miércoles, 9 de julio de 2008

Ideología y tabaco

Yo empecé a fumar cigarrillos a una edad casi inconcebible, y muchas veces me he quedado perplejo al pensar hasta qué punto es rutinaria y obtusa la forma de pensar corriente: la gente se escandaliza de que fume un preadolescente al que ese vicio le puede estar sirviendo para encajar en este mundo, pero no ve problema en que lo haga una persona mayor, a la que la ayuda a llegar antes al otro.

Es interesante considerar los motivos de ese hábito, pues no dejan de ser un misterio: se gasta dinero, se daña gravemente la salud (todas las personas que conozco de mi generación que han tenido problemas cardíacos han sido víctimas del tabaco), se adquiere mal aliento, se corrompen los ambientes que lo rodean a uno y se genera fama de persona maldita y enfermiza a cambio de nada. Y ese “a cambio de nada” lo hace especialmente absurdo si se compara con los demás vicios, que siempre ofrecen alguna euforia, algún estímulo o algún sedante, incluso algún aprendizaje. El tabaquismo no: sólo se satisface la necesidad de fumar generada por el hábito de fumar.

¿Por qué empieza la gente a fumar? Casi siempre se trata de la imagen que da la persona muy joven, la necesidad de mostrarse segura y ocultar su desvalimiento, que suele ser sólo una sensación propia de ese tránsito de la infancia a la edad adulta. El que fuma siempre sabe qué hacer con las manos, si está rodeado de personas que le llevan algunos años, compensa la desventaja mostrando una conducta de adultos, si todos sus amigos fuman, aprovecha para exhibir la cajetilla más cara o elegante...

La ideología es exactamente así. El muchacho de los últimos años del bachillerato se gana la lotería en cuanto adquiere su hatillo de respuestas para todo, su explicación universal gracias a la cual siempre sale más sabio, seguro, interesante, “ubicado”, resuelto, esperanzado y hasta bien relacionado que los demás. Cada vez que da vueltas a sus recién adquiridas certezas siente el infinito halago de estar entre los buenos y justos, a diferencia de todos esos que salen en las páginas sociales, de los terroristas atómicos que organizan viajes a la luna, de los dueños de empresas y los artistas de éxito. El que tiene su ideología siempre resulta superior en sus cuentas.

Esa cárcel de la mente es el mejor recurso de las peores inclinaciones: ¿cuántas personas de las que pueden leer este blog se han quedado perplejas ante el pariente o el amigo que contra toda evidencia sigue sintiéndose admirador del inverosímil golpista antisemita Hugo Chávez? Cada vez que se cree que la persona está condenada a pensar así a causa de la condición social o de intereses específicos se corre un riesgo grandísimo de equivocarse. No tiene por qué haber ninguna correspondencia mecánica, no es que la persona obtenga ninguna ganancia del ascenso de la barbarie y el fascismo, sólo que se acostumbró al halago de la buena conciencia que le permite sentirse todos los días uno de los buenos que ama a los pobres y odia a los ricos y ve su propia situación como un ejemplo de injusticia con los que no han podido tener su educación.

El mismo error se comete si se cree que se trata de inteligencia. Por el contrario, cuanto más aptitud tenga una persona, por ejemplo en una profesión, más encarnizadamente defenderá su ideología: el reconocimiento justificado que obtiene por una actividad lo extiende al conjunto de sus opiniones. La descalificación que alguien haga de sus ideas políticas se extiende a toda su persona y resulta claramente disparatada, tal vez fruto de la envidia ajena.

Pero lo mismo pasa con el tabaco, en una empresa se puede prohibir fumar a los subalternos pero no al gerente. Y las analogías entre esos dos vicios podrían seguir así, pues ¿no está nuestro amigo o pariente colaborando en una vasta empresa criminal a causa de su soberbia y de su incapacidad de aceptar la necesidad del cambio? Esa aceptación del error resulta inconcebible porque siempre es más grato aferrarse al personaje que se concibió en la adolescencia y a los valores propios de ese contexto.

Y en algún momento alguien tiene que decírselo: tanto las enfermedades horribles del tabaquismo como la caída en el crimen más monstruoso por apego a la ideología, esa anti-ciencia, sólo se ocultan a quien se aferra a esa vanidad: son reales, los alemanes de la época de Hitler eran personas cuya cultura musical, artística, literaria, cuya civilidad y disciplina eran incomparables con las de los andinos de la época de Chávez: cada uno, en medio de la hambruna y la humillación, encontraba algún pretexto para sumarse a la orgía criminal. Los andinos, zafios y toscos en comparación por mucho que pertenezcan a la clase más alta y puedan comprar ropa cara y perfumes, encuentran pretextos en su propia ignorancia, en la propia limitación del medio y en el poderoso aparato de propaganda de quienes sí tienen intereses próximos a toda la conjura criminal.

Deberían desengañarse: las FARC no son menos criminales que Hitler, salvo en la escala, y la izquierda democrática sólo es diferente de las FARC en la medida en que las oficinas de una empresa cárnica lo son de la planta de producción. Cuando los muchachos de Karina jugaban fútbol con las cabezas de las víctimas, eso era posible porque había grandes presiones a favor de las guerrillas, porque aparte de las tradiciones inicuas de la sociedad, de las ambiciones de unos desalmados y de los turbios intereses de muchos extranjeros, el crimen tenía un aliado formidable en esa vanidad despreciable de tantas personas que merecerían un mejor papel en este mundo.

