Por Jaime Restrepo. Director Sistema Atrabilioso
El Congreso fue todo un cuadrilátero de boxeo en el que el vocero del Polo Democrático Alternativo, Jorge Robledo, arremetió feroz contra el Gobierno.
El primer asalto se presentó en la Comisión Segunda conjunta, en la que Robledo comenzó a hablar del parauribismo y señaló que el PDA defendería a capa y espada al senador Guillermo Jaramillo Martínez de los ataques, según él, orquestados por el Gobierno.
Pero a Robledo hay que recordarle que es tan dudoso el testimonio de Saldaña como el de Rafael García y que la obligación de la Fiscalía, y pronto de la Corte, será procesar esa información para tomar una decisión judicial.
Curiosamente el escándalo, que está en indagación preliminar en la unidad de terrorismo de la Fiscalía, lo detonó no un miembro del Gobierno, ni un vocero de algún sector uribista, sino un correligionario de Robledo: el gobernador del Tolima Fernando Osorio.
Ya después de las declaraciones de Osorio en Mariquita, el ministro del Interior indicó que efectivamente habían procesos en curso, o exageró el asunto para mostrarlo como una investigación formal.
Pero también es bueno recordar que los primeros brotes de esas indagaciones, los informó el propio Fiscal General en la entrevista que concedió a El Espectador.
Sin embargo, después de lanzar las acusaciones, el ministro de Agricultura la emprendió contra Robledo para que escuchara la respuesta a sus acusaciones y tuviera el valor de quedarse en el recinto. Pero Robledo y su bancada se retiraron en una clara muestra de sus pretensiones: lanzar acusaciones pero no tener la gallardía para enfrentar las respuestas y dar, de cara al país, el debate sobre esas acusaciones tan usuales y aburridas que se están convirtiendo en lugares comunes: de tanto repetirlas se pueden volver verdad o, de repente, tanta cantaleta sin sustento llevará al desprestigio de esa colectividad.
Lo grave es que en esa comisión se estaba estudiando la ley de Agro: ingreso seguro, que pretende incrementar en 500 mil millones de pesos los aportes del Estado para mejorar las condiciones de vida de los campesinos: ¿no era más importante que el PDA permaneciera para debatir algo que busca mejorar el futuro de los campesinos (de los pobres a los que tanto dicen defender) que salir con peleas ridículas que se originaron al interior de su propia colectividad?
En la tarde, el segundo asalto fue por cuenta de Robledo (parecía lleno de tigre), quien aseguró que el ex ministro de Comercio, Jorge Humberto Botero, negoció mal el TLC para recibir un puesto en el Banco Mundial. Ese ataque fue respondido por el ministro de la Protección Social, Diego Palacio, quien aseguró que tales afirmaciones, además de ser una infamia, constituían una falta de ética y de profesionalismo.
Ese segundo asalto fue la nota fastidiosa y politiquera de la jornada, que resultó enaltecida por los importantes cuestionamientos que hizo la bancada liberal en la discusión del TLC, aunque quedó claro que en el Congreso, salvo de repente Cecilia López Montaño y otros liberales, NADIE se ha tomado el trabajo de leer el texto final del TLC.
Aunque las preguntas fueron importantes, lo cierto es que comprobaron el poco interés que tienen las bancadas en el tema (o la pereza de leer, o la ignorancia en la materia), pues las preguntas de Juan Manuel Galán, por ejemplo, aunque bien formuladas, comenzaban todas con: se dice que, algunos piensa que, no se si en el texto está, etc. Muy buenas preguntas periodísticas, pero pésimas manifestaciones de alguien que debe estar empapado del tema y saber exactamente el motivo de su pregunta, sin dejar la sensación de estar haciendo un cuestionario que le han soplado como a un alumno desaplicado. De cualquier forma, las preguntas son importantes y por ahora seguimos sin respuesta.
Deben ser pocos los colombianos que se han tomado el trabajo de leer las más de 700 páginas del TLC, pero por lo visto en la sesión de hoy, en el Congreso muy pocos han siquiera hojeado el documento.
Entonces, lo que debe ser un debate de fondo sobre un tema vital para el país (si o no al TLC), resulta en peleas politiqueras que no se relacionan con el asunto esencial: Si el TLC es bueno para el país (no lo se), ¿qué importancia podría tener que Botero esté en el Banco Mundial?
Esas discusiones baratas pretenden ocultar algo mucho más grave: que en torno a los debates del TLC se está dando la confrontación de intereses politiqueros y que unos y otros carecen de argumentos PROFUNDOS para defender o atacar la propuesta.
Eso si: de todas las bancadas, la del liberalismo muestra mayor seriedad e interés por profundizar en los temas y salvo la chabacanería de Héctor Elí Rojas, que consideró que el hecho de que los ministros defiendan al Presidente es un insulto; los demás miembros le dieron una gran altura al debate.
