso lo que había que cambiar era el valor catastral de los predios, para que la adquisición fuera justa; y/o eventualmente suscribir contratos a 10 años, por ejemplo, con sus actuales propietarios, para que sean beneficiarios de la plusvalía de la tierra en la medida que el sector se desarrolle.

Pero quien sabe quien los enredó y terminaron uniéndose a una causa que no era la suya (sucede con asombrosa frecuencia) y ahora el mercado se queda.

¡Miren el absurdo, se queda por que si no, Transcribe se quiebra!

Justificar financieramente Transcribe en el flujo de pasajeros que origina el mercado sabiendo que algún día tendrá que salir de ahí, y justificar su no erradicación ahora, por el impacto financiero que tendría sobre el sistema de transporte masivo, son dos graves errores: uno financiero por supuesto, y el otro urbanístico. Invertir mas dinero en él, es persistir en el error.

Según ese argumento la ciudad habría que centralizarla aun más, para aumentar la rentabilidad de Transcaribe, cuando lo que el mismo sector privado está haciendo es todo lo contrario: llevar sus almacenes hacia los centros de carga poblacional, buscando acercarse cada vez más a los consumidores.

Mas bien el sector público debería seguir esa iniciativa, y llevar el mercado a un mejor sitio. Tal vez entonces ni siquiera habría sido necesario el mezquino proyecto de Transcaribe (mezquino por su cobertura, no por sus costos), y se hubieran podido construir otras obras mas ambiciosas y mas útiles, y focalizar el esfuerzos financiero en nuevas VIS.

Acostumbrado como está uno, a que todas estas cosas se idean en Bogotá, la única crítica válida a la dirigencia local es que se las dejan imponer. De manera pues Judith, que, retomemos esa genial idea de tu antecesor, y con el enrome capital político y la transparencia que todos te reconocemos, saquémosla adelante. No dejes que dentro de cuatro años el próximo alcalde la realice.

La ciudad te lo agradecerá y la historia te lo reconocerá.
Por: Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.
myances@msn.com

miércoles, 13 de febrero de 2008

No a las marchas de desagravio

Muchas personas aún dudan si deben acudir a las marchas convocadas para el 6 de marzo contra los paramilitares y contra los crímenes de Estado y demás: si se trata de personas que realmente aspiran al cese de la violencia, creo que deben abstenerse. Y trataré de explicar por qué.

Lo primero es el impacto de las acciones que se emprenden en política, que no tiene mucho que ver con nuestros sentimientos ni con nuestra conciencia. Al votar casi siempre apoyamos a personajes que no nos entusiasman sólo para impedir que asciendan otros mucho más temibles, los votantes de Pastrana en 1998 querían conjurar la pesadilla de una presidencia de Serpa y colaboraron con una tragedia, que en mi opinión habría sido peor con el escudero de Samper. Lo mismo ocurre con las manifestaciones públicas, los que participaron en las marchas del No Más hace diez años contribuyeron a crear el ambiente de “reconciliación” que tantos crímenes produjo durante la presidencia del delfín inepto.

De modo que antes de sumarse a una multitud movidos por sentimientos honrados pero sin la suficiente cautela conviene evaluar hasta qué punto se está en riesgo de ser manipulados. Por ejemplo, considerando las implicaciones de la convocatoria: cuando firmamos un contrato podemos buscar nuestra ruina por no entender la letra pequeña, pero en las trampas retóricas de los amigos de Chávez y las FARC hay algo aún más sutil y eficaz, como las palabras tranquilizadoras y sensatas que acompañan la caricia del arma blanca del atracador.

Veamos el caso del rechazo a todos los crímenes y a los generadores de violencia. Efectivamente se han cometido infinidad de atrocidades por parte de bandas ligadas al narcotráfico y aun por militares y policías. Y sin duda también ha habido episodios de guerra sucia y abusos de todo tipo, cada vez menos, afortunadamente, en la medida en que las guerrillas retroceden. Pero cuando se sale a protestar contra “todos” los crímenes resultan los participantes condenando por igual a los jefes de las AUC que están en la cárcel y a los de las guerrillas, que se niegan a dejar de matar y de intentar destruir la democracia y de mantener secuestrados. Y resulta que sin el menor riesgo de ir a la cárcel los jefes de la guerrilla podrían estar ya impunes, seguros, ricos y hasta reconocidos. Y nadie saldría a manifestarse contra ellos. Se dirá que son igualmente condenables, pero entregarse e ir a la cárcel no es lo mismo que seguir matando. Ésa es la mentira de la guerra contra la guerra y de la condena a todos los “actores del conflicto”

Es decir, cuando se marcha contra “todos” los crímenes se devalúa el significado de las marchas del 4 de febrero, pues el “no más FARC” se reduce a un rechazo de “la violencia” que si nos descuidamos termina incluyendo hasta el mal gusto en el vestir. Es muy importante determinar cuál es la condena de los paramilitares que se expresa en una marcha, pues se terminan confundiendo los términos. No tiene sentido decir “no más AUC” porque las AUC están disueltas y porque si bien quedan bandas de sicarios del narcotráfico activas, a nadie en este mundo se le ocurriría pensar que son o pretenden ser representantes políticos de la sociedad (como ocurre con las FARC). ¿Van a reemplazar las marchas a la acción policial o judicial? No, sólo van a servir para llevar a personas distraídas a reforzar la percepción de un “conflicto” que amerita otra solución que la renuncia de los asesinos y secuestradores a persistir en sus crímenes. Siguiendo una vieja rutina de los manipuladores, a convertir el atraco en riña. Si al “No más FARC” se le añade “No más Ejercito”, la desmovilización exigida se convierte en un canto a la bandera.

