martes, 4 de noviembre de 2008

Batido de perversidades

Todo parece indicar que el colombiano es capaz de todo lo malo que la mente pueda imaginar; o que en la lucha política, los adversarios, a costa de repetir como ciertas las peores atrocidades, terminan convirtiendo en verosímil, hechos que la mente sana es incapaz de imaginar, y el ciudadano del común incapaz de digerir.

Para ejemplarizar, una revista de circulación nacional relató la semana pasada, la historia de un soldado cuyo hermano fue asesinado, a sabiendas, tras una recompensa, por su propio batallón. Y el de once victimas indefensas e inocentes, asesinadas con fines similares, por militares.

Para acallar tanto escándalo, el gobierno sacrificó a algunos de sus altos mandos: fusibles que se queman para evitar un daño mayor.

El festejo corre por cuenta de la oposición, que creer haber ganado un round más en este match interminable de la política; y de la guerrilla –siempre en la misma orilla- que siente que así derrota al enemigo, sin disparar una sola bala. Es la guerra del desprestigio mutuo: el gobierno contra los alzados en armas, y los partidos de izquierda contra el gobierno. Como siempre quien más pierde es quien más tiene que perder.

Todo parece ser culpa, tanto de la guerra, como del modelo económico que prioriza el “tener” sobre el “ser”. Del afán de destacarse, y de las políticas de remuneración de periodistas, que consiguen primeras paginas con sus titulares; de medios masivos de comunicación, que capturan la audiencia ávida de escándalos y de sangre, y de la pauta publicitaría detrás de ellos, que paga; de los políticos, que saltan a la popularidad con cada historia que relatan, y las libertades que les otorga la tecnología y la democracia; de militares, que obtienen bonificaciones y ascensos por mostrar eficiencia; de ONG´s, cuyo indicador de éxito, el que asegura los recursos internacionales, es ese; de abogados, y hasta de gente del pueblo con su realismo mágico, que en busca de ganancias ocasionales, convierten en victima de la violencia cualquier familiar muerto, sin importar las circunstancias. Como se ve, todos ganan al producir, reproducir o inventar nuestra tragedia ¿dónde estará el límite, y dónde la solución?

La imaginación ya “no da pa más”. No importa si todo lo que se relata es verdad o mentira. El gobierno debe enfrentarlo como si fuera verdad, porque a las personas que narran los hechos no se les puede pedir pruebas, hay que buscarlas en los pueblos donde hasta las brujas son realidad. Y en esa tarea se ocupa mucha gente que de no ser así, algún día quedará cesante, y mucho presupuesto que quedaría en otras manos. Como se ve, nadie quiere perder.

Estamos hablando, pues, de la supervivencia de instituciones del Estado que han crecido desproporcionadamente, y que lucharan -como los seres vivos- por no desaparecer.

Cientos de miles de personas que podrían desarrollar habilidades creativas, productivas e innovadoras en la actividad económica, perdidas en la delincuencia; y otras más, en lograr lo que es un don de la naturaleza: que podamos vivir en paz; en una sociedad que solo tenga mente para lo bueno; pero que en cumplimiento de ese propósito altruista, también caen en el abismo sin fondo del dinero fácil y la inmoralidad.

Son fenómenos que se realimentan a si mismos (como bola de nieve), sin fuerzas contrarias que los limiten, y que urge detener.

Por Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.

1 comentarios:

Atrabilioso dijo...

3 Comments:



At <$Comentarios$>, Anónimo

BRABONEL.

Las muertes de inocentes para hacerlos pasar por falsos positivos es un tema verdaderamente espinoso para la oposición por donde se mire. El Presidente destituye a una cantidad de militares y la oposición no esconde su satisfacción por el hecho, como diciendo que sus verdaderos enemigos son la fuerza publica, es decir la que esta arrinconando a las guerrillas. Las imágenes de caras de satisfacción de los polistas y “liberales” no se borraran así como así. Son los mismos que culpan al ejército del holocausto del palacio de justicia y los mismos que buscan cualquier pretexto para arrinconar y meter militares a las cárceles. Nadie, ni ongs nacionales ni internacionales ni políticos de oposición periodistas etcétera se habían preocupado por la gente que desaparecía ¡pero apenas se dieron cuenta que el ejército podía estar comprometido para caer como buitres! El mensaje es fuerte: el ejercito es el enemigo numero uno de la oposición por que esta arrinconando a las guerrillas. Los editoriales las columnas de opinión las sonrisas de oreja a oreja por que Uribe y Juan Manuel Santos con pena en el alma tuvieron que destituir militares no se pueden arreglar a mitad del camino.