Es que la discusión del TLC, más allá del cacareado antiimperialismo polístico, debe enmarcarse en las conveniencias para el país, en los sectores que se verían beneficiados o perjudicados con el Tratado y en la letra menuda que muy acertadamente describió un senador liberal. De hecho uno de los retos más importantes de los últimos años para el Congreso es estudiar y debatir el TLC: los liberales lo saben, pero ¿y los demás?
Si el Congreso se va a convertir en el centro de los ataques y en el punto de las respuestas airadas sobre el mismo asunto que DEBE DEJARSE EN MANOS DE LA JUSTICIA, pues parece que lo mejor es cerrar el cuadrilátero y buscar un mecanismo que permita que la gente que quiere trabajar, y que sabe del tema, lo pueda hacer para que la bajeza de atacantes y defensores no sea el titular y los colombianos podamos enterarnos de los pormenores del Tratado, expuestos por personas estudiosas que estén a favor o en contra del TLC.
En la noche llegó el tercer asalto. Lo protagonizó nuevamente Robledo, quien fue encarado otra vez por el ministro de la Protección Social, quien le dijo que era inaceptable que hablara de parauribismo, cobijando a todos los 7 millones de votantes, a todos los congresistas uribistas y a todos los funcionarios del Gobierno.
Y luego salió el senador liberal Mauricio Jaramillo a demostrar con cifras que a su hermano Guillermo no lo habían beneficiado las FARC. ¿Y cómo lo demostró? Diciendo que en los municipios de presencia guerrillera en el Tolima, el Polo había perdido, es decir, relacionó de plano al Polo con las FARC.
¿Y cómo lo justificó? Aseguró que las AUC querían unas cuantas curules y unos cargos regionales para tener INGERENCIA, mientras que las FARC querían TODO el poder. Ojalá no llamen a Mauricio Jaramillo a defender a su hermano, porque puede ocurrirle lo mismo que pasó con Oscar Collazos defendiendo a Carlos Gaviria.
Lástima. No creo que los colombianos estemos haciendo un enorme esfuerzo para pagarles los altísimos sueldos que se ganan, para verlos pelear por algo que no está en sus manos, para verlos irrespetar al poder judicial y para ser testigos del inmenso temor que se está apoderando de los más radicales opositores y de los más firmes defensores del actual Gobierno.
Y ojo: porque el TLC es un tema FUNDAMENTAL que no puede ser pasado a pupitrazo, pues resulta importante que sepamos a qué atenernos con dicho tratado, pero a partir del texto negociado y no de elucubraciones de un tipo que parece haber pasado una mala noche.
El Congreso fue todo un cuadrilátero de boxeo en el que el vocero del Polo Democrático Alternativo, Jorge Robledo, arremetió feroz contra el Gobierno.
El primer asalto se presentó en la Comisión Segunda conjunta, en la que Robledo comenzó a hablar del parauribismo y señaló que el PDA defendería a capa y espada al senador Guillermo Jaramillo Martínez de los ataques, según él, orquestados por el Gobierno.
Pero a Robledo hay que recordarle que es tan dudoso el testimonio de Saldaña como el de Rafael García y que la obligación de la Fiscalía, y pronto de la Corte, será procesar esa información para tomar una decisión judicial.
Curiosamente el escándalo, que está en indagación preliminar en la unidad de terrorismo de la Fiscalía, lo detonó no un miembro del Gobierno, ni un vocero de algún sector uribista, sino un correligionario de Robledo: el gobernador del Tolima Fernando Osorio.
Ya después de las declaraciones de Osorio en Mariquita, el ministro del Interior indicó que efectivamente habían procesos en curso, o exageró el asunto para mostrarlo como una investigación formal.
Pero también es bueno recordar que los primeros brotes de esas indagaciones, los informó el propio Fiscal General en la entrevista que concedió a El Espectador.
Sin embargo, después de lanzar las acusaciones, el ministro de Agricultura la emprendió contra Robledo para que escuchara la respuesta a sus acusaciones y tuviera el valor de quedarse en el recinto. Pero Robledo y su bancada se retiraron en una clara muestra de sus pretensiones: lanzar acusaciones pero no tener la gallardía para enfrentar las respuestas y dar, de cara al país, el debate sobre esas acusaciones tan usuales y aburridas que se están convirtiendo en lugares comunes: de tanto repetirlas se pueden volver verdad o, de repente, tanta cantaleta sin sustento llevará al desprestigio de esa colectividad.
Lo grave es que en esa comisión se estaba estudiando la ley de Agro: ingreso seguro, que pretende incrementar en 500 mil millones de pesos los aportes del Estado para mejorar las condiciones de vida de los campesinos: ¿no era más importante que el PDA permaneciera para debatir algo que busca mejorar el futuro de los campesinos (de los pobres a los que tanto dicen defender) que salir con peleas ridículas que se originaron al interior de su propia colectividad?