Conviene detenerse en la situación colombiana antes de la elección de Uribe Vélez en 2002, porque las personas a las que se puede arrastrar fácilmente a condenar toda la violencia (“venga de donde venga”) puede terminar fácilmente colaborando con los terroristas en su difícil legitimación. Durante los años del Caguán los paramilitares crecieron a un ritmo vertiginoso y cometieron muchísimas atrocidades. Si una persona recta cree que se los debía castigar con toda severidad, no se le debe olvidar que todo eso se pudo hacer y Pastrana lo habría hecho con apoyo de la mayoría de la sociedad. Se podría haber llegado a un esquema de cero impunidad para las AUC y sus cómplices policiales o militares e impunidad absoluta para las guerrillas. Con un esquema así Pastrana hasta sería Premio Nobel de la Paz y tendría muchísima popularidad.

Esa posibilidad debe recordarse siempre para entender la encrucijada del primer gobierno de Uribe y las pretensiones de las marchas del 6 de marzo: de repente al condenar “toda” la violencia se pasa por alto que las guerrillas se negaron a negociar a pesar del copioso premio que se les ofreció. Por el contrario, multiplicaron sus crímenes y ensancharon su poder, los narcocultivos, el reclutamiento de niños, la compra de armas, los actos terroristas... ¿Qué podría hacer el gobierno que se posesionó en agosto de 2002 respecto a las AUC? Entre los columnistas e intelectuales colombianos la respuesta es completamente predecible y automática: aplicar severamente la ley. ¿Alguien recuerda que a las FARC se las estaba premiando copiosamente por todos los secuestros y masacres de varias décadas? Como ya he explicado, la “asimetría” no tendría la menor importancia.

Pues ¡claro que la salida correcta sería aplicar la ley con rigor! Sólo que eso habría significado dedicar a buena parte de las menguadas fuerzas y del magro presupuesto a combatir a unos enemigos a los que se podría neutralizar y al mismo tiempo favorecer a otros que se negaban y se siguen negando a cualquier arreglo. Yo no sé cuántas personas leen con atención a los columnistas, mi recuerdo es que casi todos predicaban eso sin inmutarse: los militares y policías debían ayudarse a matar. Y como ocurre siempre que se habla de la violencia en Colombia, hay que ir a evaluar las falacias que la gente quiere rehuir por pereza y que están hasta en la Constitución: el individuo que pagaba la vacuna de los paramilitares para impedir que lo secuestraran es un criminal de la peor especie, mientras que los que iban a secuestrarlo merecen reconocimiento por tener objetivos políticos. No hay ninguna atrocidad guerrillera comparable a esa mentira, pero es algo que siguen proclamando tranquilamente casi todos los intelectuales en Colombia.

Así, la manifestación contra los paramilitares pasa por encima de esos hechos porque sus promotores pretenden rebajar el impacto del rechazo a las guerrillas. Y de paso condenar al gobierno que consiguió la desmovilización de las AUC y el encarcelamiento de sus jefes, ahorrando miles de vidas. Y también insistir en la vieja falacia de las fuentes diversas de violencia: los que intentan destruir la democracia y los que buscan salvarla, los que van a secuestrar gente y los que la protegen...

Esa pequeña matización o enmienda a las marchas del 4 de febrero se entenderá en muchos sitios como un desagravio a las FARC: las personas honradas que acudan porque creen que también deben condenar las atrocidades de los paramilitares (cometidas casi todas hace más de cinco años, salvo que se quiera convertir todo el delito en oposición a la guerrilla) resultarán haciendo bulto en una marcha en la que predominarán los que identifican al gobierno colombiano (en realidad, a la democracia colombiana, pues todos los presidentes elegidos en las urnas son condenables para los comunistas) con los paramilitares y en la que se clamará por la negociación política y el “intercambio humanitario” (que se habría dado en 2002 de no ser porque es sólo un pretexto de las FARC para mantener algún protagonismo, tarea en la que les colaboran sus socios políticos).

Pero ¿qué se hace cuando se colabora en la promoción de la imagen de un conflicto civil en el que hay partidarios de unos y otros? Ya he explicado que la aspiración de las FARC y sus amigos es deslegitimar al gobierno. Pero es mucho más: dado que son igual de legítimos, los actos de las FARC son tan tolerables o intolerables como lo que hagan las fuerzas armadas estatales en su contra, pues la multitud habrá avalado la percepción de que se trata de lo mismo que los paramilitares.

