martes, 4 de marzo de 2008

El fin de las críticas sensatas

Últimamente hemos presenciado la extinción de las últimas firmas uribistas que quedaban en la prensa colombiana. Si bien es cierto que mucho antes de que Álvaro Uribe fuera elegido presidente de la República la prensa se había declarado antiuribista, la gran mayoría de las plumas calificadas como sensatas habían recibido con agrado la llegada de Uribe a la Casa de Nariño.

Después de casi seis años las cosas empiezan a cambiar y hoy las columnas de opinión que valía la pena leer por sus valiosos aportes han terminado por convertirse en los espacios más resueltamente críticos de las actitudes del gobierno. Obran como guardianes de los tesoros perdidos y no admiten el beneficio de la duda, al tiempo que promueven de una u otra forma la creación de un contrapeso que resulta muy poco confiable.

¿Qué es exactamente lo que los ha llevado a dicha actitud? Pueden existir muchos motivos que se entrelazan entre sí y a la vez la presión ocasionada por pertenecer a un gremio que está de forma unánime en la otra orilla ideológica del actual gobierno. Tanto la prensa como los más altos ambientes intelectuales y académicos de este país son predominantemente mamertos y eso lleva a que cualquier colombiano brillante tenga como meta recibir la bendición de los altos jerarcas de la intelectualidad, aunque no se puede ignorar que a muchos, sobre todo entre las plumas sensatas, no les interesarían las adulaciones o reconocimientos que no tuvieran muchos fundamentos.

Los motivos que tienen para promover un contrapeso al actual gobierno pueden provenir de temores que en muchos casos resultan injustificados. Los altos niveles de popularidad no los ha ganado el gobierno de forma gratuita, de ello están seguros los miembros de toda una generación de colombianos que están viviendo su mejor momento de bienestar económico y seguridad ciudadana. Esa popularidad casi mítica inevitablemente despierta temores entre algunos, que empiezan a ver necesario confrontar posibles excesos de poder y algo que piensan que es más importante: evitar la conformación de una plutocracia llena de roscas que a la postre evitarían el buen desempeño de la economía y la irrigación de sus beneficios a toda la población.

No me parece que sea dañino que las plumas serias se pongan al frente de la controversia, de todos modos el gobierno no escuchará a otras por sus antecedentes, lo malo es que se exagere en cada crítica motivada por temores preconcebidos y los argumentos sean en muchas ocasiones demasiado débiles. Lo verdaderamente preocupante es que el antídoto contra la supuesta catástrofe inminente sean sectas políticas poco sanas como es el caso del PDA.

Si el país está en peligro de caer en manos de una rosca que verdaderamente cometa excesos, eso ocurriría con un partido como el PDA en el poder. Se debe recordar la tan promovida y “lavada” alcaldía de “Lucho” para darse cuenta de que ahí fue donde se impusieron las roscas podridas de Fecode en la educación o las de la politiquería y la corrupción en la construcción de viviendas y el manejo de la movilidad, así como en lo concerniente al uso del espacio público. Detrás de “Lucho” está el maestro de las roscas en Colombia, Ernesto Samper con los suyos. Y aún peor que eso: el Partido Comunista.

Lo curioso es que quienes promueven al PDA como antídoto les preocupa el buen funcionamiento de la economía en el futuro. En una posible presidencia de “Lucho” veríamos cómo este señor llegaría a desmontar el impuesto del 15 % de que hoy gozan las zonas francas (como lo pide el
editorial de El Tiempo del 26 de febrero) y otro tipos de empresas y que están atrayendo mucha inversión, pero que también servirán de soporte para la tan anhelada reconversión industrial, alegando que todos deben recibir el mismo trato. Es decir, apegado a su filosofía y a la de su colectividad, Garzón equipararía hacia abajo como lo hizo con los colegios en concesión ¡ningún niño merecía mejor educación que otro! De igual forma nadie podría pagar menos impuestos que otros por lo que habría que llevar a todos a rentas altas y pensar que esa medida resultaría un pequeño bocadillo de toda la bandeja.

En un país en el que no hay exigencias morales muy altas y sí hay muchos intereses creados, lo mejor seria dejarle las críticas de la actual administración a la historia colombiana, que sea la encargada de juzgar a un gobierno que dejará una huella gigantesca sobre ella. En estos momentos lo que menos necesita el país son críticos de doble vía que en su afán de protagonismo están propiciando lo que supuestamente quieren evitar.

Por Wilfredo Moreno. Columnista del Sistema Atrabilioso.

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