En la tarde, el segundo asalto fue por cuenta de Robledo (parecía lleno de tigre), quien aseguró que el ex ministro de Comercio, Jorge Humberto Botero, negoció mal el TLC para recibir un puesto en el Banco Mundial. Ese ataque fue respondido por el ministro de la Protección Social, Diego Palacio, quien aseguró que tales afirmaciones, además de ser una infamia, constituían una falta de ética y de profesionalismo.
Ese segundo asalto fue la nota fastidiosa y politiquera de la jornada, que resultó enaltecida por los importantes cuestionamientos que hizo la bancada liberal en la discusión del TLC, aunque quedó claro que en el Congreso, salvo de repente Cecilia López Montaño y otros liberales, NADIE se ha tomado el trabajo de leer el texto final del TLC.
Aunque las preguntas fueron importantes, lo cierto es que comprobaron el poco interés que tienen las bancadas en el tema (o la pereza de leer, o la ignorancia en la materia), pues las preguntas de Juan Manuel Galán, por ejemplo, aunque bien formuladas, comenzaban todas con: se dice que, algunos piensa que, no se si en el texto está, etc. Muy buenas preguntas periodísticas, pero pésimas manifestaciones de alguien que debe estar empapado del tema y saber exactamente el motivo de su pregunta, sin dejar la sensación de estar haciendo un cuestionario que le han soplado como a un alumno desaplicado. De cualquier forma, las preguntas son importantes y por ahora seguimos sin respuesta.
Deben ser pocos los colombianos que se han tomado el trabajo de leer las más de 700 páginas del TLC, pero por lo visto en la sesión de hoy, en el Congreso muy pocos han siquiera hojeado el documento.
Entonces, lo que debe ser un debate de fondo sobre un tema vital para el país (si o no al TLC), resulta en peleas politiqueras que no se relacionan con el asunto esencial: Si el TLC es bueno para el país (no lo se), ¿qué importancia podría tener que Botero esté en el Banco Mundial?
Esas discusiones baratas pretenden ocultar algo mucho más grave: que en torno a los debates del TLC se está dando la confrontación de intereses politiqueros y que unos y otros carecen de argumentos PROFUNDOS para defender o atacar la propuesta.
Eso si: de todas las bancadas, la del liberalismo muestra mayor seriedad e interés por profundizar en los temas y salvo la chabacanería de Héctor Elí Rojas, que consideró que el hecho de que los ministros defiendan al Presidente es un insulto; los demás miembros le dieron una gran altura al debate.
Es que la discusión del TLC, más allá del cacareado antiimperialismo polístico, debe enmarcarse en las conveniencias para el país, en los sectores que se verían beneficiados o perjudicados con el Tratado y en la letra menuda que muy acertadamente describió un senador liberal. De hecho uno de los retos más importantes de los últimos años para el Congreso es estudiar y debatir el TLC: los liberales lo saben, pero ¿y los demás?
Si el Congreso se va a convertir en el centro de los ataques y en el punto de las respuestas airadas sobre el mismo asunto que DEBE DEJARSE EN MANOS DE LA JUSTICIA, pues parece que lo mejor es cerrar el cuadrilátero y buscar un mecanismo que permita que la gente que quiere trabajar, y que sabe del tema, lo pueda hacer para que la bajeza de atacantes y defensores no sea el titular y los colombianos podamos enterarnos de los pormenores del Tratado, expuestos por personas estudiosas que estén a favor o en contra del TLC.
En la noche llegó el tercer asalto. Lo protagonizó nuevamente Robledo, quien fue encarado otra vez por el ministro de la Protección Social, quien le dijo que era inaceptable que hablara de parauribismo, cobijando a todos los 7 millones de votantes, a todos los congresistas uribistas y a todos los funcionarios del Gobierno.
Y luego salió el senador liberal Mauricio Jaramillo a demostrar con cifras que a su hermano Guillermo no lo habían beneficiado las FARC. ¿Y cómo lo demostró? Diciendo que en los municipios de presencia guerrillera en el Tolima, el Polo había perdido, es decir, relacionó de plano al Polo con las FARC.
¿Y cómo lo justificó? Aseguró que las AUC querían unas cuantas curules y unos cargos regionales para tener INGERENCIA, mientras que las FARC querían TODO el poder. Ojalá no llamen a Mauricio Jaramillo a defender a su hermano, porque puede ocurrirle lo mismo que pasó con Oscar Collazos defendiendo a Carlos Gaviria.
Lástima. No creo que los colombianos estemos haciendo un enorme esfuerzo para pagarles los altísimos sueldos que se ganan, para verlos pelear por algo que no está en sus manos, para verlos irrespetar al poder judicial y para ser testigos del inmenso temor que se está apoderando de los más radicales opositores y de los más firmes defensores del actual Gobierno.
Y ojo: porque el TLC es un tema FUNDAMENTAL que no puede ser pasado a pupitrazo, pues resulta importante que sepamos a qué atenernos con dicho tratado, pero a partir del texto negociado y no de elucubraciones de un tipo que parece haber pasado una mala noche.