En buen romance eso se llama AYUDAR A MATAR GENTE, no es raro que convoquen a esa marcha las mismas personas que aplauden a Chávez o que se invite a participar en la página de las FARC. A fin de cuentas, también para castigar más severamente a los paramilitares es necesario que las FARC se desmovilicen, y cuando uno acompaña a los que no quieren que lo hagan está legitimando sus acciones. De hecho, entre los convocantes figura un columnista que es hijo de un líder del Partido Comunista asesinado en los años noventa: Iván Cepeda Castro; el nombre de su padre lo usa un frente de las FARC. Bueno, como tantos de los que marcharán el 6 de marzo, ese señor jamás ha puesto en cuestión la existencia de las FARC, por mucho que “quede bien” reprochándoles los secuestros, como hacen todos.

Es eso: se es del MÁS FARC o del NO MÁS FARC. El sentido de esas marchas es anular las del 4 de febrero, desagraviar al Secretariado, rebajar el clamor de la mayoría para que siga habiendo pretextos para los crímenes.

Por Jaime Ruíz. Columnista del Sistema Atrabilioso.

lunes, 11 de febrero de 2008

Es en serio

Por cuestiones de trabajo, a mediados de 1998 me reuní con un periodista venezolano que aún hoy cubre el sector automotriz. Entre los temas que abordamos estaba la candidatura de Chávez a la presidencia de Venezuela. Para él, y para una gran cantidad de venezolanos, Chávez no era una amenaza y las promesas de campaña presagiaban que nada grave pasaría en el vecino país con el mandato del coronel paracaidista.

La historia, la situación actual de Venezuela y la precariedad en la que está sumergido el país vecino demuestran que mi interlocutor creyó en las
mentiras de Chávez y se equivocó, como se equivocaron los millones de venezolanos que no vieron en Chávez el potencial de una amenaza no solo para ellos, sino para toda la región.

Una de las principales virtudes de Hugo Chávez Frías es lograr que la gente que piensa no se lo tome en serio, pues lo subestiman por su chabacanería, su tosco proceder, sus largos discursos llenos de incoherencias y sus constantes bravuconadas. Esa es una ventaja enorme para el golpista convertido en Presidente, pues logra anunciar sus intenciones sin despertar la respuesta en sus amenazados. Total, prácticamente coge por sorpresa a sus “enemigos” y en rápidas jugadas los deja fuera de combate.

Ese error no lo puede cometer Colombia. Como ocurrió hace 10 años en Venezuela, en nuestro país se está subestimando a Chávez, dejándolo como un simple perro que ladra pero no muerde, cuando basta con mirar lo que ha pasado durante la última década para darse cuenta de que muchas veces el golpista ladra y muerde.

Las evidencias son contundentes sobre las intenciones chavistas de golpear a Colombia: Compra de armamento para guerra convencional, amparo, apoyo y simpatías con las FARC, ataques verbales no solo contra el Presidente sino contra los colombianos, apoyo financiero para los contradictores internos del actual gobierno colombiano, movilización de recursos para abastecer militarmente a los países que mantienen diferencias con Colombia y compra de solidaridades de mandatarios vecinos para que apoyen su objetivo de cercar a nuestro país.

Son muchas y muy fuertes las evidencias, posiblemente tan grandes y cercanas que no se alcanzan a apreciar en su justa dimensión. Pero lo cierto es que el plan está en marcha y cuenta con el apoyo del ahora digno presidente nicaragüense que está
envalentonado por el dinero y el apoyo del coronel paracaidista.

A lo anterior se suma la acción estratégica de Ecuador, que además de sumar efectivos militares en la frontera, adelanta una verdadera
embestida jurídica contra Colombia en algunos tribunales internacionales.

La nación no puede ser tan
ilusa de pensar que todo es una simple coincidencia, una coyuntura que se ha producido por algún capricho de los dioses del Olimpo… lo que estamos presenciando son los albores de la aplicación de una estrategia delineada para agredir al país, desmembrarlo e impulsar un proyecto totalitario en territorio colombiano.

Hay que tomar en serio a Chávez – Ortega –Piedad –Correa y asociados, pues todos los días avanzan en el proyecto de cerco a Colombia, con el apoyo de esos europeos de doble faz que un día dicen que apoyan a nuestro país en caso de una agresión militar y al día siguiente les
venden armamento a los agresores, como ocurre con España, país que en las últimas horas le entregó equipos navales militares a Nicaragua.

Colombia debe prepararse desde ya, emprender las acciones respectivas de denuncia contra Venezuela y Nicaragua ante los organismos internacionales y tomar medidas militares en materia de defensa.