No es que el pueblo termine justificando las acciones de algunos militares sino que el pueblo sabe hasta donde llega la mentalidad Colombiana y por muy bueno que sea el ejército genes Colombianos tiene. Hace algunos años unos ávidos de dinero fácil y con poca moral decidieron que era buen negocio matar indigentes por que las Universidades no tenían muertos para que sus alumnos de medicina hicieran las practicas correspondientes, no era que la política de las Universidades estaba hecha para que mataran seres humanos que sirvieran de conejillos de indias. Los colombianos vieron un negocio en matar gente como lo vieron en comercializar cocaína.

Juan Manuel debe renunciar ¿Por qué? ¿Por no cambiar la mentalidad de los Colombianos? ¿Por no eliminar una política que premiaba las bajas enemigas? ¿Es que los muertos son bajas en combates? ¿Debía averiguar de donde venían los muertos? ¿Acaso ese no es trabajo de la fiscalia y de medicina legal? Este es un país con mucha impunidad donde las desapariciones son cosa de lo más normal y los jueces en vez de modernizarse para reducir la impunidad hacen paros que la oposición califica como justos ¿entonces como es que el ministerio de defensa tenía que hacer el trabajo que le corresponden a otros? La Oposición es una partida de buitres de llenas y se mueven en arena movediza.


At <$Comentarios$>, Bilioso

O sea que los muertos inocentes no existen. O sea que hay que demostrar que esos 500 o más desaparecidos eran enfermos mentales, indigentes y discapacitados. No basta con que vecinos, médicos, familiares y amigos digan que NO ERAN guerrilleros, no basta nada y todo es una mentira de la oposición.

Y si eso estaba ocurriendo en diferentes partes del país y ocurría de la misma forma, ¿no podríamos decir que la desaparición de inocentes es una política de la institución?

Digo... Si eso hubiera ocurrido en una sola ciudad y una sola vez podríamos decir que se trata de un caso aislado pero en 10 ó 15 departamentos ya adquiere otro matiz. ¿No?


At <$Comentarios$>, Atrabilioso

BILIOSO:
Osea que NADA. Los muertos inocentes si existen y nadie refuta esa situación. En cuanto a demostrar que esos 500, 50 o 5 mil desaparecidos eran enfermos mentales, indigentes o discapacitados le cuento que en un proceso judicial, en Colombia o en cualquier parte del mundo, se requiere la caracterización de la víctima y no bastan los testimonios como usted supone. En el caso colombiano este punto resulta especialmente importante pues además una de las disposiciones que tienen las Farc para los milicianos, y para su accionar, es el de la clandestinidad. Fíjese por ejemplo el caso del ecuatoriano que murió en el campamento de ‘Raúl Reyes’: Aisalia era un personaje común del que nadie sospechaba. Incluso Correa habló de un respetable ciudadano que después se supo, era investigado desde hacía tiempo por servicios de inteligencia ecuatorianos.

Tampoco se puede hablar de una política de la institución, pues un elemento básico para establecer una política es que exista una disposición que así lo ordene, oral o escrita. Si hay un esfuerzo importante en capacitación de las unidades militares y de policía es en el tema de derechos humanos… evidentemente falta mucho por descubrir y mucho por sanear, sobre todo por elementos nocivos que están encubiertos en la jerarquía ubicada por antigüedad y no por acciones positivas en favor de la seguridad y de la defensa de la ciudadanía; pero de ahí a señalar esta atrocidad como una decisión institucional hay un gran trecho.

Usted menciona 10 o 15 ciudades, pero de la única que existe una evidencia concreta de la atrocidad es en el caso de Ocaña y San Vicente de Chucurí. Las demás denuncias se están mezclando con desapariciones reportadas y con falsas noticias judiciales que el tiempo dirá si corresponden a la despreciable estrategia de los crímenes atroces de inocentes o si efectivamente fueron guerrilleros o paramilitares de tercera generación que cayeron en combate. Los últimos desmovilizados del anillo de seguridad de ‘Jojoy’, que se entregaron ayer en el Tolima, se desplazaban vestidos de civil, como ocurre en muchas partes del país.

Gracias por sus comentarios.