viernes, 20 de junio de 2008

Pegados al techo

Los aranceles, cuando no la prohibición, ha sido el mecanismo ideado por los países para proteger la producción y el empleo nacional ante la posibilidad de que otros puedan producir lo mismo, mejor o más barato. También han sido una fuente de financiación de los gobiernos.

Con el precio de importación, ya castigado con los costos de transportes, seguros y otros, y los aranceles, se garantiza un precio techo al productor nacional, y como saben los comerciantes, el techo es el precio al público cuando no hay un mercado competitivo nacional que lo fije. Si suben mas, le competirán los importadores.

Prueba de que están pegados al techo artificial que le fijan los costos y gravámenes de las importaciones, y de que si se puede producir más barato, es que cuando los precios internos de los productos básicos de la canasta familiar se disparan, el gobierno amenaza con reducir los aranceles y enseguida los precios bajan; y si los sube, para mejorar la protección, los precios suben.

Ahora imaginemos un escenario en el que los proveedores en su afán de conquistar la preferencia de los consumidores, compiten. Es de esperarse que los precios bajen, hasta que el interno sea el mismo que el externo, (sin incluir los costos de transporte, seguros y aranceles que paga quien hace la importación) y que será su piso: si los precios internos bajaran más, preferirán exportar.

De esa manera el precio interno debería moverse entre piso y techo, en respuesta a que tan real y fiera sea la competencia nacional. ¿Por qué entonces –se preguntan los consumidores- el gobierno, en ausencia de un mercado interno, pretende fijar en el techo mediante una formula, el precio de la gasolina (no en el piso, como debe ser para un insumo básico de la economía); y por qué asume que evitarlo sea subsidiar el combustible? ¿Será que .el gobierno pone la diferencia?

Si lo que ha habido es un compromiso con inversionistas –reales o hipotéticos, nacionales o extranjeros- para atraerlos, el anzuelo no tiene porque ser el mercado interno con precios pegados al techo, y pagados cual si fuera un impuesto por los nacionales, sino los mercados globales que se están abriendo con nuestros TLC.

Ahora, si no es posible desarrollar un mercado de combustibles a nivel domestico, estamos hablando de una actividad mono u oligopólica, y como tal debería estar en manos del Estado (o de particulares, ojalá nacionales) con precios regulados mediante una formula que refleje el beneficio de lo local, es decir, sin sumarle los costos de una hipotética importación.

Pegarlos al techo es equivalente a eliminar la formula, y aceptar que no somos autosuficientes. Ese sería el peor de los mundos, y el único que justificaría establecer subsidios (no desmontarlos) bajo el presupuesto que subsidiar los combustibles produce un fuerte apalancamiento al conjunto de la economía.

Para resumir: en Colombia no se subsidian los combustibles, se pretenden gravar más con la farsa del desmonte para atraer inversionistas. Los subsidios serán reales, y los justificaría el apalancamiento que produce al crecimiento de la economía (más empleo y recaudos), cuando se sequen nuestros pozos o se cierren las refinerías.


Por: Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.

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