Adicionalmente deben apresurarse las acciones judiciales en Colombia contra los aliados de la conspiración contra nuestro país, que han prometido la instauración de un gobierno de transición con la participación de las FARC, como ocurrió en una visita a ‘Simón Trinidad’ en una cárcel norteamericana. Es decir, los traidores a la patria deben ir a la cárcel y pagar su crimen como corresponde.

Esta semana se vivirá un verdadero combate diplomático en la OEA por cuenta de las minas antipersonal que instalan los terroristas en algunas zonas del territorio nacional, muchas de ellas con el sello de las FAV (Fuerzas Armadas Venezolanas), como las 200 que fueron encontradas en una caleta de las FARC en la frontera con la república Bolivariana.

En la OEA saldrá el liderazgo siniestro del petroparacaidista que moverá a sus esbirros, a sus peones, a sus cachorros como Ortega y otros (¿otras?) más, para evitar la condena a sus aliados terroristas de las FARC y del ELN. Para eso contará con la expectativa de la liberación de tres secuestrados y expondrá ante los estados latinoamericanos la inconveniencia de condenar a los terroristas justo en el momento en que están haciendo semejantes muestras de “humanidad” y “buena voluntad”.

Lo peor es que muchos acogerán la situación para evitar la condena contra los terroristas, pues Venezuela les ofrecerá un pretexto que justifique su posición favorable frente a las atrocidades de las FARC y de paso podrán ratificar su lealtad para con el que envía maletines repletos de dólares para campañas políticas, calles, viajes, combustible más barato y otras prebendas que Chávez cobrará por triplicado y en cualquier momento.

La arremetida está planteada y subestimar a Chávez es una estupidez que podría costar miles de vidas en Colombia y en Latinoamérica.

Por Jaime Restrepo. Director Sistema Atrabilioso.

viernes, 8 de febrero de 2008

NO MAS FARC

Ni siquiera el Polo, que aparentemente tiene entre sus simpatizantes a los sindicatos del país, ý que trató de sabotearla, logró restarle contundencia a la marcha del 4 de febrero. Más bien se propinaron ellos mismos un golpe negativo de opinión, porque la gente del corriente –las grandes mayorías, que no son ni sindicalistas ni políticos- se preguntaron ¿por qué el Polo no organizó su protesta en otra fecha?

Porque no tiene iniciativa, o capacidad de convocatoria, debieron responderse. Qué egoísmo: cómo no pudieron organizar su fiesta, trataron de tirarse la del vecino. Ese fue el sabor que dejaron.

Si en algo han coincidido muchos analistas, es que la marcha fue una expresión política de quienes no tienen nada que ver con la política -jóvenes dedicados a los libros- pero hastiados de ella. Lo que viene ahora es la interpretación de ese sentimiento que se expresó en las marchas, en las canciones y en las pancartas. Ojala los políticos no lo distorsionen.

¿Qué significa “No mas Farc” el grito de la marcha? Independientemente de las interpretaciones que cada cuál quiera hacer, lo único claro es que los colombianos en todas las partes del mundo, quieren que las Farc dejen de existir. ¿Cómo? No lo dijeron, eso hace más contundente el clamor.

El mensaje –analizándolo intrínsecamente- no está dirigido a nadie masa que a los mismos guerrilleros: qué entreguen a los secuestrados, qué entreguen las armas, y qué se desmovilicen. En otras palabras que no existan más como organización. Solo ellos sabrán cómo. Buscarle más explicaciones al “No más Farc” es tratar de manipular el mensaje, y acomodarllleros, para que ellos dejen de existir como organizaci desaparezcano a oscuros intereses.

Pero siendo realistas, es muy poco probable que el mensaje haya llegado a los guerrilleros que están en el monte. Cuando mas a sus cabecillas, pero no a los miles de jóvenes y niños que no comprenden bien por qué están ahí, armados y dispuestos a matarse por unos pesos con quien se aparezca, y con el temor a morir ajusticiados si se rebelan y desertan.

Los movimientos guerrilleros en el mundo, surgieron cómo formas de combatir sistemas de gobiernos impopulares (monarquías, dictaduras militares o dictaduras de partidos como la del frente nacional en Colombia) pero hoy en día son anacrónicos. El pluralismo y la democracia en Colombia han venido -desde el gobierno de Barco primero, y con la Constitución política del 91 después- perfeccionándose y profundizándose poco a poco.

La elección popular de gobernadores y alcaldes era algo impensado hace algunos años, aunque la guerrilla primero, y los paras después, hubieran estado tomándose por medio de la intimidación y la fuerza. la voluntad de los gobernantes. Eso también esta cambiando, el Estado esta haciendo presencia militar en todas los municipios del país, y los medios de comunicación son cada día mas plurales e independientes (ya no instrumentos políticos, sino negocios en un libre mercado) garantizando la libertad del sufragio y el imperio de la democracia.

La economía de mercado (uno de los logros de la Constitución, que la izquierda se atribuye, pero paradójicamente combate) ha ido acabando poco a poco también, con los grandes monopolios, Las empresas e instituciones estatales, antes corrompidas, y propiedad privada de los políticos de las regiones, han ido privatizándose unas, con grandes beneficios para los usuarios, y reordenándose otras. Son tareas de nunca acabar, pero vamos en el camino indicado, y poco a poco también va cambiando nuestra misma cultura latina, inclinada al chanchullo y la trampa.