Desengáñense: los que creen que el Polo Democrático tiene una variante amiga de las FARC y otra moderada y razonable pueden ir viendo el engaño en que viven (fruto de su necesidad de negar su propia responsabilidad en el hecho de que se llegara a jugar al fútbol con cabezas humanas): ¡publicarán
un periódico del PDA. ¿Se imagina el lector quiénes escribirán ahí: pues Alfredo Molano, Antonio Morales y Cepeda II, personaje descrito por El Espectador como ¡vocero de las víctimas del conflicto! Aparte de matarlas ahora hasta les roba la voz. Esos personajes son clásicos justificadores y jaleadores del terrorismo, cualquier votante de ese partido es un cómplice cuya situación se complica por la cobardía: le deja la propaganda terrorista a personas más valerosas, como Molano y Córdoba, y el fútbol a unos pobres rústicos. Esa persona puede ser buen padre o madre de familia, como de hecho lo eran muchos nazis, puede tener talentos y aptitudes, pero como cómplice de una trama criminal no es mejor que los pobres peones que briegan en el monte para que persistan esos ideales, esa vanidad de esa persona.

Ese hábito funesto que se adquirió en la adolescencia y que ha mantenido a la persona a salvo de la funesta manía de pensar.

Por Jaime Ruiz. Columnista del Sistema Atrabilioso.

1 comentarios:

Atrabilioso dijo...

10 Comments:



At <$Comentarios$>, Camilo Andrés

Los invito a leer un artículo que elaboré sobre la sentencia de la Corte Suprema de Justicia en el caso de Yidis Medina y sobre sus falsedades y extralimitaciones. Mi artículo tiene rigor más jurídico que otra cosa: Una Corte IMPÚDICA


At <$Comentarios$>, Javier Moreno

¿Y dejó de fumar o sigue colgado?


At <$Comentarios$>, DieGoth

Por eso dicen que los adoctrinados de las ideologías se fumaron una lumpia.

A veces me encuentro con gente así diciendo unas cosas con un convencimiento total, y me dejan estupefacto.

Es chistoso defender una ideología que no es más que una plantilla mental que le da forma automática a todas las ocurrencias cotidianas al tiempo de creer que así "se sale del pensamiento de masas" y se va por un "pensamiento consciente, individual y libre".

Es como crear una "mitología científica" que se dedica a desvirtuar la mitología usando conceptos pseudo científicos inspirados... ¡en más mitología!


At <$Comentarios$>, jaime ruiz

Javier, si fuera adicto al tabaco no escribiría un post como éste, en el que de paso se apremia a los fumadores a plantearse romper con ese personaje que construyeron en su adolescencia.

Diegoth: es que se trata de eso, de la autoafirmación personal con cualquier pretexto: el que quiere un mundo mejor es porque es mejor. Las religiones suelen tener un producto parecido, pero el nivel de perversidad y crueldad de los universitarios colombianos y de sus empleados del monte hace pensar en alguien que en lugar de Pielroja se ha dedicado a fumar basuco. La ceguera con que creen que el ropaje buenista y altruista los pondrá a salvo es el rasgo más penoso de ese primitivismo.


At <$Comentarios$>, Javier Moreno

Yo he conocido muchos fumadores que hablan con desprecio del vicio del cigarrillo pero reconocen que no pueden dejarlo.

¿Y cómo lo dejó?


At <$Comentarios$>, Icarus_

Muy interesante la entrevista de Clara Rojas en RCN, sobre todo por lo que dice de Luis Eladio Pérez, que siempre me ha dado la corazonada de ser un conspiretas...


At <$Comentarios$>, jaime ruiz

Javier: pensando que no obtenía nada bueno y sí echaba a perder mi salud.

Caso típico es la minimización: es un vico feo, pero no parece que un cigarrillo más signifique enfisema, y no se mira lo que es el enfisema o el cáncer de pulmón o el infarto.

Las personas que han dejado de fumar desde digamos 1988 pueden ser varios cientos de millones. Después de comprender que sólo se pierde por fumar, que sería más razonable pasarse a la marihuana, la gente puede planificar el consumo de cigarrillos. Un registro por cada cigarrillo en una libreta, una hora mínima y máxima para fumar, una cantidad precisa por hora o por día. Nadie aguantaría mucho tiempo, o deja de registrar o deja de fumar. Pero entonces viene el punto inicial: ¿realmente se ha comprendido que fumar es matarse por nada?

Si se ha comprendido, el fumador puede empezar por cambiar de marca: verá lo horrible que es lo que consume. Y registrar, sin necesidad de reducir el consumo al principio: ser consciente de lo que se hace.

Siempre se descubre que la gente no ha pensado realmente que fumar es un error. No es como ser bizco. Ni tampoco es como ser cocainómano, porque los cocainómanos se divierten.


At <$Comentarios$>, jaime ruiz

Gran noticia la del Museo de Ciencia de Medellín. Lo comenta Jorge Orlando Melo. Eso tal vez sea más importante que todo el cuento de la Ingris.


At <$Comentarios$>, Anónimo

BRABONEL.

Existen muchas diferencias entre el Nazismo de los años treinta y cuarenta del siglo pasado y esta horripilancia llamada “Izquierda Democrática” con todas sus versiones. Ciertamente el Nazismo es una ideología maldita pero partía de la necesidad del pueblo Alemán por encontrar un sitio en la Europa de esa época. Mas allá de lo increíblemente carismático que hubiera resultado Hitler había una Alemania con sed de grandeza y revancha. Luego, las bases ideológicas donde podría sostenerse esa grandeza fue lo de menos. La unión por medio de la sangre fue como un canto de sirena que la mayoría estaba dispuesta a escuchar, no tanto motivado por perjuicios raciales como por la necesidad de creer el algo que se antepusiera a cualquier lógica.

Las motivaciones de la llamada “Izquierda democrática” son aun mas horripilante que sus propios actos y su sustento tan abominable que su jerga ya comienza a despertar temores en una gran parte de la sociedad Colombiana.