De manera que los famosos 10 puntos innegociables de las Farc, unos ya se han cumplido en la práctica y otros (retroceder al Estado administrador de todo, por ejemplo) son imposibles.

El camino está abierto señores de las Farc, sigan el ejemplo de los paramilitares y desmovilícense. Es la mejor manera de acabar con quienes se lucran con la guerra. Se los pide toda la nación.

Por: Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.

miércoles, 6 de febrero de 2008

La hora dulce de Uribe

Los acontecimientos de los últimos días son, desde el punto de vista de la legitimidad, excepcionales para el gobierno de Uribe Vélez, pues la animosidad del gobernante venezolano pone a la inmensa mayoría de los colombianos de parte del presidente colombiano y la movilización contra los crímenes de las FARC debilita los argumentos de los críticos y deja en minoría a todos los opositores.

Pero no toda fortuna de un momento ha de conducir por fuerza a un desenlace feliz: el impresionante capital político del presidente en este momento, evaluable también en reconocimiento en el exterior, le plantea la necesidad de invertirlo de forma acertada. Es decir, nada garantiza que a partir de ahora las cosas sigan siendo tan agradables y que no despilfarre su enorme popularidad y liderazgo en políticas que podrían dañar su papel en la historia.

El mayor error que podría cometer el presidente sería dejar sin resolver la cuestión sucesoria, por si una hecatombe lo convierte de nuevo en el hombre providencial e imprescindible. Esa posibilidad lleva en sí muy diversas amenazas para la democracia colombiana, la mayor de las cuales es la caída en la rutina y en la repetición de una visión acertada para un momento pero anacrónica unos años después, y el consecuente peligro de abrir la puerta a un ascenso de elementos indeseables en 2014. Un nuevo presidente podría cometer errores graves, pero sería reemplazado por otro defensor del legado de Uribe: dos períodos de buen gobierno dejarían un recuerdo en la gente que los sucesores tendrían que emular. Es la experiencia de El Salvador, país en el que no ha habido presidentes que duren largos períodos pero desde la época de Alfredo Cristiani sigue gobernado por el mismo partido.

Entre las muchas opciones que habría para asegurar una sucesión ordenada que signifique de todos modos retroceso de los chavistas y cómplices de las guerrillas, se podría pensar en un acuerdo para lanzar a Santos en 2010 y a Vargas Lleras en 2014. Así se conjuraría relativamente el peligro de división que podría favorecer el ascenso de algún candidato de la coalición PDA-PL.

Ese peligro de división hace pensar en la incapacidad de Uribe para construir un partido de centro derecha con una doctrina clara y coherente. Puede que como ex presidente tuviera la autoridad y el liderazgo para hacerlo, también por eso conviene resistir la tentación de buscar una segunda reelección. Mientras la alternativa al chavismo sea la lealtad a un caudillo, unos partidos tradicionales carcomidos por la corrupción, un nacionalismo vago y un poco forzado y una igualmente vaga adhesión a los valores de Occidente, la dispersión favorecerá las ambiciones del hampa.

Pero al pensar en idearios políticos siempre se asoma la cuestión del marco jurídico de la sociedad colombiana en esta época. Otro gobernante con ideas más claras aprovecharía la situación actual para convocar una Constituyente que redactara un texto que reemplazara al embeleco totalitario del 91 (según el cual la propiedad es una función y la violencia política merece reconocimiento por su vocación altruista: un miembro de ETA que hirió a un gendarme francés corre el riesgo de ser condenado a cadena perpetua, en Colombia por matar a un soldado o a un policía, prácticamente dan premio). ¿No deseará esa mayoría que apoya al presidente y se rebela contra los altruistas vivir bajo una constitución parecida a la de un país del Occidente y no una que inspiró la Constitución chavista de 2000?

Una Constituyente también sería la ocasión para cambiar a la cúpula judicial, tan claramente conformada por prevaricadores que en una sociedad más informada y guiada por principios morales claros serían vistos como criminales de la peor ralea. Las salidas para los miembros de bandas armadas dejarían de estar sujetas a la falacia criminal del “delito político” y serían vistas según su conveniencia para pacificar al país.

En todo caso, es mucho lo que la popularidad le permite al gobierno. Por ejemplo, podría hacer de verdad el esfuerzo de reducir el gasto público, tal como le aconsejó la Comisión nombrada en su día con tal fin. Sería la única forma correcta de impedir a la vez que las tensiones recesivas que experimenta la economía mundial dañen en exceso a la economía colombiana, y permitiría incluso suprimir un impuesto nefasto como el del 4 X 1000, desplazando recursos que la sociedad podría emplear en inversión o consumo. Eso no se podría hacer en momentos de debilidad del gobierno, por el riesgo de perder apoyos, pero es necesario encararlo en algún momento.

Y más, también el control de los frentes urbanos del terrorismo se hace más fácil teniendo un amplio respaldo popular. No será muy difícil para los servicios de información averiguar cuáles son los colegios de secundaria (sobre todo) y cuáles los profesores dedicados a reclutar milicianos, así como controlar las actividades de las redes guerrilleras en las universidades. Incluso una reforma universitaria que forzara a los estudiantes a pagar y ofreciera créditos a los insolventes es algo que podría hacer el gobierno gracias a su firme respaldo social. También, pensando en el narcoterrorismo y sus redes, el gobierno podría convocar un referendo prohibiendo el precio político de la paz y los despejes de territorios a favor de los terroristas: sus reclamos necesitarían una victoria militar que hoy por hoy está bien difícil, y sus agentes en la prensa y en los juzgados no podrían embaucar a nadie con el cuento del intercambio.

Claro que lo mismo se podría decir de infinidad de reformas necesarias, como la supresión de la parafiscalidad y la reducción de todos los demás impuestos que gravan el empleo. Pero siempre se tiene que repetir que la posesión de grandes recursos no lleva en sí la certeza del acierto: la inacción es una tentación aún más poderosa que cualquier sueño.
Por Jaime Ruíz. Columnista del Sistema Atrabilioso.

martes, 5 de febrero de 2008

¿Les quedó claro?

Las FARC perdieron su apellido de ejército del pueblo. Simple y contundente. Millones de personas en Colombia y el mundo le enviaron un mensaje tajante al grupo terrorista sobre sus pretendidas justificaciones de propaganda nacional e internacional en el sentido de representar a los colombianos. Que les quede claro: No representan al pueblo.

Pero las FARC ganaron un apellido: ejército del Polo. Así de fácil. Carlos Gaviria y sus decisiones aventureras precipitaron la evidencia y la convicción de buena parte de los colombianos en el sentido de que esa agrupación política es el brazo político de los terroristas. Es que primaron las vanidades, la soberbia y la arrogancia del ex magistrado sobre el sentido común. Quedó claro: las FARC representan a múltiples sectores del Polo y ahora lo que resultará difícil será determinar a cuales si, y a cuales no.

Entre tanto, el oportunismo y la desvergüenza del PDA fueron castigados por los ciudadanos, pese a que recibieron el suficiente respaldo de los medios de comunicación y de sus cajitas de resonancia para convocar la anti-marcha del 4 de febrero. Total, ojalá les haya quedado claro que son una minoría que perdió la capacidad de convocatoria.

Y los ciudadanos, esos millones de colombianos y extranjeros que decidieron, POR PRIMERA VEZ EN LA HISTORIA RECIENTE DEL PAÍS, salir a las calles a emitir una rotunda condena contra los terroristas de las FARC... Quedó claro que son demasiados millones de “oligarcas” los que están contra las FARC. Si la tan cacareada oligarquía fuera tan numerosa, Colombia sería más próspera que la mayoría de países desarrollados.

De igual forma se rompieron buena parte de las cadenas de miedo (de terror) que habían amarrado las FARC alrededor de los cuellos de todos los colombianos. Una manifestación masiva de semejante naturaleza demuestra que el miedo se está convirtiendo en fortaleza y que la intimidación terrorista (esa que en plena Asamblea Constituyente negoció la extradición a punta de bombas y dinero a los constituyentes) provocó una reacción con un mensaje desesperanzador para los que enarbolan las banderas de las FARC tanto en el monte como en las ciudades. Quedó claro: las FARC perdieron su capacidad de intimidación.

Obviamente Piedad Córdoba junto al mandatario vecino, fueron vapuleados en esta marcha. A la señora Córdoba la aborrece una gran parte de la ciudadanía, NO POR SUS GESTIONES PARA CON LOS SECUESTRADOS, sino por ser la cachorra, la peona del tirano venezolano. Ella recibe el desprecio por la traición a la patria que cometió hace casi un año en México, por aplaudir como foca en circo al golpista de guayabera roja… por aliarse con los victimarios. Esperamos que le quede claro: Ella es tratada como paria no por sus gestiones “humanitarias”, ni por ser mujer, ni mucho menos por el color de su piel, sino por sus intentos desestabilizadores y sus alianzas nefastas con el sujeto que se ha convertido en El Padrino de las FARC, que les da amparo y documentos a los narcotraficantes y que luego mira para otro lado cuando el narcoterrorismo los asesina por cambiar de bando…

Muchos ciudadanos no les creemos y no padecemos de anncoholismo… ¿les ha quedado claro?

Por Jaime Restrepo. Director Sistema Atrabilioso.

lunes, 4 de febrero de 2008

El Polo quiere legitimar a las FARC

La actitud del Polo Democrático Alternativo frente a la marcha que se realizará en pocas horas se constituye en una seria amenaza no solo para las ciudades que respalden la movilización en contra las FARC, sino también para sus promotores y participantes.

La razón: las FARC recibirán los esfuerzos de la izquierda “democrática” como una legitimación a la barbarie que han practicado durante casi medio siglo e interpretarán el sabotaje que se han propuesto sus socios como un apoyo real y evidente a la destrucción y muerte que han sembrado a lo largo y ancho del país. Aunque en la práctica las marchas del Polo sean minúsculas, ya se encargarán sus voceros y medios aliados de hacerlas aparecer como multitudinarias.

Entonces, con ese mensaje equívoco que el Polo y los sindicatos van a enviar, pues las FARC entenderán que es un estímulo a sus prácticas terroristas y un impulso que llega desde la sociedad civil para que ellos continúen con sus propósitos “revolucionarios”.

Así las cosas, las ciudades colombianas que se manifiesten masivamente contra las FARC estarán en la mira de los terroristas y pronto les pasarán la cuenta de cobro por la “afrenta” contrarrevolucionaria: Intentarán detonar bombas, cometer secuestros y todos los crímenes que son sinónimo de las FARC; todo por obra y gracia de la distorsión y el oportunismo político del Polo Democrático Alternativo.

Y ni hablar de los promotores, que gracias a la mezquindad del Polo se convertirán en “objetivos militares” de los terroristas. No importa: los que de alguna manera nos la hemos jugado por la marcha tenemos claro que con o sin manifestación, las FARC quisieran amarrarnos a un árbol y torturar a nuestras familias. Al PDA tampoco le importa, pues sencillamente somos uribistas que no somos capaces de contagiarnos del anncoholismo que tanto disfrutan y por lo tanto nuestra muerte no significaría más que unos cuantos uribistas menos que se lo buscaron por no apoyar la solución negociada, es decir, que no quisimos que se les entregara el país a las FARC y a sus socios del PDA.

La posición del Polo demuestra la debilidad y el sesgo de esa colectividad a la hora de condenar a las FARC, pues resulta evidente que a la izquierda “democrática” no le interesa en lo más mínimo (tampoco le conviene), exigirle al terrorismo su desmovilización.

Los contradictores de la marcha le han buscado centenares de arandelas, la han tratado de vincular incluso con el lanzamiento de la segunda reelección de Uribe y han hecho un gran esfuerzo por tratar de desviar la atención hacia el gran problema del paramilitarismo.

Sin embargo, muchos de los que vamos a marchar tenemos claro el propósito: Gritar a los cuatro vientos la consigna ¡No más FARC! A algunos de los manifestantes nos parece inconveniente un tercer periodo de Álvaro Uribe Vélez y no lo respaldamos. Pero para eso faltan casi tres años y mucha agua por correr debajo del puente. Es más: Muchos de los que van a manifestarse en contra de las FARC sienten animadversión por Uribe y sin embargo, caminarán y saldrán a expresar su posición de rechazo a los terroristas.

También resulta absurdo ese asunto de que los uribistas se tomaron la marcha. Están haciendo una generalización errónea al ubicar en el uribismo a todos los que aborrecemos a las FARC. Muchos sectores, incluso de la propia izquierda, detestan a las FARC: Obviamente no son uribistas y sin embargo van a marchar a las 12 del día de hoy: ¿Les preguntamos a los de Esperanza, Paz y Libertad a ver si les simpatizan esos terroristas después de, por ejemplo, la masacre de La Chinita?

Lo que no ha podido entender el Polo, en su desesperada acción oportunista, es que aunque todos los uribistas desprecian a las FARC, todos los que desprecian a las FARC no son uribistas y por lo tanto la defensa al torpedo que lanzaron contra la marcha del 4 de febrero, sencillamente no les funciona y los deja en una posición de miserables usurpadores de lo que otros construyen... ninguna descripción se aproxima más a la izquierda “democrática” que hoy intentará legitimar a las FARC.

Otro asunto sustantivo es la creciente incapacidad del Polo Democrático Alternativo para ganar espacios y convocar seguidores, pues hacer una jugada netamente mediática para apropiarse del esfuerzo de otros es, además de una bellaquería, un síntoma de ineptitud para hacer un gran llamado a la ciudadanía y tener la capacidad de sacarlos a la calle a manifestarse… claro que además estaría el temor de marchar en una convocatoria del PDA, pues hemos visto como terminan esas manifestaciones “pacíficas”.

Sin embargo lo más importante es denunciar el sabotaje a la marcha contra las FARC: hacer un esfuerzo para concentrar a sus seguidores (los sindicatos por ejemplo) una hora antes de la marcha DE VERDAD, es una medida que pretende mezclar los mensajes excluyentes de No a las FARC con el de negociación, para tratar de mostrarle al mundo que Colombia está dividida y que existen unos sectores que se sienten representados por los terroristas.

A la postre, el PDA busca legitimar el apellido Ejército del Pueblo, que las FARC exhiben orgullosas en sus panfletos, pues ese apellido es el que los justifica internacionalmente y es incompatible con una manifestación unánime de rechazo a las FARC. Es que después de hoy al mundo le costará trabajo tragarse los embustes de las FARC y de sus aliados políticos, será más complicado que la izquierda los siga vendiendo como los adalides de la democracia y al vecino de los llanos le quedará cuesta arriba el buscar el estatus de beligerancia para los terroristas.

Una marcha multitudinaria será una bofetada contundente contra las FARC y por anticipado, sus socios salen a darles el desagravio respectivo con la esperanza además de que las cámaras cierren los planos y no se vea la paupérrima participación en la marcha pro-FARC que ha organizado la izquierda “democrática”.

Si el Polo tuviera pantalones, pues habría convocado una marcha contra el paramilitarismo en una fecha distinta. Pero les dio miedo… al fin y al cabo los directivos del Polo son unos cobardes que necesitan de los palurdos del monte, y de sus crímenes, para afianzar su posición y beneficiarse del poder que les dan las armas en manos de otros. Y después se atreven a negar que son el brazo político de las FARC…

Por Jaime Restrepo. Director Sistema Atrabilioso.

viernes, 1 de febrero de 2008

La autodestrucción de las FARC

En la medida en que se internacionaliza el conflicto colombiano, quienes se asoman ingenuamente a él (muy posiblemente debido a la mala propaganda que difunden en el exterior los partidos políticos y ONG´s en la oposición) tienden a creer que los buenos son los alzados en armas que matan, secuestran, trafican con drogas y causan terror; y los malos el gobierno y el 70% que lo apoya (todos nosotros).

Toca en cada caso convencerlos de su error, con el fin de ganar fuerza de opinión que debilite a los alzados, y los conduzca –si es que con eso basta- a abandonar las armas y a tratar de convencernos a los colombianos, de que su modelo económico y político es mejor; de manera que los cambios se logren no por la fuerza de los mas violentos, sino por la voluntad de los pacíficos que somos la mayoría.

Es una tarea interminable, porque cada día aparecen nuevas caras, algunas buscando honestamente lo mejor para el país, otras solo el protagonismo gratuito que se logra al meter las narices en él. En todos los casos la estrategia a seguir es la misma: convencer a los primíparos de que las FARC no actúan honestamente ni siquiera cuando se acercan a posibles procesos de conciliación; siempre nos hacen trampas porque el objetivo es ganar a costa de lo que sea,

Para solo citar tres casos recientes: el primero, la intransigencia al exigir el despeje de Florida y Pradera, sin buscar nuevas alternativas, y rechazando de plano –sin argumentos- las que ofrece el gobierno; y el segundo y tercero, las mentiras sobre Emmanuel, y sobre la muerte de los 11 diputados. Todas, mentiras descubiertas y ampliamente difundidas internacionalmente.

Decía un celebre ex presidente norteamericano, que “se puede engañar a unos pocos durante algún tiempo; también se puede engañar temporalmente a todos, o durante todo el tiempo a unos pocos, pero nunca se podrá engañar a todos durante todo el tiempo.” Esta frase viene como anillo al dedo, ahora que la estrategia del gobierno de desenmascarar las mentiras de las FARC está dando resultados globales.

La mentira resuelve un problema inmediato, coyuntural, pero una mentira es imposible de sostener por mucho tiempo: tarde o temprano conduce a otras mentiras, y a incoherencias; y la credibilidad de sus autores se derrumba. Detrás de la credibilidad se cae también el respeto de los demás; poco a poco la capacidad de influir; y finalmente la autoestima (esa confianza en que se pueden lograr los objetivos propuestos)

A pesar de todo lo grave que es mentir, más gente de la que uno cree lo hace, y por las cosas mas baladíes. En un mundo donde todos tratan de obtener beneficios, es lo esperado de quienes no poseen los atributos naturales (o agregados) para lograrlo. En otras palabras, en este mundo competitivo, la mentira es el arma del más débil, aunque mediante mentiras logre colocarse en la posición fuerte.

Respecto a las FARC, lo torpe aquí es creerles. Las FARC mienten sistemáticamente; con una mentira pretenden tapar otra, y así interminablemente. Esto se esta convirtiendo en un peligroso juego de niños con consecuencias impredecibles. El mundo, se esta dejando enredar por las FARC en estrategias de guerra que solo buscan distraer la atención, y reducir la presión que las fuerzas armadas ejercen sobre los alzados.

Aunque el país está en paz (paz romana), los combatientes están apertrechados en algún lugar desconocido, donde parece que el ejército no llega: el más seguro para ellos, es cualquiera, o varios de los países fronterizos. De ser así, el problema es mas complejo, pues los gobiernos de los países vecinos no están interesados en involucrase activamente en una guerra ajena (la pantalla es otra cosa) ni tampoco permitirán que nuestro ejercito cruce las fronteras.

Eso sin contar con el machacado tema de la ideología, que parecen compartir con la guerrilla, cuando a estas alturas, esa ideología no es nada mas que otro fundamentalismo: “el antinorteamericanismo a ultranza”

Por: Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.
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